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Acto en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla

Hernán Cortés da lustre al 323 aniversario de la Real Academia de Medicina de Sevilla

El retratista gaditano, Hernán Cortés Moreno, durante la lectura de su discurso en el acto por elDía de la Academia en la RealAcademia de Medicina y Cirugía de Sevilla.

El retratista gaditano, Hernán Cortés Moreno, durante la lectura de su discurso en el acto por elDía de la Academia en la RealAcademia de Medicina y Cirugía de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

En la calle Abades, en un edificio paredaño, y con un jardín común a otro rehabilitado en la Casa de los Pinelo, que sería sede de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, late desde 1976 el corazón de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla (Ramse), una institución médica que, alejada de los focos mediáticos, ha logrado cumplir, justo ahora, los 323 años. No hay otra más antigua en toda Europa. Tampoco en todo el mundo.

La institución sevillana, que hoy preside el cirujano cardiovascular Carlos A. Infantes Alcón, fue creada el 25 de mayo de 1700, año en el que el rey Carlos II, el último de los Austrias, aprobó las primeras Ordenanzas, mediante Real Cédula del Consejo de Castilla, que dio lugar a la Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla. "Es la primera del mundo con este título que hace referencia expresa y destacada a la Medicina, sin dejar de vincular su estudio a otras áreas de conocimiento científico", reza en el apunte histórico de la web oficial del órgano. Con la creación en 1830 de las Reales Academias de Distrito se acordó cambiar ese viejo nombre por el de Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. Y así sigue más de tres siglos después.

Por su salón de actos, llamado Ramón y Cajal, en el que se colocaron, artísticamente dispuestos, los retratos de todos los reyes y reinas de España desde Carlos II hasta hoy día, han resonado las voces de varios de los mejores representantes de la Medicina que han ejercido en Sevilla en el siglo XX y lo que llevamos del XXI. El doctor Federico Mayor Zaragoza, farmacéutico, profesor, poeta, político y alto funcionario internacional español, que fuera director general de la Unesco entre 1987 y 1999, fue el elegido para el acto inaugural de este edificio con motivo de su recepción como Académico de Honor, nombramiento reservado a un selecto grupo de nombres, en el que figuran los Premios Nobel de Medicina Alexander Fleming y Severo Ochoa; o los profesores Gregorio Marañón y Jiménez Díaz, entre otros.

Pinceladas históricas que se encargó ayer de recordar el doctor Jorge Domínguez-Rodiño Sánchez-Laulhé, Académico de Número de la Ramse, en el acto con el que se celebró en la sede antes descrita el Día de la Academia, y que contó con la presencia del viceconsejero de Salud, Miguel Ángel Guzmán, y con un varias decenas de personas más que hicieron el lleno absoluto en tan célebre enclave. Domínguez-Rodiño también fue el encargado de presentar el plato fuerte de tal histórica celebración: la conferencia impartida por el retratista gaditano Hernán Cortés Moreno, invitado de honor para la efemérides y Académico de Número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Una imagen aérea del salón de actos lleno en el acto en la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. Una imagen aérea del salón de actos lleno en el acto en la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla.

Una imagen aérea del salón de actos lleno en el acto en la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

"Un conferenciante de fuste", elogió Domínguez-Rodiño. "Considerado como su máximo exponente en el difícil arte del retrato", añadió el académico, antes de hilar una emotiva presentación. Hernán Cortés es hoy responsable de la reorganización del museo de esa Academia nacional. "Un museo muy desconocido que les aseguro puede competir perfectamente con el nuestro de Sevilla, en poder señalarse, como segunda pinacoteca de España, como he tenido recientemente ocasión de comprobar, de la mano del propio Hernán Cortés, que amablemente me lo enseñó", apuntó el académico.

Domínguez-Rodiño inició su discurso justificando el "atrevimiento" de un "modesto médico" de presentar "a un pintor tan importante". Encargo que dijo recibió del hermano del conferenciante y amigo, el cirujano Antonio Cortés Moreno. Emuló para explicarlo al ilustre Gregorio Marañón y dijo "el mundo señoras y señores, en lo grande como en lo pequeño, se maneja por invisibles razones". Habló entonces de lazos familiares.

