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El círculo de la basura en Sevilla

Tratamiento de los residuos

La gestión de residuos en Sevilla se reivindica como referente en economía circular e innovación

Un reto es producir hidrógeno en el vertedero

Instalaciones de la planta de tratamiento de residuos de MonteMarta Cónica / Juan Carlos Vázquez
María José Guzmán

21 de junio 2021 - 06:00

La economía circular es un concepto de moda y en la era postCovid, donde la sostenibilidad es un mandato, será un camino que tendrán que recorrer antes o después todas las empresas. En Sevilla hay un ejemplo que funciona desde hace décadas y que se ha convertido en referente para otros ámbitos, apoyado incluso por una cátedra universitaria, y que tiene que ver con la gestión de la basura que se recoge en la capital y su área metropolitana. ¿Cuántos residuos se generan al año y cuál es su tratamiento?

El ciclo de la basura es realmente un círculo donde todo lo que se echa al contenedor acaba transformándose en algo que tiene mayor o menor valor en función de la conciencia social y la eficacia de los procesos que deben confluir en un objetivo claro y marcado ya en las agendas: en 2030 sólo debe ir al vertedero el 10% de la basura generada. Este reto supone multiplicar por dos el aprovechamiento de los residuos, lo que se conoce como su valorización y que permite que una cáscara de plátano acabe convirtiéndose en energía eléctrica.

Hace 60 años y más atrás toda la basura, incluida la de Sevilla capital, se llevaba a un vertedero y se quemaba. Hace algunos menos, exactamente 54 años, abrió una planta en Torreblanca donde los residuos se comenzaron a tratar como materia orgánica y a hacer compost, abonos como reza el nombre de la empresa que empezó a hacerlo de forma pionera, Abonos Orgánicos Sevilla SA (Aborgase). Pero no fue hasta 1990 cuando esa compañía, hoy líder en este ámbito, creó el centro integral de tratamiento Montemarta Cónica. Las instalaciones empezaron a funcionar ese año para recibir sólo vertidos, pues el reciclaje y compostaje comenzó seis años después, casi en paralelo a las primeras pruebas de bombeo de biogás. Y hoy, para dar una idea, la planta suministra a la red eléctrica la energía equivalente a la que consume la mitad de la población de Dos Hermanas.

El desafío normativo es que en nueve años sólo el 10% de la basura pueda ir a basureros

Esta cronología demuestra cómo el tratamiento de las basuras es algo muy reciente y que, a pesar de su crecimiento acelerado, el ritmo debe ser aún mayor para alcanzar los objetivos que se marcan a nivel europeo para una actividad que está muy regulada. “Nosotros hemos sido pioneros en la economía circular y el reto ahora es que ésta no se limite a los residuos, sino que se extienda a otras actividades, como la construcción o la industria textil... Y para nosotros es una oportunidad de colaborar con otras empresas porque conocemos perfectamente este idioma”, comenta José Caraballo, consejero delegado de Aborgase, empresa que gestiona la planta de tratamiento de residuos mayor de Andalucía, que atiende al 70% de la población sevillana y lidera un mercado que se reparten en la provincia otras tres: la de la Vega, en la zona norte; la de Marchena y la de Estepa.

En cifras

1,5 millones de habitantes. Esta es la población a la que da servicio la planta de Montemarta Cónica, que incluye la capital y su área metropolitana, un total de 42 ayuntamientos de la provincia.

650.000 toneladas. A esta cantidad ascienden los residuos tratados cada año, procesos que generan 10 Mw de electricidad a través de la producción de biogás y que ocupan 180 hectáreas de extensión.

5 millones. Esta es la inversión del último año antes de la pandemia. La plantilla supera el centenar de personas, 100% vecinos de la comarca: un 21% mujeres y el 89% con contratos indefinidos.

121 proveedores. El 76% de estos proveedores son locales, al igual que el 89% de los clientes totales: 141. En 2019 se recibieron a 35 grupos en las instalaciones.

Aborgase reivindica su experiencia y destaca su carácter competitivo, que sitúa a Montemarta Cónica como una de las plantas más baratas, aunque tiene otro hándicap: su antigüedad, lo que le resta eficacia con respecto a otros centros con inversiones más recientes. Igualmente, tiene otras ventajas, según relata Caraballo: un alto control del que es el mayor impacto de los residuos urbanos: el biogás. “Lleva metano, que tiene una capacidad de calentamiento global que es 25 veces el del C02 y, como tenemos muchos motores, tenemos que capturarlo para rentabilizarlo y usarlo como combustible”.

