La ausencia no tiene mayoría de edad

El pleno al 15 de la quiniela es el Sevilla-Getafe, el partido que hace 18 años dejó al sevillismo conmocionado con el desmayo, traslado y muerte de Antonio Puerta

Calle Antonio Puerta en la calle donde creció, a dos pasos del estadio.
Calle Antonio Puerta en la calle donde creció, a dos pasos del estadio. / Juan Carlos Vázquez

23 de agosto 2025 - 07:00

El pleno al 15 de la quiniela es el Sevilla-Getafe, el partido que hace 18 años dejó al sevillismo conmocionado con el desmayo, traslado y muerte de Antonio Puerta

Sevilla-Getafe es el pleno al 15 de la segunda jornada de Liga y de la Quiniela. Después de boletos con partidos de las ligas sueca, noruega y danesa ha vuelto el fútbol patrio. Y lo hace con el partido que se va a disputar el lunes 25 de agosto, justo 18 años después del desvanecimiento de Antonio Puerta (1984-2007) en un Sevilla-Getafe de la temporada 2007-2008. La ausencia no conoce la mayoría de edad. Puerta murió tres días más tarde. Todo apuntaba a que iba a ser el año de su consagración. Y en cierta forma lo fue si nos atenemos a los versos de Pedro Salinas que explican el título de la escalofriante autonovela de Francisco Umbral, que murió el mismo día que Puerta: “… esta corporeidad mortal y rosa donde el amor inventa su infinito”.

Umbral había perdido a su hijo, al fruto de su relación con María España, y Aitor Puerta había perdido a su padre cuando todavía estaba en las entrañas de su madre. Murió como morían los héroes homéricos, joven y hermoso, como lord Byron, James Dean o Mariano José de Larra, al que Cernuda le dedicó unos bellísimos versos. Larra, el Pobrecito Hablador como firmaba muchos de sus artículos, es vecino en el callejero de Antonio Puerta. Nunca nadie había nacido tan cerca del estadio donde triunfó. No es que fuera de la cantera, era mucho más, la piedra angular que en su caso no desecharon los arquitectos. Larra se pegó un tiro con 27 años, los que tenía Pedro Berruezo, titular de una de las puertas del estadio, cuando exhaló su último suspiro en Pasarón, el mítico estadio del Pontevedra, la ciudad donde un toro bien bravo ha frenado en seco el verano de Morante.

La leyenda del Sevilla de los laureles europeos empieza con Antonio Puerta. Con su gol en el minuto 100 al Schalke 04 un jueves de Feria. 27 de abril de 2006. Ese día mi hija Carmen, la que nos ha hecho abuelos, cumplía doce años. Un gol que era un pasaje para la final de Eindhoven frente a un equipo inglés tan bravo como impronunciable. 4-0, uno de los goles de Maresca, que ahora entrena al Chelsea. Ese mismo día moría Jacinto Pellón, el artífice del éxito final de la Expo 92. El año de Curro y el gigante de Pakistán, Maradona fichó por el Sevilla y Antonio Puerta tenía siete años.

2007 iba a ser su gran año. El 16 de mayo jugó la final de la Copa de la Uefa frente al Espanyol que entrenaba Ernesto Valverde. Al Sevilla lo dirigía desde el banquillo Juande Ramos, un manchego de Pedro Muñoz, pueblo cuyo nombre me sirvió para un curioso debate toponímico y balompédico con Fernando Iwasaki. El partido y la prórroga terminaron en empate. Puerta marcó el penalti definitivo. En el rival jugaba Dani Jarque, que murió un año después cuando su equipo estaba concentrado en Italia. Su inmortalidad, como el poema de Salinas, la certificó Andrés Iniesta al mostrar a todo el mundo su camiseta interior después de batir al portero holandés en la final del Mundial de Sudáfrica. Puerta sólo jugó un partido con la selección española. Fue contra Suecia en octubre de 2006 para la clasificación a la Eurocopa de 2008. Lo convocó Luis Aragonés en sustitución de José Antonio Reyes, que comparte panteón de sevillistas con Berruezo y Puerta. Esa Eurocopa, la del gol de Fernando Torres a Alemania para acabar con el maleficio del gol de Marcelino a la Unión Soviética en junio de 1964, también es de Antonio Puerta.

Un mes y una semana después del triunfo de Glasgow, participó en el Santiago Bernabeu en la final de la Copa del Rey contra el Getafe al que entrenaba Bernd Schuster. Ganó el Sevilla con un gol de Kanouté, que como cuenta Juancho Solís en su biografía llegó al equipo de Nervión desde el West Ham United, el equipo de Alfred Hitchcock. En el Getafe jugaba Dani Güiza, el último futbolista español que ha conseguido el Pichichi (temporada 2007-2008 con el Mallorca).

Antonio Puerta tendría ahora cuarenta años. La edad a la que empieza la nostalgia, según Jaime Gil de Biedma. En su multitudinario entierro fue la única vez que vi en persona a Raúl y a Guti. Movilizó a todo el fútbol. Nació en 1984, año de Eurocopa. España se clasificó gracias al 12-1 a Malta y eso que el árbitro le anuló un gol a Gordillo. Una goleada en la que según la viñeta de Forges en Diario 16 participó Atín Aya deslumbrando con el flash a Bonnello, el portero maltés, que suena a Humphrey Bogart.

El 15 de agosto de 2007 Atín Aya ya andaba delicado de salud. Algunos amigos fuimos a su casa. Preparó una cena exquisita con tomates que le trajeron de Alajar, donde está la peña de Arias Montano. Estaba allí su inseparable Diego Carrasco y en algún momento se debió pasar su ‘hermano’ mayor Manuel Salinas. Como en el cine de antes había sesión continua. Más bien era un zapping para ver a los dos equipos de la ciudad. El Sevilla jugaba contra el AEK de Atenas, al que entrenaba Lorenzo Serra Ferrer. Ganaron los de Nervión con goles de Luis Fabiano y Kanouté. El locutor dijo algo a lo que casi nadie daría mucha importancia: que Antonio Puerta había sentido una pequeña indisposición y no estaba disponible para el partido. Los síntomas volvieron a aparecer diez días después, esta forma de manera irreversible. El Betis, a su vez, entrenado por Héctor Cúper, vencía 1-0 al Real Madrid en la final del trofeo Carranza. Schuster había pasado del Getafe al banquillo del Madrid, en el que curiosamente lo sustituyó Juande Ramos, el héroe de Pedro Muñoz, un pueblo famoso por sus Carnavales y por la lejía Kiriko. El técnico manchego estuvo imbatido una vuelta entera hasta el 2-6 frente al Barcelona. El 28 de agosto murió Antonio Puerta y el 16 de septiembre, casi tres semanas después, se fue Atín Aya. El autor de la foto que tantos años tuvo enmarcada en su casa Miguel Muñoz.

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