Retahílas

El ‘Concejo’ de Cofradías de la muy Heroica e Invicta

  • La palabra Cofrades aparece más de un centenar de veces en la novela 'La Fuente de la edad', de Luis Mateo Díaz, autor leonés que ha sido galardonado con el último premio Cervantes

La portada del libro.

La portada del libro. / D. S.

SIN pecar de exhaustivo, a vuela pluma uno encontró ayer en la librería San Pablo, en la parte correspondiente a Semana Santa, estos libros: Despertar Cofrade, de Cristina Medina Muñoz; El Recorrido Histórico de las Cofradías de Sevilla, de José Julio Gómez Trigo; Ser Cofrade, una vocación, de Ignacio J. Pérez Franco; Alma Cofrade (Cuaderno Formativo para una Espiritualidad de las Hermandades y Cofradías), de José Arjona Gil, presbítero; Compendio General de las Cofradías de Sevilla, de José Luengo Mena y Juan Pedro Recio Lamata; A Imagen y Semejanza de la Semana Santa de Sevilla (El reflejo de las cofradías hispalenses en la Semana Santa española), de Enrique Guevara Pérez; Las Cofradías de Sevilla en la II República, de Juan Pedro Recio.

Todos estos libros tienen en común que en sus respectivos títulos aparece la palabra cofrade o cofradía, que en estos tiempos de Cuaresma tiene mucho más tirón que el apartado anexo de los best-seller donde aparecen Arturo Pérez-Reverte, Sonsoles Onega, Isabel Allende, Ken Follett o Santiago Posteguillo. Pero no aparece el libro en el que quiero centrar estas primeras Retahílas de marzo, el mes en el que empieza (y termina) todo.

En ninguno de esos libros, algunos de ellos han sido pieza fundamental de consulta en mis quehaceres de periodista o de lector, aparece tantas veces la palabra Cofrades como en una obra que nunca verán en ninguna estantería de Semana Santa. Se trata de La Fuente de la edad (Alfaguara), de Luis Mateo Díaz. Este leonés nacido en Villablino en 1942 es el último premio Cervantes y esta novela, premio Nacional de las Letras Españolas, ha sido reeditada en el trigésimo aniversario de su aparición. Tanto tiempo que ni viven algunos de los críticos que la glosaron: Rafael Conte (“una novela mayor, lírica, divertida, clásica y aventurera”) o el sevillano Miguel García-Posada (“Excéntricos personajes los Cofrades y profundamente divertidos”). Críticos que por cierto se permutaron los periódicos en los que colaboraban.

Luis Mateo Díaz, último premio Cervantes, Luis Mateo Díaz, último premio Cervantes,

Luis Mateo Díaz, último premio Cervantes, / D. S.

La palabra Cofrades aparece en la nota de aniversario del autor, de la primavera de 2016, “mis cofrades protagonistas”; en el prólogo que escribió el verano de 2002, titulado “Una idea, una fuente”, donde dice que “los que se me ocurren enseguida son los títulos que más me gustan”. Se repite la palabra en su dedicatoria de la novela “para Floro, Miguel, Antón y Fernando, cofrades fraternos”; y Los Cofrades se titula el primer episodio de su primer capítulo, El baúl de don José María Lumajo. Es el nombre de un presbítero algo tarambana del que los Cofrades buscan un plano donde se habla de una fuente de la que manan unas aguas con cualidades muy benéficas.

Además de disfrutar con la lectura de la novela, que tres décadas después mantiene intacta su frescura (hay libros que no resisten la prueba tres días después), me he tomado la molestia de llevar cómputo de la cofradía. 140 referencias aparecen a los Cofrades, siempre con mayúsculas. A los seis componentes de la Cofradía los presenta en una azotea en la que van a dar cuenta de unas ancas de rana preparadas por Ovidio Orallo, ajeno a esta hermandad y componente de una curiosa Peña Ciclista que tiene aires de sociedad carbonaria.