"Y entre estas razones que no se dejan ver, se hallan dos que son a las que debo el encontrarme hoy en esta tribuna. Una, que el padre de Hernán Cortés, el doctor Antonio Cortés Sabariego, y el mío, el doctor Eloy Domínguez-Rodiño y Domínguez-Adame, eran grandes amigos, unidos ambos por su amor a la cultura", indicó, antes de recordar sus encuentros en casa y también en esta Academia. "Siempre con una sonrisa enorme y cautivadora", puntualizó. "Y la segunda razón es que también a mí me une una gran amistad con el hermano de Hernán, con el doctor Antonio Cortés Moreno, brillante cirujano ortopédico, con el que comparto el orgullo de ser ambos discípulos del doctor Manuel Rull González, nuestro maestro, que tanto nos enseñó de nuestra especialidad, siendo Antonio el que me pidió que hiciera esta presentación", añadió.

La elección del retratista Hernán Cortés para el histórico aniversario en la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla no es casualidad. Como su padre y hermano, el pintor iba para médico, pero fue su madre, pintora frustrada, quien le inculcó el amor a la pintura, regalándole sus primeros pinceles con apenas seisaños, relató Domínguez-Rodiño.

La hecatombe de no seguir los pasos de su progenitor, pediatra, la resolvió Dámaso Alonso, amigo de su padre, que intercedió a su favor, dando a entender "que se podía ganar mejor la vida siendo un buen pintor que un médico mediocre", como recordó ayer Domínguez-Rodiño, arrancando tímidas risas entre los asistentes. Fue precisamente el famoso poeta de la generación del 27 quien le abrió las puertas a su profesión de retratista. Un retrato suyo a principios de los años ochenta fue su carta de presentación para dar el salto a los grandes retratos de encargo.

En esa sucesión de elogios a la persona de Hernán Cortés, Domínguez-Rodiño alabó al retrato y la dificultad de su acierto, sobre todo, cuando el representado está difunto. "Por eso es tan relevante la notoriedad alcanzada por Hernán Cortés, porque hace algo que es muy difícil, y además lo hace muy bien", dijo sobre el conferenciante invitado, y se emocionó al explicarlo con una experiencia personal. 

"Hernán Cortés ha contado en una entrevista sobre la gran responsabilidad del pintor cuando el retrato es encargado por la familia de un difunto. Según él, si aciertas, ese momento en que la madre se encuentra con el retrato de su hijo es conmovedor. Para ella es como volver a verlo. Y bien cierto que esto es, lo sé porque lo he vivido en mi familia", recalcó. "Eso ocurrió cuando mi abuelo recibió, como obsequio de unos clientes, un retrato de mi tío Francisco, que había muerto joven, y que encargaron a Miguel Ángel del Pino. Las palabras de don Eloy, presidente de esta Real Academia de 1945 a 1951, fueron: Yo creía que no volvería a verte Curro… y esta tarde te he visto otra vez. ¡Oh maravillosos pinceles de Miguel Ángel, cómo han sabido darte vida! Viéndote esta tarde, nos parecía que ibas a salir hablando", relató emocionado.

Tras un sonoro aplauso, Hernán Cortés inició su esperado discurso hablando del retrato, de su obra que mejor lo define. Pero también de su ciudad natal, Cádiz, y de su padre. De cómo éste, "un pediatra de aspecto venerable, y muy dado a cruzar unas palabras con cualquiera que se le acercara", le enseñó a descubrir "sus rincones y la grandeza de su bahía", que tanto habría de influir luego en su obra pictórica, dijo, antes de mencionar que, también de su progenitor, heredó la pasión por la cultura. "Para él era un fundamento de su profesión y de su vida", destacó.

Hernán Cortés junto a un grupo de paisanos de su ciudad natal, Cádiz. Hernán Cortés junto a un grupo de paisanos de su ciudad natal, Cádiz.

Hernán Cortés junto a un grupo de paisanos de su ciudad natal, Cádiz. / Juan Carlos Vázquez

Es entonces cuando habló de su hermano, "reconocido médico aquí en Sevilla", quiso destacar. "Cuando crecimos, mi hermano Antonio y yo íbamos para médicos. Antonio siguió la tradición paterna pero yo comprendía, desde que tuve un pincel en la mano siendo niño, que mi vocación era la de pintor. Por aquellos años, al comienzo de la década de los setenta, era preceptiva una prueba para ingresar en la Facultad de Medicina de Cádiz. Aprobé aquel examen y comencé el primer año, pero la pasión por la pintura era ya irrefrenable", argumentó ayer Hernán Cortés ante la atenta mirada de un estrado entregado. Entonces, vinculó ambas artes. "Aunque el destino me deparaba un camino muy diferente a través de la pintura y el retrato, verán que, al menos en mi experiencia, no son actividades antagónicas, pues tienen curiosos puntos de contacto", dijo, dedicando unas líneas al valor de la anatomía en la composición de un retrato.

