Plaza Nueva: Rafael Barbudo

“A Del Valle no le perdonaron nunca sus orígenes guerristas”

  • Cordobés, vino a Sevilla a estudiar Medicina. Fue concejal entre 1983 y 1991, las dos legislaturas de Manuel del Valle en la alcaldía, a quien considera junto a Zoido uno de los mejores alcaldes de la ciudad

Rafael Barbudo, en la calle Eduardo Dato, en Nervión.

Rafael Barbudo, en la calle Eduardo Dato, en Nervión. / José Ángel García

MÉDICO especialista en la rodilla, Rafael Barbudo (Córdoba, 1941) siempre ha ido de pie por la vida. Al principio, con algún problema de protocolo, iba en moto al Ayuntamiento. Tres hijos. Siete nietos.

–En 1983 va en la lista que encabeza otro médico, Pedro Albert.

–Aunque yo no hice neurocirugía, era mi jefe y mi maestro. Una persona irrepetible. Con Paco Aguilar Cortés, mi jefe en traumatología, Albert y él me iniciaron en el submarinismo en Tarifa.

–¿Y en la política?

–Fue una encerrona que me hicieron Miguel Lasso de la Vega y otros amigos farmacéuticos. Me llevaron a un acto de Alianza Popular en las Piscinas de Coria. Uno del público pidió la opinión del partido sobre el cierre de la verja de Gibraltar. Le respondí que debía preocuparse de los problemas que había en Coria.

–¿Su bautismo fue municipal?

–En el 82 fui en las listas al Congreso de número cinco. No salí de milagro. El que iba de tres dimitió y al uno, que era Verstrynge, Fraga lo quería para las municipales de Madrid. Me salvó su mujer, María Vidaurreta, que le dijo que más valía pájaro en mano.

–¿Dejó la profesión?

–A las ocho de la mañana ya estaba en el hospital. En el Macarena, donde me jubilé, aunque yo empecé en el de las Cinco Llagas.

–En la oposición los ocho años de Manuel del Valle alcalde...

–Con Juan Ignacio Zoido, los dos mejores alcaldes que ha tenido Sevilla. A Manuel del Valle le pusieron zancadillas al principio y al final. Nunca le perdonaron sus orígenes guerristas. Una vez le infiltré en el codo y casi se desmaya.

–Su especialidad fue la rodilla.

–Dirigí la Unidad de Rodilla en el hospital Macarena y fui a París a aprender la técnica de la prótesis de rodilla.

–Juan Fernández y Alfredo Sánchez Monteseirín. Dos alcaldes de Sevilla médicos.

–Alfredo no era médico ni ha sido médico en su vida. Dicho por compañeros suyos que los tuve de alumnos.

–En 1987 va de número cinco, entre Alberto Jiménez-Becerril y Jaime Bretón. ¿Ejerció de maestro de la cantera?

–Me adoptaron de tutor. Jaime era el más joven de toda la corporación y se pegó a mi lado. La muerte de Alberto y Ascen me cogió en Estados Unidos, en Orlando, en un congreso de la Sociedad Americana de Cirugía Ortopédica que me invitaban muchos años. Me impresionó muchísimo. Cuando llegué a Sevilla, el chófer de Soledad Becerril me dijo que estaba vivo de milagro. Querían cargarse a Soledad, en Mateos Gago nada menos, cuando el coche pasaba por La Goleta, pero el inhibidor de frecuencias que acababan de instalar en el coche bloqueó el explosivo. Enrabietados, se encontraron con Alberto.

–¿Dónde lo pasó peor Soledad, de oposición de Del Valle o de socia de Rojas-Marcos?

–Conociendo a Alejandro, debió pasarlo peor con él. Tenemos cierta amistad. Cuando los dos partidos estábamos en la oposición, organicé una fiesta de disfraces. Fuimos vestidos de indios. Una broma con la candidatura de Luis Yáñez a la alcaldía, que había sido compañero mío de curso y ahora somos vecinos.

–Cuando el PP pacta con el PA para gobernar, lo deja...

–Valentín Franco y yo le dijimos a Soledad que no repetiríamos. A Valentín, ingeniero de caminos, le ofrecieron la dirección ferroviaria de Azvi, la empresa de Contreras.

–Llegó a ser teniente de alcalde.

–Muy poco tiempo, hasta que cambiaron la Ley de Régimen Local. En la toma de posesión, el secretario del Ayuntamiento, Juan Antonio Cámpora, me dijo: ‘Rafael, ya sabes que si te mueres tienes enterramiento gratis’. Los tenientes de alcalde estaban exentos de las tasas municipales de cementerios. Más de una vez lo he recordado porque he superado tres cánceres de colon, de vejiga y un melanoma en el ojo derecho.

–¿Vivir en Nervión afecta a sus colores balompédicos?

–Soy sevillista por vivir en Nervión. Nos hicimos socios a la vez Javier Arenas, Manolo García y yo, yo lo dejé porque lo que a mí me gustaba de verdad los fines de semana era ir a cazar. Una afición de familia. He hecho caza mayor en Sudáfrica, Polonia o Turquía.

–¿Su balance de la política?

–Un paréntesis de mi vida para darle algo a la sociedad que siempre me dio y me sigue dando y la oportunidad de conocer gente maravillosa y otra no tanto.

–¿A qué dedica su tiempo?

–El campo ya es más fuerte que yo, con el tenis no puedo. Practico el golf y releo unos libros de Gérard De Villiers que compré para mejorar mi francés cuando fui a París. Todo el mundo estuvo en mayo del 68. Yo llegué en 1970 y vi algunos vestigios, como una pintada cerca del mercado de Saint-Denis: Abajo la cruel tiranía del pene.

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