CULTOS

La Esperanza de Triana regresó a la calle Pureza entre flores y vivas

La entrada de la Esperanza de Triana en la capilla de los Marineros / PABLO LASTRUCCI

La Esperanza de Triana regresó a la capilla de los Marineros rodeada por varios cientos de fieles y devotos que la acompañaron desde la iglesia de Santa Ana, donde ha presidido su solemne septenario y función principal esta semana, hasta su sede canónica.

Pasadas las 11:30 salía la cruz alzada a la Plazuela de Santa Ana. El sol del mediodía caía sobre la Virgen de la Esperanza, como los pétalos que iban lloviendo desde los balcones y azoteas de las calles Pelay Correa o Rodrigo de Triana. Una nube de incienso salía entre la bulla. Los ciriales se mecían entre en gentío.

Domingo de Laetare. En San Juan de la Palma llegaban los fantasmas del misterio de la Amargura; en la Macarena se celebraba la función principal a la Virgen; en la Catedral se había celebrado ya el Cabildo de Toma de Horas para la Semana Santa; y en la calle San Jacinto se hacía cola para venerar a la Virgen de la Estrella. 

Avanzaba la Virgen por la calle Fabié. No cesaron los sones de la banda de música de María Santísima de la Victoria, de la Hermandad de Las Cigarreras; tampoco los vivas, los piropos y la algarabía habitual en la delantera de sus andas. Aplausos coreografiados y griterío incesante. "¿De dónde vienes? ¡De Triana!". Se desataba la locura cuando rompía la marcha.

La Esperanza venía vestida de morado, con el manto del "Ave María" recientemente enriquecido y pasado a nuevo soporte en color morado por el taller de Charo Bernardino, y con la saya blanca realizada por las hermanas Martín Cruz en 1968. Sobre sus sienes portaba la corona de plata sobredorada labrada en el taller del orfebre Jesús Domínguez en 1963, que se convertía en un canasto lleno de pétalos de colores. En su pecho el ancla y el puñal, y en su mano el salvavidas.

La calle Pureza era un río paralelo al Guadalquivir. No cabía nadie más. Los mantones y colgaduras adornaban este paisaje de casas bajas y coloridas. No había lugar para la sombra. Todo era luz. Con la mecida cortita, la Esperanza iba aproximándose a su templo, donde la esperaba el Santísimo Cristo de las Tres Caídas. Eran las 13:30 cuando un aplauso ponía fin al traslado. "Hasta el viernes", decía un devoto emocionado. Faltan dos semanas para verla en su paso.

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