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Psicología
El amor es un sentimiento tan arrollador e intenso que, normalmente, resulta complicado reconocer dónde están sus límites. Y aunque es famoso esa frase de que ''el amor todo lo puede'', hay veces que la obsesión puede arrollar con los términos lógicos y sanos del mismo. Y es que, a veces, estar ''locamente enamorado'', cobra un sentido literalmente real. Ambas experiencias comparten muchos elementos, pero llegar a confundirlas puede llegar a resultar muy perjudicial tanto para nuestra vida social como para nuestra propia salud emocional. ¿Cómo diferenciar estos límites según los expertos en el campo? Estas son las señales que advierten.
Cuando el amor llega, las hormonas de nuestro cerebro empiezan a inundar el sistema nervioso de un modo muy distinto a como lo hacían antes, y una nueva manera de percibir las cosas toma el control de lo que hacemos, lo que creemos y lo que decimos. Sin embargo, los pensamientos intrusivos que derivan en corpotamientos insanos, extremos o con presencia de síntomas físicos, suelen ser señal de obsesión hacia esa persona. Si, además, se vuelve más extrema aun de lo que su propio diagnóstico ya implica, desencadena un trastorno conocido como 'limerencia', caracterizado por la dependencia emocional hacia la persona en cuestión y los comportamientos y pensamientos compulsivos.
Durante la manifestación de la obsesión suele ocurrir que aparece un intenso deseo de estar cerca de ella, a veces incluso si no es consciente de ello. Esta última situación puede hacer que la intimidad de quien genera atracción se vea comprometida, y que se produzca una invasión del espacio ajeno de la otra persona.
Cuando se experimenta amor por alguien se respeta sus espacios. No se plantea interferir en los quehaceres diarios de la pareja, tampoco tiene sentido vigilar sus movimientos. Por el contrario, si existe un tipo de obsesión aparecen los celos y se busca poner barreras a la libertad del otro miembro de la pareja.
En el enamoramiento es normal que muchas de las cosas que vemos nos recuerden a la persona amada, pero en los casos en los que alguien siente obsesión por otra persona, estas asociaciones entre el estímulo y el recuerdo (normalmente, imágenes de la persona por la que sentimos atracción) son más extravagantes y persistentes en el tiempo.
Además, suelen ocupar gran parte de la vida diaria, llegando a ser un impedimento en otros quehaceres. En el amor, estos pensamientos pueden darse pero siempre de manera complementaria, positiva y sana.
Normalmente, quien siente obsesión por una persona sufre porque sus expectativas de estar con ese sujeto no se ven satisfechas por la realidad, ya que suelen ser excesivas. En consecuencia, al entrar en esa dinámica emocional, demanda un grado de implicación en la relación que pocas personas están dispuestas a ofrecer. Incluso en las relaciones amorosas.
Las personas que se obsesionan pasan este período como una etapa de estancamiento irreal que les produce angustia, depresión, miedos, ansiedad...etc.
En cambio, cuando se está enamorado, la persona es capaz de comprender los cambios en la relación sin percibirlos como un altibajo emocional. También se suelen entregar en los tiempos y los cauces correctos, que deben ir a compás de la otra persona.
En el amor,nunca se pierde de vista que el otro es un ser humano, como cualquier otro, y que debe disfrutar de sus derechos y libertades en su día a día. Por consiguiente, las imposiciones unilaterales no pueden ser admitidas como algo normal, algo que sí pasa en la obsesión. Esto se produce porque se desencadena un proceso de codificación hacia la otra persona, en el que se la trata como un 'objeto' que te pertenece.
En el caso de la obsesión o la limerencia, la persona que la padece le produce un deseo de ser amado tan fuerte que llega a causarle un malestar considerable en su vida diaria. Esos pensamientos, sentimientos y conductas obsesivas conducen a la persona a la realización de conductas compulsivas e invasivas buscando la reciprocidad por parte de la persona amada.
Si no se manifiesta de esta manera, aparece el miedo al rechazo, la baja autoestima, las inseguridades y la idea de que ''no eres válido''. En el amor, y desde una personalidad estable y en la que existe el amor propio, estas sensaciones no existen ya que se es capaz de ver los cambios como algo normal y la reciprocidad desde un estado 'sano' y no compulsivo.
Como hemos mencionado, al cosificar a la otra persona, se convierte en un 'objeto' de posesión. Esto desencadena que se le exija entrar en una especie de 'búnker emocional' en el cual se imponen normas con respecto a la fidelidad.
En el caso del amor, esta concepción es mucho más lógica y libre. Se genera un 'compromiso' que se elige, no impuesto. Y se hace desde la transparencia y la honestidad, no desde el miedo o la obligación.
Uno de los síntomas más característicos de la obsesión hacia una persona es su idealización. Es normal que al principio, en la fase inicial, se pase por una etapa de 'luna de miel' en la existan solo las 'buenas caras' de las personas o se tiendan a justificar o idealizar ciertos errores. A medida que tu relación avance, sabrás ver sus defectos e irás aceptándolos poco a poco.
Sin embargo, si te niegas a ver los aspectos negativos e insistes en crear una versión totalmente irreal de tu pareja, valorando o enfocándote solo en los negativos propios, que te hacen sentirte inferior en comparación, es un claro síntoma de obsesión.
En su libro “Confusing Love with Obsession” John D. Moore, psicoterapeuta y profesor en la American Military University, plantea que el amor obsesivo tiene cuatro fases:
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