rincones con encanto

Un palio y atrás queda el convento

  • plaza de san leandro.De planta triangular y muy bien proporcionada, así se llama por su proximidad a un convento de agustinas que data del ya lejanísimo año de 1369

La nómada Pila del Pato y el convento de San Leandro al fondo, pieza fundamentales de esta plaza con el majestuoso laurel de Indias en primer plano.

La nómada Pila del Pato y el convento de San Leandro al fondo, pieza fundamentales de esta plaza con el majestuoso laurel de Indias en primer plano. / ruesga bono

Estamos ya inmersos en este tobogán de sensaciones que se nos vino con la Semana Santa. Es lunes y nos adentramos por los vericuetos más íntimos de la urdimbre urbana. Esta Jerusalén por siete días en que se ha convertido Sevilla tiene en la Plaza de San Leandro una especie de punto G y no porque abunden las cofradías que por allí discurren, sino por la proximidad del que posiblemente sea el cenobio más popular de Sevilla, el convento de San Leandro. El inmenso convento tiene una singular popularidad por los dulces que hacen las monjas agustinas en general y particularmente por esas yemas de fama universal, las yemas de San Leandro.

La plaza de San Leandro es de planta triangular y muy bien proporcionada y se encuentra situada entre Alhóndiga, Francisco Carrión Mejías, Cardenal Cervantes, Imperial y Zamudio. Su nombre data de 1572 y no hace falta aclarar que se debe a la proximidad del convento así llamado y que ocupa toda la fachada oriental de la plaza. Y con ese nombre ha permanecido a través del tiempo sin cambio alguno. En el plano de Olavide del año de 1771 figura una cruz que se sitúa en la confluencia con Alhóndiga. Según la leyenda popular, que recoge Félix González de León en su Callejero General de Sevilla, el motivo de dicha cruz es porque allí se ahorcó a un capitán condenado por una violación en el cercano convento.

En 1853 fue dotada la plaza de una fuente de hierro colado, que sería el antecedente de la que hoy figura, que es la errante Pila del Pato. Esta fuente, realizada en mármol con elementos renacentistas y surtidores con rostros animales, debe su nombre a un pato de bronce que remata la pila como surtidor principal. El origen de la Pila del Pato data de 1833, cuando se decidió construir una fuente que sustituyera a la de Mercurio, realizada por Bartolomé Morel, un fundidor de metales y maestro artillero que realizó trabajos en Sevilla como la escultura de bronce del dios Mercurio o el Neptuno de la fuente del Alcázar. La Pila del Pato fue instalada en la Plaza de San Francisco, donde hoy se halla la de Mercurio, pero sería sólo la primera etapa de un largo peregrinaje por Sevilla. Fue cambiada de sitio en esa misma plaza en varias ocasiones para que en 1885 pasara a la Alameda de Hércules en las cercanías de Relator. Allí aguantó unos veinte años hasta que fue trasladada a la recién estrenada Estación de Autobuses del Prado, siendo la Pila del Pato la primera visión que tenían de Sevilla los viajeros que llegaban por ese medio a la ciudad. Pero el sino de la Pila del Pato es el del nomadeo y en 1965 es trasladada a su enclave actual, a esta Plaza de San Leandro que la acoge, pero que tampoco es garantía de ubicación definitiva.

Y si la Pila del Pato es la estrella del lugar, lo que le dio carácter centenario es el convento de las religiosas agustinas, que moran allí desde 1369. El origen del convento está en una dotación de casas que hace el rey Pedro I, Cruel o Justiciero según se mire. Con los años fueron añadiéndose casas y el convento tomó las dimensiones de hoy, ya que abarca desde la Plaza de San Leandro hasta el Palacio de Medinaceli, con el que se comunica mediante pasadizo. Su iglesia se atribuye a Juan de Oviedo y su construcción está a caballo de los siglos XVI y XVII. En la fachada que da a la plaza hay un azulejo dedicado a Santa Rita de Casia.

Históricamente, las funciones de esta plaza estaban condicionadas por su cercanía a la Alhóndiga y está demostrado que a finales del siglo XVI los días festivos tenía lugar una almoneda que duraría hasta mediados del siglo XIX. Hoy posee la plaza una función esencialmente residencial a excepción de algún comercio y de un bar con bastante predicamento.

Según el Barón de Davillier, en esta plaza tuvo su vivienda el Tenorio que inspiró a Tirso de Molina para su conocidísima obra de teatro El Burlador de Sevilla. Rafael Laffón la evoca en varias ocasiones en su Sevilla del buen recuerdo. Asimismo, Manuel Ferrand, en Calles de Sevilla, hace mención de ella: "Para mí el barrio se aclara, o se acaba de complicar, en cuanto se llega a San Leandro, en el espacio abierto que preside un árbol grande, ancho y frondoso y la vieja Pila del Pato, que es fuente con historia itinerante, y plaza pintiparada para el juego de niños y encuentros inexplicables".

Será noche cerrada cuando la Hermandad Sacramental de Nuestro Padre Jesús de la Redención en el Beso de Judas y María Santísima del Rocío entre en la plaza procedente de Cristo de Burgos y Dormitorio para cruzar rumbo a casa por Carrión Mejías. Sitio imprescindible para contemplar el pasaje de la gran traición, con Judas Iscariote besando a Jesús como contraseña para su apresamiento.

Y si impresionante es cómo anda este misterio, sobrenatural cómo llevan el palio con la Virgen bajo la advocación de Rocío en un tintineo de varales que se acompaña con Pasan los Campanilleros, pieza musical singularísima, y en otro tiempo condenada, de Manuel López Farfán. Indudablemente estamos ante uno de esos rincones que están grabados en las señas de identidad de nuestra Semana Santa. Como lo es también el Paseo de Catalina de Ribera, la entrega programada para mañana, Martes Santo.

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