¡Es la ética, estúpido!

"No se puede honrar a la Virgen despreciando a su Hijo con los hechos"

El trabajo profesional de las juntas de gobierno

La Esperanza Macarena, la mañana del Viernes Santo.
La Esperanza Macarena, la mañana del Viernes Santo. / Europa Press / María José López

25 de julio 2025 - 06:15

No sabía J. Carville, asesor de Clinton en su campaña a las presidenciales de 1992, que la idea base en la que centró su campaña iba a dar tanto de sí: ¡the economy, stupid! Con ella pretendía centrar la campaña en lo que consideraba esencial, la economía, sin dejar que se fuera por otros derroteros que favorecían al otro candidato, G. Bush (padre).

No soy hermano de la Macarena, pero me siento concernido en tanto en cuanto está en entredicho el respeto a la Virgen, así, sin más apellido que el de Madre, Madre de Dios y Madre nuestra, a la que apelan algunos torticeramente, excitando los sentimientos más primarios, para enardecer a las masas, recurriendo a un sentimentalismo barato y superficial.

Parafraseando a Carville me atrevo a proponer una idea alternativa: ¡Es la ética, estúpido!

La ética la conforman las decisiones que toma el hombre, libremente, para ordenar su conducta de acuerdo con su fin. ¿Qué fin?, el que la Fe de la Iglesia nos propone: culminar nuestra perfección participando de la intimidad de Dios. Por eso las decisiones serán buenas o malas según ayuden al hombre a conseguir su fin o alejarse de él. Sin una ética de virtudes, con acciones malas, no se mejoran las personas y la hermandad se envilece.

Catarata de descalificaciones

Viendo cómo hay quienes insisten en manipular a los hermanos, los que se dejan, me pregunto por la calidad ética de unas personas que administrativamente pueden ser hermanos, pero que sus actos van dirigidos no al fomento de la santidad en la hermandad, sino al desprestigio de otro hermano y su Junta, aprovechando un fallo, real pero enmendable, para intentar destruirlos, con desprecio de las más elementales normas de la Caridad. Incapaces de plantear un debate sereno. Ayunos de argumentos, se lanzan a una catarata de descalificaciones y juicios de intenciones tan crueles como injustos. Todo esto puede recordar las batallas políticas, pero nada que ver con una hermandad.

¿Y qué decir de quienes se dejan seducir por esta demagogia?, prefieren que les digan lo que tiene que pensar, a ejercer su libertad, es decir: a comportarse éticamente. No se valoran a sí mismos y tratan de mimetizarse con su entorno.

Cuando se apela exclusivamente a los sentimientos, no a la inteligencia y libertad de los hermanos, se elude el debate de ideas, quizá porque no las hay, recurriendo a un sentimentalismo barato y superficial.

También se invoca la tradición, para defender no sé qué principios, sin reconocer que cuando los sentimientos producidos por la tradición son fuertes y obstinados, la convicción se transforma en prejuicio.

Si algo no encaja en sus esquemas, quizá porque no llegan a entenderlo, son incapaces de analizarlo, simplemente se oponen e intentan derribar al otro, que pasa de hermano a enemigo.

Hacer caer a una junta

En el fondo se trata de hacer caer a una junta que ganó dos elecciones con una propuesta tan novedosa como ajustada a las normas eclesiásticas, para impedir que ese estilo se prolongue en el tiempo, instrumentalizando la devoción de muchas almas sencillas, con absoluta falta de respeto a la Virgen y, también, al dolor humano.

No se trata ahora de tomar partido por nadie, sino de analizar el tema a la luz de la Fe, la Esperanza y, muy especialmente, de la Caridad, es decir, de la manifestación en el otro, de mi amor a Dios. No se puede honrar a la Virgen despreciando a su Hijo con los hechos.

En los idus de marzo Julio César fue asesinado por los senadores. Previamente habían acordado en el atrium del Senado que todos le clavarían el puñal para que no se pudiera incriminar a uno sólo. Así lo hicieron, incluido Bruto, su amigo fiel: tu quoque fili mi (¿tú también, hijo mío?), expresión que se aún utiliza hoy cuando se recibe la traición del amigo.

No les salió bien la jugada a los senadores. Cuando se presentaron en el atrio mostrando las dagas ensangrentadas para proclamar su acción, el pueblo romano reprobó su crimen. La historia es inexorable, pasado el tiempo el final de estos senadores fue bastante mediocre, en ocasiones trágico. Era el final natural de unas vidas marcadas por la falta de ética.

Es imprescindible y urgente depurar las acciones para que éstas mejoren efectivamente a las personas y con ellas a la hermandad. ¡Es la ética, estúpido!

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