Todo es circular. El ciclo de la basura comienza cuando los camiones de recogida descargan en un foso de ocho metros de ancho por ocho de alto que se llena hasta arriba con la basura que se deposita en Sevilla y el área metropolitana en los contenedores grises en sólo dos días. Una auténtica montaña que impresiona y que se reparte en seis líneas donde los operarios hacen una selección: la parte fina se clasifica como materia orgánica –la gruesa va a una arqueta donde se separa de otros materiales, que se embalan y se llevan a los recicladores que los convierten en otros productos, desde plásticos a aluminio, acero, papel y cartón– y tras 15 días fermentando se bioestabiliza y se convierte en compost para el uso agrícola. Es el primer y principal aprovechamiento, pero cada vez más limitado por la actual normativa que indica que sólo se use el material de los contenedores marrones, en los que se ha invertido poco y sin prisa por ahora, que contienen materia orgánica selectiva. Y luego están los contenedores amarillos, que van a una planta automática donde siguen unos estándares de tratamiento muy específicos que permiten hasta un 80% de recuperación. Ahí equipos ópticos hacen la selección. Pero el volumen de estos residuos es hasta 50 veces menor.

Además de los residuos sólidos urbanos, los bioresiduos y los envases, en la planta se tratan también otros, entre ellos los voluminosos procedentes de la industria y cada vez menores porque ya hay muchas empresas que realizan el ciclo por su cuenta; y los sanitarios, uno de los desafíos de esta pandemia, que redujo un 20% el volumen de residuos en las primeras semanas. La planta para estos desechos sanitarios, gestionada por GSA, se adaptó en un tiempo récord para procesar a diario hasta 10 toneladas de media de residuos procedentes de los hospitales y centros de salud.

Vertedero controlado de Montemarta Cónica. / Juan Carlos Vázquez

Todo lo que no es aprovechable se lleva al vertedero que se sigue controlando de manera muy estricta 30 años después de su sellado definitivo, un vaso que está lleno de 900 pozos verticales de 30 metros conectados a una red de extracción de gas. Y ahí enfoca con especial interés Aborgase, consciente de que el mayor impacto es el que causa el metano, un gas que debe ser extraído y eliminado y que en este caso se emplea para generar energía eléctrica limpia que en un 95% se exporta y el resto se queda para abastecer a las plantas.

Montemarta Cónica genera energía para abastecer a 50.000 habitantes al año

El reto ahora es aumentar el valor de todos estos productos y por ello Aborgase trabaja en varias líneas de investigación. En la planta de Montemarta Cónica hay un pequeño lugar de ensayo donde se validan las investigaciones del laboratorio. Y la atención se centra en el biogás, donde el reto es producir hidrógeno a partir de este gas de vertedero; la propia materia orgánica, pues se estudia cómo producir bioestimulantes y biofertilizantes con la fracción orgánica de los residuos que se entierra hoy; y el reciclaje de envases, donde el enfoque es buscar una nueva vida a los plásticos que hoy se desechan.

Aborgase está apostando por inversiones sostenibles y, por ejemplo, está desarrollando una planta de inyección en red de biometano a partir del biogás de vertedero. Y pretende captar fondos europeos Next Generation para estos nuevos proyectos que le permitan seguir a la vanguardia de la economía circular.

José Caraballo, consejero delegado de Aborgase. / Juan Carlos Vázquez

Una estrategia para ser sostenible más allá de lo medioambiental

La sostenibilidad va más allá de lo medioambiental y, consciente de ello, Aborgase ha diseñado una estrategia para los próximos cinco años que incide también en aspectos sociales, con la intención de cumplir las expectativas de la comunidad local y lo que ello implica en cuanto a trabajadores, proveedores, clientes y otras partes interesadas muy localizadas en el entorno más cercano. La compañía ha establecido cuatro ámbitos de actuación: gobernanza, economía circular, excelencia medioambiental y compromiso social. ¿Y esto en qué se traduce? Por ejemplo, Aborgase va a implantar un sistema para velar por el cumplimiento de la normativa y se aprobará un plan de igualdad, además de mejorar la transparencia de la empresa. Otro compromiso es seguir invirtiendo en I+D para convertir el centro Montemarta Cónica en plataforma de referencia para desarrollo de la economía circular en colaboración con empresas y grupos de investigación. Y mantener la biodiversidad de la zona estudiándola y poniendo en marcha medidas compensatorias. Desde esta compañía no sólo se quiere medir la huella ambiental, también la huella social, ver cómo repercute esta actividad en la comunidad más cercana, y para ello trabaja en programas de comunicación y educación ambiental y pretende también reducir un 50% los índices de accidentabilidad y valorar especialmente el clima laboral, emprendimiento, buenas prácticas e implicación de los trabajadores en esta estrategia sostenible para seguir siendo líderes en este ámbito.

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