Las anécdotas de Sevilla
puntadas con hilo
La ciudad debería dejar de venderse en el exterior por sus tópicos y una campechanía que tiene bien poco arte.
LAS cosas que pasan en Sevilla se parecen cada vez más a las cosas de Pepe da Rosa. Sevilla está llena de anécdotas que sólo ocurren en esta tierra. Y así lo reconoce el propio alcalde, Juan Ignacio Zoido. Sin ir más lejos, la última anécdota sevillana es la de los dos operarios de la Torre Pelli que coronaron el rascacielos esta semana sellando a la estructura un escudo del Betis. Qué arte, ¿no? Ninguno. La broma a punto ha estado de costarle el sueldo del mes a los obreros, que grabaron el acto en un vídeo que ha dado la vuelta al mundo.
Youtube tiene ya en su archivo una anécdota más que presenta a una Sevilla salerosa que ha hecho famosa en el mundo a la Torre Pelli -más que para suerte, para desgracia de su arquitecto- por el Betis y la eterna rivalidad futbolística de una ciudad. Y mira que el alcalde tenía interés en que la torre no fuese conocida sólo por la polémica... En Rusia se comprometió a aprovechar el debate generado por el rascacielos para fomentar el debate sobre la protección de las ciudades Patrimonio de la Humanidad. ¿A quién le interesa eso de la Unesco? A pocos o a casi ninguno y quien no se lo crea que mire los últimos barómetros de opinión.
Aquí lo que vende es el Betis y el Sevilla. La Feria y los toros. Y la Semana Santa. Y sin desmerecer para nada a estas fiestas mayores, grandioso patrimonio de la capital, Sevilla tiene que ser algo más que eso. Por mucho que tenga un alcalde campechano cuya imagen despierta la simpatía de muchos dentro -la oposición está convencida de que cada vez menos- y fuera. Zoido tiene su club de fans y hay quienes, sin comulgar con sus ideas políticas, o con su proyecto, ven en él una buena persona.
El alcalde ejerce de sevillano, en el sentido más rancio de la palabra. Y por eso le gustan las anécdotas de Sevilla, que son las cosas que la ciudad exporta como su mejor carta de presentación. Y ahí está la campaña turística de los reyes magos durmiendo la siesta al sol en la Plaza Virgen de los Reyes. Las flamencas en el cartel de la Copa Davis. Lo clásico, lo de toda la vida, como la Navidad que el PP pretende patentar en Sevilla para la posteridad. Aunque ahí sí que hay una tremenda incongruencia: ¿Desde cuándo nieva en Sevilla en diciembre? ¿Y las casetas nórdicas de la Puerta Jerez? En fin, la Navidad ya es pasado. A otra cosa. Y otros chistes. La última estampa de Sevilla que se difundió ayer en Twitter también tiene bien poco arte: el Giraldillo tumbado por el temporal de viento. Qué ocurrencia... ¿A que se hunde un día la Giralda y algunos ni se enteran?
Sevilla necesita un empujón. Pocos pueden cuestionarlo. Sevilla requiere nuevas ideas que proyecten una imagen moderna y competitiva en el exterior. Una cara que tiene que ver con el talento, un concepto devaluado desde que al gobierno de Zoido se le ocurrió lanzar su particular versión de OT. (Por cierto, ¿quién ganó?).
En la era Zoido, aunque algunos quieran negarlo, hay talento, buenas ideas y buenos gestores. Pero trasciende poco. Quizás el fallo está en la venta del producto. Muy pocos saben el éxito que ha supuesto la celebración del Mundial de Balonmano esta semana. Nunca con sólo 100.000 euros Sevilla ha gozado de mayor difusión: 5.400 personas han dado color en dos ocasiones al pabellón de San Pablo, 2.000 aficionados han comido y pernoctado en la capital, la mitad daneses, y cinco televisiones han emitido imágenes de Sevilla a medio mundo. El balonmano, un deporte aquí minoritario, también es una cosa de Sevilla. Una más entre otras que no son precisamente anécdotas.
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