La cumbre de la ONU en Sevilla: Mucho ruido y pocos jefes
La IV Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo dejó un sabor agridulce tanto en la política internacional, con las principales economías fuera del afamado 'Compromiso de Sevilla', como en la vida de los sevillanos por la ratonera del tráfico
Los ministros españoles, chalecos antibalas de Sánchez en la cumbre de la ONU de Sevilla

Lo dijo António Guterres, el secretario general de la ONU, apenas unas horas después de llegar a Sevilla y qué razón tenía: “El calor extremo ya no es un fenómeno raro: se ha convertido en la nueva normalidad”, escribió el pasado lunes en sus redes sociales. Minutos después, lo pudo comprobar en sus propias carnes.
El máximo responsable de Naciones Unidas daba la bienvenida a la primera cumbre de la ONU que se celebra en Europa en una ciudad inmersa en la primera ola de calor del verano con valores extremos, muy por encima de los 40 grados. Pura coincidencia para un evento marcado en el calendario dos años antes, pero, “por suerte”, según el alcalde José Luis Sanz, celebrado “en la ciudad mejor preparada para afrontar el calor”. Si se tiene una botella de agua a mano y un abanico, claro. Pero, pese a no ser indiferente a nadie, no han sido las altas temperaturas las únicas que han calentado el ambiente estos días en Sevilla.
Las ausencias marcan un evento descafeinado
Si alguien ha sudado la camiseta en la capital andaluza –más bien la camisa y la chaqueta, que rige el protocolo–, ese ha sido el anfitrión del evento y presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y no precisamente por las alertas meteorológicas.


Lo que estaba planificado como una oportunidad para recuperar prestigio internacional tras su cuestionada participación en la Cumbre de la OTAN en La Haya, se ha convertido en un nuevo episodio de aislamiento político. La ausencia de líderes de las principales economías europeas ha dejado a Sánchez principalmente acompañado por representantes de países receptores de ayuda internacional, mientras que los grandes donantes han optado por no asistir, evitando así salir en la foto.
Este contraste ha sido particularmente notorio cuando la máxima representación europea ha recaído en Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y, para algunos observadores, presente más por una obligación institucional que por un respaldo político personal a Sánchez; y Emmanuel Macron, presidente francés, cuya presencia en Sevilla se interpreta en círculos diplomáticos como una reciprocidad protocolar, ya que Sánchez asistió el mes pasado a la cumbre de los Océanos celebrada en Niza.
Entretanto, ni rastro de líderes de postín económico en el mundo, que optaron por enviar delegaciones para poner cara, aunque no voz, al primer evento de la ONU en tierras europeas. También sin voz ni voto, pero con muchas indirectas –y alguna directa– se coló en la cumbre la sombra del presidente de EEUU, Donald Trump, que se ha ahorrado el calor que ha azotado en los últimos días a Sevilla, donde tampoco ha enviado a ningún representante. Su ausencia es especialmente significativa teniendo en cuenta que el país era hasta su llegado a la Casa Blanca uno de los grandes donantes en materia de cooperación mundial.

Entre una ola de calor extremo y grandes dificultades logísticas
Pero, entresijos políticos y diplomáticos aparte, los miembros del ejecutivo español no han sido los únicos a los que esta cumbre ha calentado. Para los vecinos del tranquilo barrio de Sevilla Este, y protagonista colaterales de esta cumbre, los acaloramientos también llegaron mucho antes de la subida del mercurio y los avisos naranjas. Justo el día que el alcalde, con intención o no de templar los ánimos –por seguir con el juego de palabras sinónimas– recomendó abiertamente el teletrabajo como solución a unos problemas de movilidad que se presumían en una zona totalmente blindada para el prioritario devenir de comitivas oficiales y diplomáticas.

“Tienen que plantear medidas con soluciones claras”. Es la frase que, a toro pasado, mejor resume las aclamaciones de los miles de vecinos que han visto su vida trastocada por el aterrizaje de una cumbre de calado internacional en la ciudad. Con un despliegue policial sin precedentes que ha dado para más de una conversación en bares, grupos de WhatsApp y trayectos de Metro.
Lo cierto es que la información sobre cortes de tráfico, nuevos recorridos y supresión de líneas de autobuses llegó tarde y mal. Muestra de ello es que pocas horas antes del arranque del evento se anunció el corte de la Avenida Kansas City, una de las principales alternativas para entrar y salir del barrio. Aunque el Centro también se ha visto afectado por el gran número de hoteles que han acogido al grueso de los asistentes –al menos a los más relevantes–, la peor parte se la ha llevado el Palacio de Congresos y Exposiciones (Fibes) y su kilométrico perímetro.
Un cuestionable impacto real para la ciudad
El caos se adueñó de la ciudad el lunes, principalmente a primera hora. Una Sevilla cortada por todos lados y blindada. Vecinos sin saber cómo poner un pie en la calle sin ser cuestionados, sin tener la capacidad de medir cuánto tardarían en llegar a sus puestos de trabajo y con citas médicas canceladas por lo que pudiera pasar. Un tsunami que se fue relajando conforme avanzó la semana. La rigidez de las medidas de seguridad disminuyeron y el tráfico se restableció de forma paulatina.
Fibes nunca había sido sede de un evento de estas características. Sí, la ciudad y el recinto cuentan con la experiencia de los premios MTV en 2016, las dos galas de los Goya y la ceremonia de los Grammy Latinos. Pero esta experiencia es de otro nivel. Caravanas de coches tintados de negro por doquier, controles de metales en las recepciones de los hoteles y, una vez más, con una ciudadanía a la que se le pide disculpas pero no la hace partícipe de cuanto acontece. A pesar de que se le ha explicado por activa y por pasiva que es una cita que dará una enorme proyección para la capital y que es una oportunidad única –realidad indiscutible, ojo, que la organizadora es Naciones Unidas–, vuelve a quedar al margen. No se la incluye más que para trastocar su rutina. Para usar el casco histórico como escenario para la foto de rigor. Presumir de patrimonio y poco más. El sevillano general ha sido ajeno a cuanto se ha explicado dentro de Fibes.
El enfado y las quejas de la población contrastan con el orgullo de los políticos. Del presidente de la Junta, Juanma Moreno, que afirmó el miércoles que la región y Sevilla estaban “absolutamente preparadas” para acoger este tipo de citas a la vanagloria del propio alcalde, José Luis Sanz: “Se nos da bien organizar grandes eventos internacionales”. Ambos no han dudado en extender la mano a Naciones Unidas –sería un error no hacerlo, por otro lado– para que celebren en Andalucía cuantos eventos deseen.
En definitiva, ha sido una cumbre descafeinada. Tibia. Con debates de altura, sí, pero pocos protagonistas de altura política para explicar sus conclusiones. Solo el futuro dirá si se pueden poner en práctica los miles de temas que se han hablado y se puede ayudar a los que mas lo necesitan, que de eso se trata. En cuanto a la ciudad, ya ha habido más de uno que ha preguntado con sorna: “¿Cuándo será el próximo evento?” Que avisen con tiempo para pedir vacaciones.
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