Leonés de cuna el autor, apenas hay referencias geográficas. Uno de los personajes ha vuelto de Madrid y en la fiesta del Casino una de las chicas viene de Oviedo, proximidad geográfica que da a entender que la acción transcurre cerca de la patria chica del escritor. Una ciudad con catedral, con muralla, que además presume de “heroica” e “invicta”. Títulos que acreditan el blasón de Sevilla: muy noble por concesión de Fernando III; muy Leal, por Alfonso X; muy Heroica, por Fernando VII (a petición del Ayuntamiento); Invicta, por Isabel II: a cambio, bautizaron con su nombre el puente de Triana; y Mariana, título que le concedió Francisco Franco atendiendo la petición de la hermandad de San Bernardo en 1946.

La portada del libro. La portada del libro.

La portada del libro. / D. S.

Los Cofrades viven una extraordinaria aventura de la que nos ahorramos los pormenores para no espantar a los posibles lectores, que los tiene a porrillo el flamante premio Cervantes, el mismo que no conocía al anterior ministro de Cultura cuando le llamó para comunicarle tan grata nueva. Procesiones hay muchas, la historia es una permanente procesión salpicada de sabrosas historias, casi todas con un aire socarronamente pastoril, el contrapunto de la urbe, la “ciudad romanizada” como se la llama una y otra vez. Tendría su centuria de armaos.

Una interminable procesión en una cofradía que tiene sus titulares, que el autor desgrana cuando suenan las campanas de una ermita perdida en lo más recóndito de esas estribaciones imprecisas. “¿Qué santos veneran por aquí?”, pregunta uno de los Cofrades. San Tino en La Omañona (es la comarca, como la Región de Benet, la Alcarria de Cela o el Campo de Agramante de Caballero Bonald), San Roque en Valduera, San Segundo en Lutarieto, la virgen de la Zarza en el castro “y Todos los Santos y Fieles Difuntos donde el cura llega para pasar el bonete”.

Sólo hay un episodio vinculado con la Semana Santa. Dos pastores, Benito y Eulogio, los conducen a unas aguas mágicas, siete veneros “entre el Pando y la Quebrada”. “Ahí van los rapaces del contorno, a beber el día de Jueves Santo”. Hasta siete tragos tienen que dar. “Son los rapaces que andan rondando ya la edad de hacerse mozos y desde ese día como a tales mozos se les respeta”.

Alguien escucha Radio Falange, una broma de contexto histórico. Hay referencias históricas, de pasada, a Viriato, Almanzor, Casanova, Mola o Millán Astray. Y a la perfecta casada de Fray Luis de León. En la catarsis del Casino la orquesta toca rumba, tango, chachachá, fox trot o la conga, reloj no marques las horas.Sevilla tuvo un rey de Zamora, un pregonero de Salamanca, un historiador de Palencia y un obispo de Valladolid. Tiene hasta un Cristo de Burgos. Este libro está escrito por un Cofrade de León, nombre también de una barriada de Sevilla muy cofrade y rociera. Luis Mateo Díaz reparte sus papeletas de sitio cuando habla de su Cofradía: “Los Cofrades que protagonizan la novela, vitalistas, despendolados, heridos por la mala fortuna de unos tiempos infames, que son los que les toca vivir, buscan en la Fuente la felicidad eterna que sólo puede construirse con la sabiduría y la libertad, ese placer no ajeno a la inocencia, en un tiempo donde poco queda de la misma, y que hay que ganar con el esfuerzo de la imaginación”.

“Adelante, Cofrades”, se oye la voz de uno de ellos siguiendo los planos misteriosos del presbítero José María Lumajo. “En esta ciudad / la suerte está echada / ni Alcalde, ni Obispo, / ni cura ni ama”, cantan los cofrades mientras terminan las ancas de rana del ciclista. “Después de Delibes, no hay prosa más precisa, elegante y pura que la de Luis Mateo Díez”, dice el crítico de La Vanguardia, Masoliver Ródenas. De Valladolid a León. Se despuebla Castilla, salvo en sus escritores. Que tienen la fuente de la edad y el Concejo de Cofradías.

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