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Metrópolis: barriada del Carmen

Un ascensor para alcanzar el Purgatorio

  • Entre el hospital y el hotel con ese nombre, está una barriada que construye en 1961 el Patronato de Casas Baratas. Nace ocho meses antes de la riada del Tamarguillo. Ha llovido mucho y la palabra-insignia es ascensor

Calle Avellana, que divide y articula el barrio del Carmen en dos.

Calle Avellana, que divide y articula el barrio del Carmen en dos. / María Pla

GERTRUDIS, en los pares, ya tiene ascensor. Francisco, en los nones, lo está esperando, pero la cosa va muy bien encarrilada. Antonio del Valle, administrador de una veintena de comunidades de la barriada del Carmen, antiguo vecino de la misma, compañero de colegio de Francisco, tiene cita en Urbanismo con el arquitecto y el constructor. “En una semana puede empezar la obra”, dice el administrador. “Es la mejor época. La gente está de vacaciones, no llueve, no hace demasiado calor”.

Si fuera una campaña electoral, la palabra Ascensor sería la fundamental en esta barriada de 800 viviendas inaugurada el 25 de marzo de 1961, ocho meses antes de la riada del Tamarguillo, y construida por el Real Patronato de Casas Baratas que presidía el conde de Halcón. Cuando hacen la barriada, todavía no existe el Hospital Universitario, lugar que entonces ocupaba el estadio de la Macarena cuyas pistas probaron el administrador y el próximo beneficiario de ascensor. El Hospital es ahora el vecino omnipresente, recordado por el cruce de las calles de la barriada: Doctor Leal Castaño, Doctor Marañón, Doctor Fedriani. Un conjunto que cierra en dirección León XIII la calle Purgatorio.

En algunos bloques hay carteles de Ascensores Ya. “Que los quiten ya”, dice el administrador. Por las calles del barrio hay carteles de una charla informativa sobre ayudas públicas a ascensores en la Asociación de Vecinos La Barzola, “habrá aire acondicionado”, a cargo de Sofía González, técnica del grupo municipal Participa Sevilla. “Es pura política, están jugando con la ansiedad de los vecinos con esa campaña de ascensores Ya y de los pisos-cárcel”, dice Del Valle, que se ha encontrado con su vecino al final de la calle Avellana.

Este barrio tiene una Gran Manzana, el nombre de la calle principal, que lo atraviesa de Doctor Fedriani, con la vergüenza de un pabellón de deportes cerrado hace varios años, hangar de okupas, hasta León XIII. El perfil del barrio es de clase media baja con una particularidad. “Muchos de los primeros inquilinos fallecieron y los pisos pasaron a sus hijos, que procedieron a venderlos o alquilarlos”. El administrador dice que es un buen momento para el alquiler. “Están llegando estudiantes de Medicina, médicos que empiezan”.

El administrador y el vecino en espera de ascensor nacieron el mismo año de 1957. Cuatro años después emergió el barrio. El Cerezo era todo campo. Junto a la calle Purgatorio, tienen recuerdos de un puro paraíso. “Mire, este barrio era el prototipo de las fotos de la Enciclopedia Álvarez”, explica Antonio del Valle, “los niños jugando al fútbol, las niñas al diábolo, las mujeres tendiendo la ropa en los árboles. Los sábados, asomados a las ventanas, los avioncitos pasando. Había muy pocos pisos con televisor y le ponían un celofán para verlo en color”. Tiempos de pandillas ajustadas a las calles, “¿te acuerdas de la banda del Camilo, la de las Setas, del agujero que tenía Dolores en el zapato por donde se quedaba con las bolas?”. Francisco ha tenido tres oficios “y otros que no tiene por qué poner”. Ha sido fontanero, soldador y taxista. “¿Mi vida? Muy poca niñez, muy poca juventud, porque me casé muy joven, tuve una hija.No hice la mili porque soy del año que el Rey Juan Carlos libró a los casados con cargas familiares”. Gertrudis le pregunta por el tipo de subvención para el ascensor y las condiciones del préstamo. “Es que hay gente que lo quiere gratis y nadie regala nada”. Gertrudis se vino desde el centro a la calle Manzana, donde vive su hija. “Como no tiene patio, allí no pueden poner ascensor”. Ella se mudó a la calle Avellana y allí tuvo más suerte. Su hija sigue sin ascensor, con el título de Empresariales, buen nivel de Inglés y con ese currículum se presentó a unas oposiciones para celadora de hospital.

El centro de gravedad del barrio es la plaza de San Gabriel junto a la parroquia de San Leandro. Allí hay un pequeño centro comercial que tiene el Horno Cipriano, Frutería, Panadería, La Farmacia del Carmen,Novedades Santana Ordóñez –papelería, droguería...– y la consulta de una podóloga de la que sale Ángela, hija de la República (Constantina, 1933), que trabajó sirviendo en una casa del Corral del Rey y vive en este barrio soltera. “Hay que tener talento. No me cojas cojeando”. Una vecina celebra que le hayan puesto ascensor. “Me operaron y no sé cómo podría subir a mi casa”.

