Calle rioja

Un ‘paseíllo’ entre Cuba y Jamaica

Un ‘paseíllo’ entre Cuba y Jamaica

Un ‘paseíllo’ entre Cuba y Jamaica

Myrna nació en Jamaica y vive en Sevilla desde hace más de sesenta años por el reguero genético de un torero que murió en Cuba. Así de caprichoso es el destino. Paisana de Bob Marley, cambió el reggae por las sevillanas con un réquiem por habaneras. El salón principal de la casa de Myrna Gentles (Coleyville, Jamaica, 1936), frente al colegio Portaceli, lo presiden sendos retratos de dos toreros, Curro Cúchares y su hijo Currito. Entre ambos, un retrato ecuestre de don Antonio de Orleans, duque de Montpensier, que Isabel II le regaló a Cúchares al final de una tarde de toros. “Vale más el marco que el cuadro”, dice Myrna.

Cuando se fue a estudiar Medicina a Escocia, no imaginaba que su vida se iba a unir de por vida a la estirpe de Francisco Arjona Herrera, Curro Cúchares (Madrid, 1818-La Habana, 1868), renovador del toreo, que desde entonces pasó a denominarse “arte de Cúchares”. “Hay dos misterios sin resolver, por qué le llamaron Cúchares y por qué le dicen el arte de Cúchares al toreo”, se pregunta Santiago Sánchez Tráver, autor de una minuciosa y apasionante biografía del torero, un libro de más de 450 páginas que le entregó personalmente a Myrna, esposa, viuda desde hace diez años, de José Martín Aranda, bisnieto de Cúchares, nieto de Pastora, una de las hijas del torero.

El marido de Myrna estaba en Escocia con una beca de su especialidad de Física del Suelo. “Estuvimos cinco años de novios y en 1962 nos casamos en Aberdeen”. En la luna de miel recorrieron media Europa “en un Volkswagen viejo” para terminar en Sevilla, “viviendo en un lateral de la parroquia de San Bernardo, en la casa de Cúchares”.

Esta jamaicana convertida en ciudadana de Sevilla ejerció la medicina en su nuevo destino. “Trabajé en pediatría. Mi catedrático, Suárez Perdiguero, siempre me decía Myrna Loy”, dice la tocaya de la actriz que interpretó cintas como El ladrón de Bagdad o El hombre delgado.

Su casa es un museo de Curro Cúchares. Están los cuadros, una mesa, una jarra, un aparador y una tetera que fueron del torero, una revista de 1935 con un amplio reportaje sobre la familia del diestro y una foto de su cuadrilla. Guarda con especial celo las cartas que Cúchares mandó desde La Habana a Dolores Reyes, su esposa, “mi muy querida esposa Dolores”. La última lleva remite de 1 de diciembre de 1868 y el torero muere en la capital cubana el 4 de diciembre. El año de la Gloriosa no fue glorioso para el diestro.

Había firmado un contrato para ocho corridas en La Habana. “No llegó a torear ninguna”, dice Sánchez Tráver, que reproduce en su libro el cartel de la primera de las tardes, donde debía torear “seis toros yankees”. La peste negra se lo llevó por delante a él y a uno de sus banderilleros. Su viuda recibió las cartas cuando el torero ya había muerto porque el barco-correo tardaba quince días en llegar a Cádiz. “Le hablaba en esas cartas de lo bien que le habían tratado en el barco y le pedía a su mujer que le mandara a la tripulación un exquisito jamón y dos barriles de aceitunas. A su hijo quería mandarle tres cajas de puros”. Las gestiones para traer sus restos a Sevilla fueron interminables. “Todos los toreros que iban a La Habana intentaban traérselo”, dice Sánchez Tráver. “Sólo lo consiguió 18 años después de su muerte Paco Frascuelo, hermano de Salvador, del Frascuelo que aparece en el poema de Antonio Machado”. Sus restos reposan bajo el Cristo de San Bernardo, hermandad de la que fue hermano mayor. “Fue quien la salvó. La Virgen se vistió en su casa”. Su hijo Currito también fue hermano mayor.

