El muro de Berlín eran las Gradas

Metrópolis | Calle Alemanes

Diócesis. 30 años de la caída del muro de Berlín. El nombre antiguo de Alemanes era Gradas, que describe el pulso que mantuvieron en esta calle que circunda a la Catedral los factores comerciales y religiosos. Fundidos en la Puerta del Perdón.

vista de la calle Alemanes y su manzana desde el cuerpo de azucenas de la Giralda.
vista de la calle Alemanes y su manzana desde el cuerpo de azucenas de la Giralda. / Víctor Rodríguez

DE 1519, año en el que salen las cinco naves de Magallanes, data el fresco de Lorenzo Mercadante de Bretaña que preside la Puerta del Perdón de la Catedral de Sevilla. La estampa de Jesús echando a los mercaderes del templo con el bíblico “azote de cordeles” resume gráficamente la historia de estas Gradas que son un hemiciclo de piedra en torno al templo y le dieron el nombre original a la calle Alemanes. Gradas que menciona Cervantes en Rinconete y Cortadillo.

Con el descubrimiento del Nuevo Mundo y el monopolio del comercio con Indias radicado en Sevilla creció la actividad comercial, que invadió el espacio catedralicio. “Por eso están las cadenas y las columnas”, dice Ana Yanguas, arquitecta. Javier Espino señala la elevación del nivel de la fachada del templo para disuadir la instalación de tenderetes. La estampa es hoy un reclamo turístico o un hermoso episodio evangélico. Las gradas son un escenario teatral donde en diferentes idiomas se suceden los monólogos de los guías turísticos, que cuentan historias inverosímiles, la mayoría ciertas. “Aquí nos caben dos Notre Dame de París enteras y es más grande que la Santa Sofía de Estanbul”.

A la calle Alemanes le corresponden la entrada del Patio de los Naranjos, la puerta de la Presentación que da al altar del Jubileo, ya restaurada, y la puerta de San Fernando de la Capilla del Sagrario, cerrada por obras. Da a esta calle la cara sur de la Giralda, “la más deteriorada por ser la más sombría”, dice Javier, empleado de la Catedral. Será la última en ser restaurada, cuando vuelvan a instalarse los andamios después de Semana Santa. Subimos con Javier las 34 rampas de la Giralda y vemos la calle Alemanes diminuta desde el cuerpo de azucenas, también conocido como cuerpo superior de campanas. La guía acababa de decir que las catedrales centroeuropeas tenían altos pináculos “para estar cerca de Dios”. Entre 2005 y 2013 rigió los destinos de la Iglesia un Papa alemán, Benedicto XVI (Joseph Ratzinger), pero fue su predecesor, el polaco Juan Pablo II (Karol Woyjtila) el que visitó este escenario. A Alemanes se asoma la Biblioteca Colombina que freuentaba Ramón Carande. En la entrada del Patio de los Naranjos tiene su sede la Orden de Caballeros de San Clemente, a los que mueve el loable fin de buscar recursos para los conventos de clausura.

Alemanes y García de Vinuesa, separadas por la Avenida, tienen una configuración muy diferente. Sólo les une la sombra de los árboles. En la primera predomina la arquitectura religiosa; en la segunda, los bares, bodegas y tabernas. Binomio perfecto para hacer una relectura hispalense de la Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa.

La parte civil de la calle Alemanes arranca en el bar Milagritos. Hay una tienda de té y esencias. El Hotel Eme, con piscina de temporada, cuenta con 57 habitaciones. El restaurante Gusto ofrece Paella y sus cinco variantes: Valenciana, del Senyoret, Negra, del Sabater y Mixta.

En la esquina con Álvarez Quintero, junto a Las Escobas, el bar más antiguo de Europa (1380, que frecuentaron entre otros Lord Byron y Alejandro Dumas), Casa Gonzalo sigue teniendo la especialidad de la casa, los huevos al nido. El año que viene será centenaria, fundada por Gonzalo Díaz, montañés, en 1920, edificio construido por Joaquín Díaz Langa y donde trabajó un joven camarero, el Rubio de Casa Gonzalo, que le sirvió su última consumición a Galerín.