"Debo añadir que mi padre comprendió lo inevitable de mi decisión cuando dejé los estudios de Medicina para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla", puntualizó antes de adentrarse en las entrañas de su conferencia titulada La experiencia del retrato en la actualidad.

A Hernán Cortés se le ha etiquetado como el retratista de las instituciones, de los poderosos, y lo cierto es que no hay político, intelectual o figura de las finanzas y la alta sociedad que se le haya resistido; incluso la mayoría de los miembros de la Familia Real ha posado para él. En 2009 realizó el gran políptico de los siete padres de la Constitución que preside la Sala Constitucional del Congreso de los Diputados. Antes de llegar a ahí, en sus inicios, su familia fue su inspiración.

"Desde que empecé a pintar me dejé atrapar por el retrato. Me gustaba dibujar a mis padres y hermanos, en poses desprevenidas, buscando resolver el principal reto que planteaba: el parecido. No se trata sólo de captar unos rasgos particulares, sino de responder a dicho reto y buscar los rasgos esenciales del modelo. Poco después, cuando empecé a dibujar en los talleres de Bellas Artes con desnudos al natural, sentí que representar el cuerpo humano desnudo era un desafío que me atraía profundamente. Una experiencia artística de primer orden", detalló, antes de dar una lección magistral del retrato. "Un particular repaso desde la experiencia personal", dijo.

También dedicó palabras a la técnica, la cual apoyó con una exposición de imágenes tras el estrado y con aclaraciones a los asistentes. Dijo que "se trata de concebir una obra a partir de una persona, con sus rasgos físicos, sus atributos y su presencia en el espacio, pues su peculiar manera de entrar en escena, nos dice mucho de un sujeto". "Captarla es, en mi opinión, otra tarea importante del pintor", argumentó y rechazó la idea equivocada "de que la práctica del retrato lleva al pintor a una situación de menor libertad artística que la dedicación a otras disciplinas plásticas".

Defendió la libertad del retratista desde la creatividad. "Cada vez se da menos que las instituciones o los particulares cuando encargan una obra pretendan imponer soluciones convencionales en lugar de otras más atrevidas, pero en caso de que así fuera, si el pintor defiende su independencia artística y se esfuerza en la búsqueda de la calidad pictórica, la resistencia desaparece". Y señaló al respecto: "Por ejemplo, los retratos de la fallecida Reina Isabel de Inglaterra que más notoriedad consiguieron, hasta para la crítica especializada, son los que la representaban de forma poco agraciada, incluso caricaturesca". "Vemos cómo poco a poco se invierten los papeles y de la sumisión del pintor al modelo, pasamos a la sumisión del modelo al pintor", resumió en ese repaso histórico de la técnica de sus inicios a nuestros días.

Y concluyó recordando un párrafo que Fernando Savater escribió en el catálogo de una exposición suya: "A medida que la universalidad se amplía (en demandas sociales y en desastres, en demostraciones de poder y en demostraciones de miserias) el interés por la individualidad se vuelve más y más irresistible. También más necesario. Convencidos en secreto de que nuestro nombre es Nadie, como el de Ulises, reclamamos ser tratados como personas. Es una muestra de idiotez, si se quiere: o sea, un lamento de la individualidad". Leyó y los aplausos invadieron el salón.

El presidente de la Academia, Carlos A. Infantes Alcón, con los Académicos de Número Emérito, Ignacio Gómez de Terreros y Joaquín Núñez Fúster. El presidente de la Academia, Carlos A. Infantes Alcón, con los Académicos de Número Emérito, Ignacio Gómez de Terreros y Joaquín Núñez Fúster.

El presidente de la Academia, Carlos A. Infantes Alcón, con los Académicos de Número Emérito, Ignacio Gómez de Terreros y Joaquín Núñez Fúster. / Juan Carlos Vázquez

Al finalizar tan festejado discurso se hizo entrega de la Estatuilla de Académico de Número Emérito de la Ramse a don Ignacio Gómez de Terreros, miembro de la Academia desde 1971 y Académico de Número desde 2008, en la plaza de pediatría social; y don Joaquín Núñez Fúster, en la corporación desde 1976 y como Académico de Número desde 2013, en la plaza de Archivística y Biblioteconomía Médicas.

El solemne acto terminó con el agradecimiento a los presentes del presidente de la Academia Carlos A. Infantes Alcón. Previo a un largo y sonoro aplauso.

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