Otro Martes Santo para la historia
Crónica del Martes Santo
La tercera jornada de la Semana Santa no presentó novedades respecto al arranque
No fue ni al derecho ni al revés ni el reloj fue el protagonista de la tarde
Fotogalerías: El Martes Santo en imágenes
EL Martes Santo lleva años siendo noticia en Sevilla. El de este año no podía ser menos. En los últimos años se renovó de todas las maneras posibles: al derecho, al revés y cambiando el orden de los factores, alterando notablemente el producto. El del año pasado fue de confinamiento y el de este año, como las dos jornadas previas, de colas. Que fueron de menos a más por evidentes motivos laborales. Las ocho hermandades del día, elija el lector el orden que mejor le parezca, se sintieron protagonistas. Queridas por los suyos, que no las desampararon ni abandonaron, como el cristo del Cerro, en ningún momento. Es más, abofetearon al virus con mascarillas y paciencia como antídotos. Esperando que la salud regrese a sus vidas. Empezando su viaje, por ejemplo, en la calle Águilas o en los Jardines de Murillo que tan bien conoce.
Algunas gotas a media mañana trajeron a la mente situaciones de otras semanas santas. Dilemas marcados por una meteorología que nunca fue tan poco protagonista en la primera luna de la primavera. No consiguieron mover ni un varal de las filas devocionales que toman aceras, calzadas y aperitivos al salir del templo. Las veneraciones que se multiplican por la ciudad son una magnífica escuela de cultos para aquellos hermanos que sólo aparecían una vez al año por la sede canónica de su hermandad. Los pasos han dejado paso a la cercanía de las tallas a ras de suelo, permitiendo apreciar la belleza artística que rodea al fervor popular. Y también institucional, pues las autoridades eclesiásticas y políticas están siendo protagonistas cada mañana. Marcelino Manzano, delegado diocesano de hermandades, y Francisco Vélez, presidente del Consejo, están realizando un ejercicio diario de consuelo en los templos que visitan. Están haciendo un máster en palabras de ánimo y abrazos distanciados. A ellos se les une el alcalde, Juan Espadas, o el Sevilla, que no falló con su ofrenda floral a su vecina Hermandad de San Benito.
Estos gestos, como el del Betis con la Misión el pasado Viernes de Dolores, hacen Martes Santo. Hacen Semana Santa. La de este año, que será inolvidable aunque el virus siga presente la próxima primavera, está demostrando la fortaleza de la ciudad cuando se une. Algo aplicable a la cofradías del Martes Santo, dueñas del destino de una colorida jornada de capirotes azules, blancos o negros a los que les queda un día menos para pasar del altillo del armario a lo alto del tramo de nazarenos. Y también para los fieles, que se encuentran como aquel niño del que hablaba Juan Carlos Heras en el Pregón de la Semana Santa de Sevilla de 1998: “Él soñaba con los grandes caramelos que un nazareno blanco le ofrecía todos los Martes Santo, que endulzaban las lágrimas que cada año derramaba su madre”. Esas lágrimas se repitieron ayer en altares de toda la ciudad. Recordando a aquellos que no han podido disfrutar de otro Martes Santo para la historia.
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