En el 11 de Alemanes estaba la secretaría técnica del Betis. No es lo mismo Once Alemanes –los que siempre ganaban en fútbol en una leyenda periclitada– que Alemanes, 11. Sombreros de Padilla y Crespo. Carlos I de España fue V de Alemania. El emperador de Alemanes se llama Juan Robles. DonJuan y Manolete son dos locales de su imperio que se abrieron en el mítico Flaherty, la taberna irlandesa donde un bloom’s day de 2002 especialistas joyceanos vieron el España-Irlanda del Mundial de Japón y Corea después de una lectura del Ulises en la Casa de la Provincia.

Alemanes tiene dos tiendas de souvenirs, El Rincón y La Giralda. El Starbucks abrió sus puertas en lo que fue la Punta del Diamante. En la segunda misiva de las Cartas de España que Blanco White publicó primero en inglés en 1822, habla de la costumbre andaluza de la siesta en verano y del paseo en invierno. “Muchos caballeros antes del paseo se van a los cafés, que ahora empiezan a ponerse de moda”. En la nota correspondiente, Antonio Garnica, el traductor, en la edición de 1972 escribe: “El primer café moderno se inauguró en Sevilla en 1758 en la esquina de la calle Génova (hoy Avenida de José Antonio) con las gradas de la Catedral, frente al lugar conocido hasta hoy como Punta del Diamante”.Y se remite a las Historias de Sevilla de Joaquín Guichot y Francisco Aguilar Piñal.

Juan María del Pino pasa por Alemanes y dice que es tan difícil encontrar un sevillano en sus soportales como a un veneciano en la plaza de San Marcos o a un florentino en el Duomo. De la Punta del Diamante, destaca los ecos de un crimen pasional con torero por medio y la sede del Aero, “un club de señoritos que nunca tuvo sede fija, siempre de alquiler”.

En las paredes de la Catedral están los primeros antecedentes de los grafitis, que algún indocumentado apuntó en el inventario de la memoria histórica. “Eran felicitaciones de los compañeros a quienes terminaban el grado de doctor o de bachiller”, dice Marcelino Manzano, transeúnte habitual de esta calle, director espiritual del Seminario y delegado de Hermandades de la diócesis.

A Daniel Serrato le fascina el nombre de Hernando Colón, hijo del almirante, bibliófilo y titular de la calle que une Alemanes con la Plaza de San Francisco. Y la puerta con las aldabas para gigantes del Palacio Arzobispal que se abrían para los seises. Sigue la libación de los turistas con el tecnicolor de la sed: la cerveza nacional, la sangría internacional. Alemanes de los dos lados se fundieron en un abrazo y en un solo país hace 30 años, cuando cayó el muro de Berlín. Aquí cayó la barra irlandesa y la ensaladilla rusa de la Punta del Diamante.

Por poco ganan las islas y pierden la calle

Desde un extremo de la calle Alemanes se ve la Giralda, Turris Fortissima. El otro, el que da a la Avenida, tiene como referencia la torre del edificio que construyó Aníbal González para el marqués de Villamarta en la Avenida de la Constitución esquina con García de Vinuesa. Dicen que el nombre de Alemanes, que se remonta a finales del siglo XIX, se debe a unos comerciantes de esa nacionalidad que se establecieron en la zona. El Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla relata la curiosa evolución del nomenclátor. A finales del siglo XV y comienzos del XVI fue calle Gradas, que después sería Gradas Altas y Gradas Bajas. En 1868 se la rotula oficialmente como calle Sagrario por dar a la fachada posterior de esa iglesia. Nombre religioso en año tan revolucionario. Duró poco y llegó Alemanes. Entre 1913 y 1936 se llamó Moret, por el liberal Segismundo Moret. En 1885 no cuajó la propuesta del Círculo Mercantil de ponerle Islas Carolinas en desagravio por la toma de esas islas por Alemania.

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