Los devotos despiden a la Macarena en su camarín: "¡Hasta dentro de tres meses, Madre!"

La Virgen de la Esperanza recibe las visitas de los fieles antes de ser retirada del culto para su restauración

En todos predomina el anhelo de que la dolorosa recupere la expresión habitual en su rostro

La Macarena será retirada del culto el 12 de agosto para iniciar la restauración

Los devotos visitan la Macarena antes de su retirada del culto para la restauración.
Los devotos visitan la Macarena antes de su retirada del culto para la restauración. / Juan Carlos Muñoz

"¡Hasta dentro de tres meses, Madre!". Es el adiós de una abuela que acude con su nieto a la Basílica de la Macarena. La despedida acaba con el gesto de un beso que lanza al aire. Unas lágrimas humedecen los ojos de esta hermana que se ha puesto la medalla corporativa. "A mi edad ya no sé si estaré cuando vuelva", confiesa en voz baja para no romper el silencio que impera en el templo. A su lado, otra devota, de edad más joven y con tatuajes que estampan todo el brazo izquierdo, no tiene reparos en vociferar un piropo. "¡Eres guapa hasta dormida!". Se viene arriba al percartarse de que hoy no es día de guardarse nada: "¡Aunque te hayan cambiado, sigues igual de guapa!".

Son algunos de los testimonios de quienes se acercan este martes 12 de agosto a despedir a la Macarena. Lo hacen con el anhelo de que, a la vuelta, haya recuperado la expresión habitual en su rostro. En pocas horas la dolorosa más universal será retirada del culto para la restauración que acometerá Pedro Manzano, con la tutela del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) y la supervisión de dos comisiones de expertos. Intervención respaldada por una amplia mayoría de hermanos en el cabildo extraordinario celebrado el pasado 29 de julio.

Para esta jornada, el camarín de la Virgen permanece abierto durante el horario de apertura de la basílica. Hay cola para subir a la regia estancia. No es demasiado extensa, aunque la espera alcanza los diez minutos. Por ella pasan sevillanos y foráneos. Algunos vienen con el convencimiento de la despedida, de que será la última vez que la vean hasta que regrese restaurada. "¡Hasta cuando Ella quiera!", expresan. Otros son turistas que aprovechan la oportunidad de contemplar de cerca a la dolorosa.

Colas para acceder al camarín de la Virgen de la Esperanza.
Colas para acceder al camarín de la Virgen de la Esperanza. / Juan Carlos Muñoz

El silencio es la nota común en estas dependencias, de vez en cuando interrumpido por efímeras conversaciones en voz baja. Hay cámaras de televisión recogiendo el momento. La Macarena ha llenado muchos minutos de informativos y programas en una época del año, la estival, en la que el volumen de noticias tiende a la baja. Cuestión distinta es el tratamiento que cada cadena otorgue a lo ocurrido desde el pasado 21 de junio, fecha negra en la historia de los macarenos y de Sevilla en general, cuando la Vigen de la Esperanza apareció con una notable alteración en su rostro. Del rigor a la mofa, de la precisión a la brocha gorda con doble ración de tópicos y chiste fácil.

En las escaleras de acceso al camarín se forma una doble cola, la de quienes suben y de los que bajan. Lo hacen, incluso, familias enteras. Abuelos, padres y nietos. El calor aquí se nota más que en el resto del templo, convertido en refugio climático en estos días de alerta roja por temperaturas que superan los 40 grados. La Esperanza también es puerto seguro para quienes se patean la ciudad en plena canícula.

El camarín, convertido este martes en estancia de despedida.
El camarín, convertido este martes en estancia de despedida. / Juan Carlos Muñoz

El antecamarín se convierte en el objetivo de las cámaras de los teléfonos móviles cuando a él acceden los devotos. Muchos no habían contemplado antes las pinturas de Manuel Peña, acabadas a finales del año pasado. Los azules que imperan en esta estancia preparan a los visitantes para lo que viene después, para esos minutos que paran el tiempo. La prisa aquí se echa a dormir. Sólo las indicaciones de un encargado del mantenimiento del templo interrumpen los instantes de contemplación. "La cola no se detiene por mucho que lo pidan las televisiones o cualquier medio de comunicación". Es la orden de este trabajador al vigilante de seguridad, quien realiza una advertencia a las personas que allí se encuentran: "No sobrepasen con sus manos la reja". Gesticulación congelada cuando se tiene a pocos metros a la dolorosa que el último mes ha acaparado titulares de la prensa internacional.

Los dos espejos en los que se reflejan los distintos perfiles de la Virgen -díptico cristalino de su asimetría- reciben las plegarias del adiós. Un "hasta pronto" que trenza el nudo de la melancolía en la garganta. Nostalgia perceptible en las miradas de los devotos sentados en los bancos del templo, donde se musitan las últimas oraciones. Rezos y silencios al frescor sereno de la basílica. Oasis en una ciudad que arde. Mañana llegará el vacío. Sólo quedará una larga espera. El empiece de la palabra Esperanza.

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