Curro Cúchares nace en Madrid porque su padre estaba de banderillero con Curro Guillén, que hacía la temporada en la capital de España. Al renovador del toreo empezaron a llamarle el Pequeño Costuras, porque Costuras era el nombre taurino de su padre, que se cortó la coleta en 1820 cuando un toro mata a Curro Guillén en la plaza de toros de Ronda “porque no quiso ir a torear a Madrid tras el levantamiento de Riego”.

Carlos IV, el rey retratado en familia por Goya, había prohibido las corridas de toros en 1805. Fernando VII deroga esa prohibición e impulsa la creación de la Real Escuela de Tauromaquia de Sevilla, dirigida por Pedro Romero. Los alumnos más aventajados de la misma serían Francisco Montes Paquiro y Curro Cúchares, quien entró por recomendación del intendente Arjona. Paquiro tuteló a su paisano Chiclanero, que con Cúchares establecerá “la primera gran competencia de la historia taurina”, como escribe José Antonio del Moral en Cómo ver una corrida de toros.

El bisabuelo político de la pediatra jamaicana revolucionó el toreo. “Hay desplantes que son suyos y se le atribuyen a Joselito y más recientemente a Morante”, dice Sánchez Traver. Mató su primer novillo en 1833 y tomó la alternativa en 1842. Toreó 332 corridas en Madrid y en Sevilla hizo el paseíllo en la primera Feria de Abril, la de 1847. Inauguró plazas como Pamplona, Bilbao y Córdoba. Sus seguidores eran legión. Ese carisma lo captó Myrna cuando en 1962 se estableció en la que había sido la casa del torero. “Estábamos en casa recién casados y había otras diez personas charloteando”. En las fotografías señala a tía Enriqueta, esposa de Currito, a tía Filomena, a tía Bernarda, hermana de su suegro, el padre de su marido y de Carmen. “Mi cuñada tiene 92 años y vive en Barcelona”.

El hijo de Myrna y del bisnieto de Cúchares, Roberto José, nació en Kignston, la capital de Jamaica. No fue torero. “Le gustan los toros, pero ha sido ingeniero de Repsol”. De hecho, la infancia de sus nietos transcurrió en Puertollano. Se llaman Fernando y Alberto. Tampoco siguieron la estela de Costuras, Cúchares y Currito. “Se dedican a la inteligencia artificial”. Aunque el arte de torear lleva su nombre, Cúchares no tiene calle en el real de la Feria, donde sí la tiene su tío Costillares. Han puesto una placa en la casa madrileña del barrio de las Letras donde nació y el marido de Myrna consiguió que un bloque de apartamentos próximo a la parroquia de san Bernardo se llame Edificio Cúchares. “Algo es algo”. Entre Cuba y Jamaica (383 kilómetros) hay menos distancia que entre Madrid y Sevilla (531). Los restos del torero llegaron en barco a Cádiz y en tren a Sevilla. “La recepción fue multitudinaria”.

Cúchares ocupa unas cuantas páginas en el Cossío. La viuda de su bisnieto ya tiene la biografía del torero cuyo retrato pinturero preside el salón de su casa. El libro de Santiago Sánchez Tráver se presentó en la Maestranza y en las Ventas. Dos de los escenarios del torero que murió en La Habana sin torear ninguna de las ocho corridas contratadas. “Su deseo era ir también a México, donde había mucho oro”. Dicen que el viaje a Cuba lo hizo inducido por su yerno, el Tato, que tenía muchas deudas. No quiso que le acompañara al Caribe su hijo Currito.

Cúchares es un mito del siglo XIX, del tiempo de Bécquer, nacido dos años antes del levantamiento de Riego, muerto el año que derrocan a Isabel II. El pionero de que al barrio de san Bernardo le llamen el de los toreros. Dicen que era un tipo generoso. “Fue a ver a su amigo Mendizábal, el de la desamortización, cuando estaba muriéndose en la ruina. El que había sido poderoso ministro de Hacienda”.

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