Educación

La emotiva despedida de un colegio de Sevilla al quiosquero del barrio de Santa Cruz

La despedida de un colegio de Sevilla al quiosquero del barrio de Santa Cruz. / Redacción Sevilla

Los turistas que al mediodía de este 1 de diciembre están fotografiando la Giralda desde Mateos Gago se giran de inmediato. Una algarabía los sorprende. Son las voces de decenas de niños que acaban de salir del colegio público San Isidoro. Se sitúan frente al quiosco que Antonio Jesús Sánchez ha regentado durante 33 años. Este viernes es su última jornada laboral. Tras llegar a un acuerdo con el nuevo propietario del edificio en el que se aloja el establecimiento, ha decidido poner fin a su vida laboral. Con este cierre, acaba también una época en el barrio de Santa Cruz, donde la presión turística reduce al mínimo el número de negocios locales. Resulta complicado encontrarse ya con algún vecino en sus calles.  

Al frente de la expedición escolar se encuentra Ana Palacios, directora del colegio. Se acerca al quiosquero y lo abraza. Siempre lo recordará como "la primera persona que me regaló una sonrisa al llegar al San Isidoro". "Nunca ha fallado. Cuando he entrado al colegio, ya estaba ahí y cuando he salido, incluso siendo noche cerrada, también. Y siempre con una sonrisa", recuerda emocionada Palacios, que pide a los alumnos que vitoreen el nombre de quien ha sido vecino del centro educativo durante décadas. Le entregan un cuadro cerámico que reproduce la fachada del colegio.

En este tiempo, Antonio se ha convertido en proveedor de cuadernos, lápices y todo tipo de material escolar de numerosas familias. Muchas de ellas agradecen los "ajustados" precios de estos artículos, pese al encarecimiento de la vida. Los niños, claro está, lo recuerdan por "las chuches". Y por los coleccionables de fútbol, expuestos en un pequeño escaparate, a modo de vitrina, donde Bárbara Rey acapara las portadas del último número de las revistas del corazón. La que fuera esposa de Ángel Cristo (de rabiosa actualidad) es también testigo de la despedida.  

Acuerdo para su jubilación

Antonio se jubila tras alcanzar un acuerdo con los propietarios del edificio donde se aloja el quiosco. Todo indica que el inmueble se transformará en pisos turísticos. Metamorfosis muy habitual en este barrio, entregado en cuerpo y alma al ruido de las maletas y a extranjeros almorzando desde antes del Ángelus paellas (más bien sucedáneos) y tomando una bebida que algunos establecimientos venden por sangría (incluso en invierno). 

Con el cierre del quiosco de Antonio se apresura el fin de una época del barrio. Los vecinos de la zona se suman a la despedida. Algunos aplauden y a otros les cuesta reprimir las lágrimas. Entre ellos se encuentra Maricarmen, quien lanza una advertencia al aire: "A ver cómo nos la vamos a componer sin nuestro quiosquero". El diseñador de moda Toni Benítez acude al adiós. Lamenta la transformación del barrio, cada vez más dependiente del turismo y con menos negocios propios donde comprar. Sirva de ejemplo lo ocurrido en el mismo CEIP San Isidoro, que ha sufrido los últimos cursos una importante bajada en la demanda de escolarización. El pasado marzo sólo recibió 12 solicitudes para 25 plazas de Infantil. Consecuencia directa de que apenas haya familias con hijos en el entorno.

Alguien que permanezca en el quiosco de Antonio unos minutos se percata de inmediato de que no es sólo un negocio donde se compra prensa, chucherías, libretas y algún souvenir. Es también uno de esos lugares donde se hace ciudad, que dirían los sociólogos. A la fiel clientela que entra le gusta mantener una breve tertulia con su dueño y otros vecinos de todo cuanto acontece. Desde las últimas noticias en el barrio hasta las que se producen a nivel mundial. Ninguna temática queda fuera de estas cuatro paredes que desde 1990 han sido testigos de la gran transformación en los aledaños de la Giralda.  

Desde antes de la Expo

Cuando a Antonio se le pregunta por cómo ha cambiado el barrio, un certero gesto sirve de respuesta. "Muchísimo". Tanto que apenas se parece a aquél en el que su mujer y él empezaron a trabajar dos años antes de la Expo. Comenzaba una segunda etapa en el quiosco, después de que estuviera regentado por su madre, según apunta otro vecino, que participa del aplauso atronador de los alumnos. 

En Mateos Gago cada vez son menos los establecimientos donde los residentes de Santa Cruz pueden abastecerse. La hostelería se ha adueñado de casi todos los locales disponibles. Bares pensados en su mayoría (salvo contadas excepciones) para los cientos de turistas que recorren sus calles a diario. Unos visitantes que este viernes se han sorprendido con las muestras de cariño de unos alumnos con su quiosquero de siempre. Estampa digna de inmortalizar en los móviles. La Sevilla real aún sobrevive junto a la Giralda.

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