Calle Rioja

La Avenida: usted no está aquí

  • Exposición sobre la Soledad en el Ayuntamiento, sobre la UGT en la Avenida

Un turista consulta un plano de Sevilla en la Avenida.

Un turista consulta un plano de Sevilla en la Avenida. / Belén Vargas

DERECHO a la sombra. Una cláusula con ese reconocimiento universal debería figurar en la Constitución que da nombre a la Avenida, la Carta Magna con sello de Correos que cuatro días después de las elecciones andaluzas cumplirá cuarenta años. La edad (Gil de Biedma) a la que empieza la nostalgia.

Ayer fue día de paraguas. El sol jugaba al escondite con las nubes y la calle Sierpes era indistintamente tendido de sol y de sombra en el burladero de la vida. Llegas desde la Plaza Nueva a la Avenida y la primera palabra que lees, en letras casi de mármol, es Notaría. Para echarse a temblar. Obras en Fernández y González. Las mejores cuadrillas de albañiles vienen de los pueblos, como los toreros. Bombeos Cantillana.La isla del tesoro que es una ciudad para todo el que la pisa por primera vez es una combinación de misterio y realidad, de lo que se enseña y lo que se oculta. Consultar el plano turístico de Sevilla en la Avenida es harto peligroso. No aparece en la Constitución, pero en esta arteria existe el derecho a elegir de qué forma quieres ser atropellado: patinete, bicicleta, metrocentro, motocarro de lipasam, infantería de turistas, artillería de vendedoras de romero, seg way, comanda de self-service, con un selfi...

En el día del Pilar, los pilares de la tierra siguen firmes en la Magnas Hispalensis. Curiosa paradoja la del visitante a esta zona. Una exposición de la Soledad de San Lorenzo en el Ayuntamiento (socialista) y una exposición con paneles por los 130 años de la UGT junto a la Catedral. Un viaje icónico desde Pablo Iglesias el Viejo –la política tiene sus Herreras y sus Campanales– hasta Nicolás Redondo y Cándido Méndez. De la revolución industrial a los pactos de la Moncloa.

Hay una catedral metafórica en la Avenida. Pasea por esta calle céntrica y policéntrica Bernard Rotgers, fundador del Clic, la academia de idiomas que desde Sevilla se expandió por toda España. En la parada del metrocentro del Archivo de Indias, en una valla comparten espacio un anuncio de Clic, The power of languages, con una fotografía de la Maestranza con la joya espiritual del gótico al fondo: The Catedral of bullfigting. El gerundio sacaría de las casillas a Hemingway. El poder del lenguaje es el que acreditan dos cocheros de caballos para cerrar en un santiamén el pasaje de sus carruajes con dos portes de cuatro turistas extranjeros per cápita. Salen del Archivo de Indias, parada de tranvías de pitiminí y de galeones de papel, y se adentran por la calle Santander buscando la plata y el oro de las Torres sucesivas.Se oye el zapateado en la Puerta Jerez, como si la cátedra de Flamencología se hubiera trasladado a las inmediaciones de la Casa Guardiola, banderas de España en sus balcones. En la plaza de San Francisco ensayaba una orquesta de cámara con las fundas de los instrumentos como cepillo y en el otro extremo, junto al palacio Yanduri donde nació Aleixandre, se oye el rasgueo de la guitarra, las voces del yunque y el latido ferroviario de los tacones de la bailaora.

El turista con sombrero sigue buscando en el plano. ¿Se estará buscando a sí mismo? En la acera opuesta a la Catedral, exponentes de la mejor arquitectura de la ciudad. En el edificio que abre la avenida como un cucurucho gigante se lee Edificio Renta Antigua López-Brea. El sol se esconde tras las nubes, el paraguas puede hacer de sombrilla, siempre mejor que perderlo, porque un paraguas cuando no llueve es tan inútil como un jarrón chino, figura oriental que quedó para los ex presidentes de Gobierno.

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