La fe y el autismo unidos en la Semana Santa de Marcelino: "Aprendió a sumar comprando flores para la Virgen"
Este joven sevillano de 24 años autista vive la pasión cofrade con una perspectiva única y conmovedora
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"Mi hijo es lo más cerca que va a estar en su vida de un Marcelino, pan y vino", dice entre bromas el padre Marcelino Martínez Pan, y qué razón tiene. Este joven sevillano no sólo comparte nombre y, con su apellido, parte del sobrenombre con el ficticio personaje del cine español de los años 50.
Este singular Marcelino, pan y vino no es huérfano ni ha sido abandonado a las puertas de un convento, como marca la trama principal de la película, pero su pasión y adoración por las escenas de la vida de Cristo que toman estos días las calles de la ciudad apenas dista de la fe que puso aquel en el crucificado ante el que oraba a diario y con el que entabló una fantástica relación que marcó su vida. Como dicen sus padres, María Isabel Pan y Marcelino Martínez, para su hijo "la Semana Santa y todo lo que la rodea es su ventana de entrada a la realidad".
Este joven sevillano tiene 24 años, fue diagnosticado de autismo a los tres y vive la Semana Santa con una pasión y una perspectiva únicas. A pesar de su discapacidad del 75% y las dificultades del lenguaje, Marcelino ha encontrado en esta fiesta litúrgica que conmemora la pasión, muerte, y resurrección de Jesús y las hermandades un modo de conectar con el mundo y desarrollar sus habilidades.
Desde muy pequeño, Marcelino mostró un interés especial por la Semana Santa. Sus padres recuerdan cómo, con apenas tres años, fue capaz de reconocer el palio de la Virgen de las Tristezas de la Veracruz en la televisión, a pesar de su limitada capacidad de habla. "Sólo con ver la primera equinita de una bambalina", afina su madre. "No sabía leer y reconocía Vírgenes en fotos antiguas sólo con mirar las imágenes", apunta. Este fue sólo el comienzo de una relación profunda y significativa con la Semana Santa sevillana. Con el apoyo de su familia y las terapias adecuadas, ha sido capaz de desarrollar sus habilidades y participar activamente en la vida cofrade de su ciudad.
En casa, Marcelino dedica horas a ver vídeos de procesiones en YouTube, memorizando cada detalle y creando sus propias "procesiones" combinando imágenes y música. "Es capaz de ponerle música a procesiones de silencio como si fuera un director de orquesta", relatan sus padres. Su habitación es un auténtico santuario cofrade, y se encarga de cambiar los colores litúrgicos de las velas del altar familiar según el calendario religioso.
Gracias a su pasión por las cofradías, Marcelino ha podido abrirse camino en otros aspectos de la vida. Aprendió a sumar y restar comprando flores para las imágenes de las Vírgenes o contando nazarenos, y ha desarrollado una impresionante base de datos mental sobre fechas, recorridos, marchas y detalles de las hermandades sevillanas."No sabemos sumar kilos de garbanzos, pero sí sabemos sumar lo que vale un ramo de flores para la Virgen", explica su madre. "En lo que a Semana Santa se refiere, es capaz de almacenar terabytes de información", apostilla su padre.
El día a día de Marcelino gira en torno a la Semana Santa. Participa activamente en la Hermandad de Gloria del Rosario de los Húmeros y en la parroquia de su barrio, donde ayuda como monaguillo y en tareas de mantenimiento. También pertenece a la Agrupación del Cristo de los Desamparados del Santo Ángel donde pertenece al grupo de acólitos. En la actualidad, realiza prácticas a través de la Asociación de Autismo Sevilla en una tienda de artículos religiosos en la calle Francos, donde sigue aprendiendo y desarrollándose.
Cuando llega la Semana Santa, en la casa de Marcelino se viven estos días con especial intensidad. El joven sigue de cerca la meteorología y las redes sociales para estar al tanto de cualquier novedad sobre las hermandades. "La agenda de Marcelino empieza el Viernes de Dolores y acaba el Domingo de Resurreción", afirman al unísono sus padres. El Domingo de Ramos acude desde primera hora a los palcos de la Plaza de San Francisco, soportando el sol abrasador de algunos años o la molestosa lluvia de otros para no perderse detalle. "Quiere estar allí desde la primera", matiza Marcelino.
Uno de los momentos más emocionantes para Marcelino y su familia fue cuando pudo salir de nazareno con la túnica de su padre en la Hermandad de la Esperanza de Triana. A pesar del calor sofocante de aquel año, Marcelino disfrutó cada instante de la estación de penitencia, con una ilusión conmovedora.
El caso de Marcelino ilustra cómo las personas autistas pueden encontrar en la Semana Santa un modo de conectar con el mundo y desarrollar sus capacidades. La repetición de los rituales, la música, y la riqueza visual de las procesiones pueden resultar especialmente atractivas y reconfortantes para ellos.
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