En la barriada del Carmen hay bloques de diez, quince y veinte vecinos. La edad media fue subiendo con los años y el ascensor pasó de ser un capricho a una necesidad. En la plaza de San Gabriel hay una placa dedicada a honrar la memoria de Manuel Sánchez Sánchez, ElMelena. “Tus vecinos y amigos te agradecemos la dedicación y el cariño con que has contribuido a mejorar a nuestra barriada”. “Vivía en este bloque”, dice Mariano Pérez, “el Melenas ya murió y es verdad todo lo que dice esa placa”. Mariano nació en La Algaba, vive en la calle Avellana y ha trabajado toda su vida de albañil. “La crisis nos golpeó y en barriadas obreras como ésta mucho más”.

Mariano luce una camiseta alusiva al flamenco. El cronista pregunta por algún artista nacido o criado en el barrio. “De flamenco, no conozco a ninguno. Futbolistas sí ha dado este barrio”. Y señala el bloque de esta calle Avellana donde vivió Reyes, el bético, que jugó y ganó aquella final de la Copa del Rey de juveniles contra el Madrid de la Quinta del Buitre y de los pocos que llegaron al primer equipo. Llega un vecino entrañable. José Moreno Chaves nació en enero de 1936 en Montijo (Badajoz). Se vino en busca de una vida mejor y trabajó de albañil en la construcción de El Trobal, una de las pedanías de Los Palacios para la población agrícola. Tiene diez nietos. Uno de ellos se llama Alberto Moreno y juega en el Liverpool, donde participó en la reciente victoria sobre el Manchester City de Guardiola. Nieto de Premier.

El 13 y el 14, que vienen de la plaza del Duque, vulgo Corte Inglés, y buscan Pino Montano y el Polígono Norte tienen parada en la misma puerta de esta barriada, que se presenta como una hondonada, un valle urbano a cuyas calles se accede por rampas o por escaleras. Francisco, el vecino que pronto estrenará ascensor, volvió al barrio donde creció después de estancias vitales en la Carretera de Carmona y en Coria del Río. “Cuando me casé me fui de la casa de mis padres para irme a vivir con mi suegra”.La barriada del Carmen limita con un nuevo vecino. La cafetería y confitería Pallares abrió el 1 de mayo de este año. Cruzó de la otra acera de Doctor Leal Castaño para extender su manto de sabores y saberes desde el obrador original de la barriada del Cerezo, la Onu de la Macarena. Orgullo de barrio que cada Miércoles de Ceniza, como un reloj, lleva sus torrijas a Casa Ricardo, junto a la casa-hermandad del Gran Poder, para endulzar la Cuaresma de su distinguida clientela. “El negocio lo empezó mi abuelo, Julián Pallares, en 1976”, dice un camarero de la tercera generación. La controversia de los ascensores divide a la barriada y le da trabajo a la podóloga. El administrador, curtido en estas lides, dice que para tener ascensor hay que cumplir una serie de requisitos. “El primero es el empadronamiento. Hay gente que mantiene el piso como una segunda vivienda pero vive en un pueblo o en otro barrio. Tú no puedes estar empadronado en dos sitios”. Francisco, al que su hija le libró de la mili, se despide de Josefa. “Aquí nos conocemos todos”. Desde la séptima planta del Hospital Macarena sorprende que casi seis décadas después esta barriada de 1961 mantenga la simetría de sus formas, la armonía de sus bloques. Arranca con estructuras trapezoidales acompañadas de pequeños patios y después da lugar a bloques rectangulares. En la otra acera, que ya es otro barrio, está el Instituto de Educación Secundaria Miguel de Cervantes, cuyo hidalgo confundiría las aspas de los ascensores con corazas de gigantes. La peña del barrio está cerrada. Hay una plaza con una fuente en el centro y los últimos bloques están protegidos por una valla.

La hija vive sin ascensor en Manzana y la madre lo tiene en Avellana. Y Ángela, la soltera con talento, rebosa optimismo camino de su casa desde la consulta de la podóloga, una institución en el barrio. Pregunta a un vecino por sus vacaciones. “Muy cortitas, pero muy buenas”. Lo bueno si breve... Donde campea Cervantes, tiene sitio Gracián. En las inmediaciones del hospital, se oyen conversaciones típicas de hospital, “no sé si es tendinitis o bolsitis” y otras más propias de las fechas, “nosotros nos vamos a ir al Algarve”. La mejor época para instalar un ascensor en la casa del hijo pródigo, el que cambió el rancho de la madre por el de la suegra. La madre política.

La Historia de una Escalera con derechos de autor de Antonio Buero Vallejo se ha convertido en la Historia de un Ascensor. Todos los bloques tienen cuatro plantas. El cielo puede esperar a dos pasos del Purgatorio. Los vecinos de la barriada del Carmen tiene muy cerca el hospital y el cementerio. Bueno es saberlo, mejor no hacer uso de ellos. Historia de las Casas Baratas. “La Junta me pagó la mitad de la mitad de la subvención, falta la otra mitad”, dice Francisco entre recuerdos de las banda de Camilo y las Setas.

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