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Iñaki Gabilondo, doctor honoris causa de la Universidad de Sevilla

  • Iñaki Gabilondo volvió a la ciudad en la que muy joven dirigió Radio Sevilla. Ha sido investido doctor honoris causa de la Universidad Hispalense con un discurso en el que reivindicó un periodismo acorde con los nuevos tiempos hecho con ética y rigor

El rector, Miguel Ángel Castro, coloca el birrete a Iñaki Gabilondo en presencia de su padrino, Antonio López Hidalgo.

El rector, Miguel Ángel Castro, coloca el birrete a Iñaki Gabilondo en presencia de su padrino, Antonio López Hidalgo. / Juan Carlos Muñoz

Sus última palabras no aparecían en el texto que repartieron a los invitados que llenaron el Paraninfo de la Universidad de Sevilla. "En nombre de la radio recibo este doctorado honoris causa en esta inolvidable y querida ciudad". Así ha terminado Iñaki Gabilondo (San Sebastián, 1942) su discurso como flamante doctor honoris causa de la Universidad de Sevilla. Antes, el rector, Miguel Ángel Castro, le había hecho entrega del libro de la Ciencia, la medalla, el birrete laureado, el anillo y los guantes dentro de un ritual ancestral de una Universidad con más de cinco siglos de historia. Sevilla es, para Gabilondo, "la ciudad que me enseñó a entender la vida de una forma integral y en la que me descubrí a mí mismo". "La ciudad donde descubre el paganismo y la sensualidad, diría en su laudatio elprofesor Antonio López Hidalgo, primer catedrático de Periodismo de la Facultad de Comunicación y padrino del nuevo doctorando. 

  Gabilondo realizó en su discurso una valiente y emotiva defensa del periodismo en estos tiempos cambiantes en los que no hay que preguntarse qué va a pasar "sino qué vamos a hacer". El hilo conductor del elogio de Antonio López fue la entrevista que Iñaki Gabilondo le hizo a Felipe González, el el crepúsculo del felipismo, el 1 de diciembre de 1995. El padrino del nuevo doctorando lo vertebró como un guión de Costa Gavras, con dos hombres frente a frente en un plató de televisión y ocho millones de espectadores. La entrevista la empezó con una pregunta, "¿Organizó usted el GAL, señor González?". Después entrevistaría a Aznar, Anguita, Pujol y Arzallus.

  El periodista donostiarra era honrado por los universitarios sevillanos precisamente en la antigua Fábrica de Tabacos donde su entrevistado de 1995 estudió Derecho y forjó una vocación política que le llevaría a presidir la Moncloa entre 1982 y 1996. Gabilondo llegó a la dirección de Televisión Española coincidiendo con la dimisión de Adolfo Suárez, fue testigo excepcional del 23-F y Leopoldo Calvo-Sotelo le pidió su cabeza a Fernando Castedo, que estaba al frente del ente. Testigo y notario de una Transición que como el propio periodismo hay que revisar. "Por si no hubiera suficiente carbón en la caldera", diría después de referirse al contexto internacional donde el eje hegemónico, como l as agujas de Magallanes, se ha desplazadao del Atlántico al Pacífico, "todos los elementos que construyeron estas cuatro décadas de democracia, de la que debemos sentirnos orgullosos, acusan fatiga de materiales  y muestran, en un grado u otro, signos de debilidad: la Corona, la Constitución, el Parlamento, los partidos, los sindicatos, los medios de comunicación..."

  Llegó a Sevilla en 1972 para asumir la dirección de Radio Sevilla tras el accidente mortal que le costó la vida a Manuel Alonso Vicedo, para quien tuvo palabras de recuerdo al hablar de los "jóvenes talentos en Radio Vida, de Radio Popular". En Sevilla, desde la cadena Ser, Gabilondo vivió la transformación de un medio "que era absolutamente popular, cálido y familiar, pero a la que se le había imputado la información". Una herramienta para la democracia en una emisora que había llegado a ser el principal instrunento propagandístico de Queipo de Llano.

  Citó unas palabras de Paul Valery de 1932 que son válidas para hoy mismo. "La vioda moderna tiende a ahorrarnos el esfuerzo intelectual. Reemplaza la imaginación por las imágenes, el razonamiento por símbolos o por mecanismos. Y a menudo, por nada".

  En el nuevo contexto hay que contar con la globalización, "globaliza más rápido los intereses financieros que los intereres humanos", y las nuevas tecnologías. Denuncia los sucedáneos de periodismo, que propone llamar "paraperiodismo", y cree urgente superar "un interrogante funeral: ¿qué falta hace el peroodismo cuando las nuevas redes sociales permiten informar a cualquiera, desde cualquier lugar".

En presencia de Augusto Delkader, presidente de la Cadena Ser, que la semana próxima recibe en Cádiz el premio Federico Joly, Gabilondo abogó porque empresa y periodismo vayan de la mano. Eso fue lo que hizo posible el éxito del caso Watergate. El alarde de Woordward y Bernstein no habría sido posibole sin  la audacia de la editora Katherine Graham.

 "El periodismo, y no sólo el periodismo, está teniendo problemas para comprender la fisonomía del mundo que se está construyendo", dice Gabilondo. Habló de Waterloo, pero en referencia a la Cartuja de Parlamde Stendhal cuyo protagonista andaba perdido en esa batalla. Lo acompañaron sus amigos, su esposa, Lola Carretero, su hermano Ángel Gabilondo, ex ministro y ex rector. Estuvo el alcalde de Sevilla, Juan Espadas y el ex alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín, que fue Baltasar en la Cabalgata de Reyes de 2002 en la que Iñaki Gabilondo fue rey Melchor.   

