Sevilla vuelve a echar humo
Cachimbas
La vuelta a la normalidad trae consigo el regreso de las cachimbas en las terrazas de los bares y discotecas, un producto aún pendiente de legislar
La ciudad del humo
Sevilla/Un síntoma de que la normalidad está volviendo a las calles es la presencia de cachimbas en los veladores. La pandemia frenó en seco el auge de estos productos humeantes, que habían inundado bares, discotecas e incluso bodas. Permitían fumar sin tener que abandonar el local, compartiendo la manguera entre varias personas. Algo que no se permitía al tabaco convencional, que arremolinaba en las puertas de los establecimientos a los fumadores de cigarrillos. Además, en el caso de las cachimbas existe un vacío legal, puesto que las autoridades no se habían pronunciado sobre ellas hasta la llegada del coronavirus. Esto hizo que se prohibiera algo que nunca se había autorizado, haciéndolas visibles en el plano legislativo.
El regreso de las cachimbas a los consumidores se hizo con la obligación de que fuera individuales y con mangueras desechables, minimizando el riesgo de contagio. Aparte, debía existir una distancia de metro y medio entre fumador y fumador. Esto provocó que los hosteleros contaran con mesas para una sola persona en sus terrazas y que sus adeptos se fueran a los parques para consumirlas. Progresivamente, los locales están incorporándolas, aunque siguen sin estar presentes en las zonas más concurridas como el Paseo de Colón, las discotecas de verano o en el interior de los locales. Los que se aventuran a ofrecerlas a la clientela lo hacen con mangueras desechables e intentando controlar las distancias y que no se compartan, pero la tarea resultar harto complicada. Algunos de esos hosteleros consultados por Diario de Sevilla prefieren no revelar su identidad por temor a las multas. Y explican que aún el nivel de ventas no se ha recuperado con respecto a la pandemia.
Un panorama opuesto presentan las marcas que venden las cachimbas y sus accesorios. Norberto Pérez, director estratégico de la compañía sevillana Bengala Spain, uno de los gigantes del sector a nivel nacional, explica que "en 2020 vendimos más que en 2019". Un indicador que muestra como el confinamiento mejoró sus resultados. "Las webs de las tiendas reventaron", recuerda este joven empresario. No obstante, matiza que la legislación más laxa de la Comunidad de Madrid ha hecho que arrebate a Sevilla su tradicional liderazgo español en este terreno. "En Madrid se han triplicado las ventas con respecto a antes de la pandemia", detalla Pérez, que sabe de casos de clientes que cogían un AVE para ir a Madrid para sólo fumar cachimbas y volver al igual que durante el franquismo había quienes viajaban a Perpiñán para ver El último tango en París.
Las diferencias legislativas en el caso de las cachimbas entre comunidades son manifiestas. Mientras Andalucía fue tajante y las prohibió por el fuerte impacto que tienen en la vida de miles de jóvenes, otras comunidades del nortel de la península no se pronunciaron porque no es un producto que esté arraigado en sus costumbres. Algo que está cambiando por el creciente impacto de este producto, presente en las redes sociales y en la vida de multitud de personas públicos que hacen apología de este aparato oriental que se creó a mediados del siglo XVI.
Los 'pods' un sustituto que evita el compartir las cachimbas
"Es un dispositivo manejable del tamaño de un dedo". Así lo define José Carlos Jiménez, de la compañía Brooklyn Pods. Habla sobre un nuevo vapeador desechable llamado pod. Para los no iniciados en la materia, vendría a ser una cachimba de mano de usar y tirar. Los hay de varios sabores (mango, uva, melón, sandía, etc) y pueden tener o no nicotina. El hecho de no tener que cargar su batería o recargar sus sabores, puede hacer que ganen sitio en el mercado tabaquero, donde conviven los cigarrillos clásicos, los cigarrillos electrónicos, los vapers recargables o las anteriormente mencionadas cachimbas. En el caso de los pods, su batería tiene una duración de medio millar de caladas. Su sencillez está haciendo que ya sean vendidos en bares y discotecas de la ciudad, donde el camarero los expende como si fueran bebidas o montaditos. Su precio oscila entre los 10 y los 25 euros y, al igual que las cachimbas, es una tendencia que ha empezado en el sur de España y la está recorriendo hacia al norte.
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