Cabalgata del Orgullo

Todo cabe en una Sevilla multicolor

La Cabalgata del Orgullo de Sevilla.

La Cabalgata del Orgullo de Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

El primer Orgullo de la postpandemia se celebró en Sevilla de manera masiva, con una cabalgata pletórica en la que brillaron algunas carrozas que poco tenían que envidiar a las de los Reyes Magos, con un ambiente festivo que hizo olvidar los sinsabores de dos años sin fiesta y una temperatura muy agradable para disfrutar de una celebración que se consolida en la capital andaluza tras el parón obligado por el covid.

El Orgullo ya no parece ser una fiesta exclusiva del colectivo gay, sino que se ha hecho extensiva a buena parte de la ciudad, que ayer incluso salió a ver el desfile y a animar a sus participantes. Como en la Carrera Nocturna, por ejemplo.

Mucha música y plumas de colores, muchas banderas arcoiris, algunas descoloridas tras años de recibir el sol en los balcones, tamborradas que convirtieron la Ronda Histórica en un sambódromo y algunas pistolas de agua con las que algunos de los participantes refrescaban al público. Como tampoco hacía demasiado calor, los manifestantes no se excedieron en el lanzamiento de agua, todo sea dicho. Probablemente uno acabe más mojado en un parque infantil cualquier tarde de verano.

Vestimentas curradas, mucho músculo a la vista en los hombres y cierto declive en la categoría de los Osos, aunque también es cierto que el día no estaba para ponerse camisas de leñador y petos vaqueros. El desfile del Orgullo es un espectáculo. Una verdadera serpiente multicolor que ya quisiera el pelotón del Tour de Francia.

Y no sólo por los que van en las carrozas, sino por una masa de gente que lo arropa, con cientos de lemas reivindicativos, con las cabezas adornadas con flores, caras pintadas y decoradas con pedrería, banderas en las que uno ya se pierde ante su significado, y muchas ganas de bailar. De cada camión, de cada remolque, de cada tractor salen canciones bailongas.

No faltan los clásicos de la fiesta, como Alaska y Mónica Naranjo. Y también suenan a tope la Raffaela de Varry Brava, o el Ay mamá de Rigoberta Bandini, convertido ya en himno feminista. Ambos temas se hicieran famosos en el festival de Benidorm, que con tanta polémica encumbró a Chanel hacia Eurovisión. Y aquel SloMo, el tema que tanto se criticó, del que se dijo que explotaba una versión machista de la mujer, convertida en objeto, también sonó ayer a unos buenos decibelios al paso de la cabalgata del Orgullo por la Ronda Histórica. Llegó la mami, la reina, la dura, una Bugatti. Y todo el mundo loco con ese body, claro.

La marcha partió de Menéndez y Pelayo para continuar hacia el centro, pasó por las Setas y culminó en la Alameda de Hércules sobre las diez y media de la noche. Allí se leyó un manifiesto reivindicativo por los derechos del colectivo y se programaron una serie de conciertos como fin de fiesta. Rubén Avilés y Angelita la Perversa presentaron y dinamizaron un espectáculo que contó con una sesión de DJ y conciertos de The Ordinarios, Carmen Hierbabuena, Javi Mota, Malena Gracia, Soraya Arnelas, Cupido, DJ Volante de la Puebla y DJ Neixom. Completó la jornada un mapping con la imagen de la campaña en la fachada del Ayuntamiento, en la Plaza Nueva.

Al frente de la manifestación iba el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, presidiendo una marcha cuyo lema de este año es Tu violencia no nos callará. Stop delitos de odio. "Sevilla tiene que combatir la violencia hacia todas las personas que forman el amplio y diverso colectivo del LGTBI y alzar la voz contra quienes quieren acallarlo, maniatarlo o eliminar los derechos y la visibilidad conseguidos", dijo Muñoz.

Insistió el alcalde en que Sevilla es "siempre un ejemplo de tolerancia, de diversidad, de convivencia y, en suma, de libertad y respeto hacia los demás". "Y, en este día, reivindicamos más que nunca ese respeto hacia la diversidad, que no es otra cosa que respetar los derechos humanos". Y pudiera parecer una declaración vacía si no fuera porque, a unos metros de unas chicas que se pintan las caras en Santa María la Blanca, hay un grupo de invitados a una boda luciendo sus mejores galas.

Y por la esquina de Ximénez de Enciso aparece un carruaje que trae a la novia. El cochero gira a la izquierda. Y un grupo de guiris que están cenando en los veladores que hay frente a la iglesia se levantan nada más verla y rompen a aplaudir. A sólo unos metros, los Village People atronan desde los altavoces de una de las carrozas del Orgullo. Todo cabe en Sevilla.

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