 ANDALUCÍA es una tierra grande, hermosa, vieja y sabia. Siéntase orgulloso de ser andaluz”. La frase le llegó a Iñaki Gabilondo (San Sebastián, 1942) al comprobar el contraste entre la feracidad de la vega de Carmona y el drama de un pueblo que todavía vivía el drama de la emigración. Casi medio siglo después de acuñarla en el frontispicio de Radio Sevilla, esa frase le ha sido devuelta “como un regalo” al ser investido doctor honoris causa por la Universidad de Sevilla. Casi un regalo de cumpleaños, porque el sábado cumple 77 otoñales primaveras.

Entró en el Paraninfo acompañado del doctor más veterano, Ángel Acosta Romero, y el más joven, Isaac López Redondo. Hizo la laudatio Antonio López Hidalgo, catedrático de Periodismo de la Facultad de Comunicación y padrino del doctorando.

El eje central de la glosa de Gabilondo fue la entrevista que le hizo a Felipe González el 1 de diciembre de 1995. Dos hombres solos en un plató, ocho millones de telespectadores y una pregunta: “¿Organizó usted el GAL, señor González?”. Como el guión de una película de Costa-Gavras. En el crepúsculo del felipismo. Ayer, el autor de aquella entrevista histórica, así la calificó Eduardo Haro Tecglen, volvió a la antigua Fábrica de Tabacos en la que su entrevistado estudió Derecho y forjó su vocación política.

El rector de la Universidad, Miguel Ángel Castro, le entregó el Libro de la Ciencia, la medalla, el birrete laureado, el anillo y los guantes, un ritual ancestral para un periodista que piensa que “lo que viene detrás no está escrito”. Muy pronto apareció el nombre de Waterloo, no por la madriguera de Puigdemont, sino por la batalla a la que acudió Fabrizio del Dongo, el protagonista de La Cartuja de Parma.

El síndrome de Stendhal lo contrae Gabilondo en Sevilla, “la ciudad que me enseñó a entender la vida de una forma integral y en la que me descubrí a mí mismo”. La ciudad, diría AntonioLópez, “donde descubrió la sensualidad y el paganismo”. De profesión contemporáneo, como le gusta llamarse, fue coetáneo de los Beatles, vivió en París el mayo francés, en Donosti el juicio de Burgos y en Radio Sevilla la muerte de Franco. Asumió la dirección de esta emisora, tras una breve etapa en funciones de Juan Tribuna, por el trágico accidente de automóvil que le costó la vida a Manuel Alonso Vicedo el 5 de mayo de 1972. Gabilondo lo recordó ayer como representante de Radio Vida, emisora a la que mencionó junto a Hora 25.

En Sevilla asumió la dirección de una emisora que había sido instrumento de propaganda de Queipo de Llano. Aquí vivió uno de los muchos cambios, la transformación de un medio “que era absolutamente popular, cálido y familiar, pero a la que se le había amputado la información”.

“Vivimos tiempos de estupor. Si es que existió alguno que no lo fuera”. Con la enseñanza de los idus de marzo tras el asesinato de Julio César, cree que “no nos ocurre nada que no haya ocurrido antes”. Lo nuevo “es la velocidad de los cambios, su programación universal y los crecimientos exponenciales”.

Este periodista de referencia, de cabecera, de mesita de noche, fue objetivo de los golpistas del 23, intentona que vivió en primer plano en el relevo de Suárez por Calvo-Sotelo en la presidencia –los dos predecesores de su entrevistado–, investigó los crímenes del GAL y fue objetivo de ETA, lo que le obligó a vivir durante once años con escolta.

Como Elcano, Ybarra o Rafa Iriondo, ha sido otro vasco fundamental en Sevilla. En línea con el primero, Gabilondo describe un mundo cuyo eje hegemónico se ha desplazado “del Atlántico al Pacífico”. Advierte de los daños del paraperiodismo y sus “bastardías”, de los efectos colaterales de internet y las redes sociales, “el anonimato es un arma de destrucción masiva”.

En 2008, Gabriel García Márquez le entregó un premio de Periodismo en Monterrey. Gabilondo también vive para contarlo. “Nuestro oficio consiste en contar, pero hemos dedicado más tiempo a contar oyentes, lectores, espectadores y anunciantes que a reflexionarsobre qué hemos de contar y cómo para recuperar la confianza perdida”.

José Carlos Carmona dirigió el Coro de la Universidad. Gabilondo se sabe el Gaudeamus Igitur. Estuvo Lola Carretero, su esposa sevillana. Su hermano Ángel, ex rector y ex ministro. Sus amigos María Esperanza Sánchez y Paco Lobatón. Su jefe Augusto Delkáder, que la semana que viene recibe en Cádiz el premio Federico Joly. Compromiso y rentabilidad son compatibles en el periodismo. La guerra de la independencia de todo periodista “alcanza sus victorias más gloriosas cuando la libra en complicidad con su empresa”. El caso Watergate de Woodward y Bernstein no habría sido posible sin la audacia de su editora Katharine Graham.

Cuando llegó a Sevilla era alcalde Juan Fernández, que cambió la Feria de sitio. Hoy es Juan Espadas, que asistió al acto. Como el ex alcalde Alfredo Sánchez Monteseirín, rey Baltasar cuando Gabilondo encarnó a Melchor en la Cabalgata de Reyes de 2002.

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