Música

La teoría del ethos y el barroco musical de la banda de Las Cigarreras

  • Gath Shemânîm ha sido uno de los estrenos musicales del año, una obra del prolífico Cristóbal López Gándara

  • La composición intenta describir el momento de angustia que padeció Jesús mientras oraba en el huerto

El misterio del Prendimiento cruza la Plaza del Salvador

El misterio del Prendimiento cruza la Plaza del Salvador / Desde Triana

La música, como cualquier otro arte cultivado por el ser humano, ha servido de herramienta tanto para expresar emociones como para representar algún instante puntual en clave social o cultural. De la baja Edad Media hasta las nuevas tecnologías de nuestros tiempos, la música se ha adaptado y continúa explorando caminos insospechados desde su concepción. 

La música procesional, como todo en la Semana Santa, no es ajena. Este género, ramificado en concreto en las cornetas y los tambores, ha experimentado un crecimiento en las últimas décadas que escapa cualquier estudio o síntesis: desde aquel Cuerpo de Bomberos malagueño hasta las partituras narrativas de bandas como Las Cigarreras. Esta formación, uno de los emblemas del estilo a nivel nacional, estrenó durante la pasada Cuaresma la marcha Gath Shemânîm, una obra del siempre renovador Cristóbal López Gándara. La composición, de estructura desconocida hasta la fecha por su mensaje y su complejidad, tardó meses en montarse. 

El propio compositor ubetense explicó lo que quería transmitir con esta marcha. Para empezar, su nombre, que significa Getsemaní en arameo, el lugar donde Jesucristo oró antes de la traición de Judas y de su Prendimiento (está dedicada a la corporación de la calle Orfila). La marcha cuenta con dos bloques diferenciados entre sí: un preludio, una primera parte de carácter evocador y fantasioso. Aquí quiere representar Gándara el instante en que el Ángel conforta a Jesús, que por primera vez duda de su misión. Es uno de los momentos más dramáticos de la Pasión. 

Es en ese instante, ese espacio de terror y de angustia, cuando aparece la fuga, un recurso musical que entronca directamente con la teoría del ethos. Según los clásicos -explica Gándara-, el ser humano ve afectado su estado emocional en función de la música que escuche. Hay composiciones que transmiten valentía, arrojo, alegría, y otras que transmiten miedo o desazón. En este caso, el autor da una vuelta de tuerca: a través de esa fuga, que protagonizan primero las cornetas y a la que después se suman los demás instrumentos, Gándara pretende transmitir el terror que padeció Jesús a los propios músicos, y de ahí, al público. 

En otras de sus composiciones para esta banda, como la famosa "tetralogía" (Ante Caifás, Ante Herodes, Ante Pilatos, Ante Anás), el autor se detiene en la descripción de espacios o personajes de la Pasión. Esta vez, el caos ordenado de la fuga afecta directamente al músico, que se introduce en la piel del propio Jesús en ese episodio definitivo en que acepta su destino y se enfrenta, de manera directa, con la muerte para salvarnos a todos. Es el horror vacui musical: la música en constante movimiento, según las claves barrocas. 

El pasado Miércoles Santo, en los márgenes del Salvador, parecíamos estar elevados sobre los cerros de Jerusalén, en los confines del Mediterráneo, con la sangre cálida de Dios punzando nuestras sienes, hace ya más de dos mil años. 

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