El otro reto de Cáritas en Sevilla: ningún mayor se queda solo

Rafael, de 78 años, es cuidado por Paola, que se encarga de limpiarle la casa, hacerle la compra y procurar que no le falte nada

Última hora del coronavirus en Sevilla

Paola y Rafael, en el balcón de la casa de éste.
Paola y Rafael, en el balcón de la casa de éste. / Juan Carlos Vázquez

Rafael dice que se siente preso. No porque él saliera mucho de por sí. Igual se pasaba una semana sin pisar la calle, pero lo hacía por propia voluntad. Sabía que podía salir cuando quisiera. El no poder hacerlo le crea cierta ansiedad. Tiene 78 años, aunque insiste mucho en que no los aparenta. Se cuida, hace pesas y abdominales y tiene una bicicleta estática. "Que por mucho que yo pedaleo no avanza", bromea.

Es una de las personas que atiende Cáritas, dentro de su programa de asistencia a mayores. Un proyecto que no se ha suspendido porque la organización considera fundamental que las personas de edad avanzada no se sientan solas. A Rafael lo atiende Paola Andrea Sánchez, una mujer de 42 años que llegó a Sevilla hace diez años procedente de Colombia y aquí echó raíces. Es la encargada de limpiar la casa de Rafael, atenderle en cualquier necesidad y hacerle la compra.

"Esto es lo que dejamos para el final, puesto que yo ya le dejo la compra en la puerta y me marcho", comenta la trabajadora. Así no tiene que volver a cambiarse los equipos de protección. "Tenemos un protocolo muy estricto que seguimos al milímetro. Llevamos guantes, máscaras, tapabocas y batas. Cuando vengo de la calle me lo cambio todo. Tenemos muy claro que estamos tratando con población de riesgo", añade Paola, que insiste en que ella es la única que sale de su casa mientras su marido y sus hijos llevan toda la cuarentena sin pisar la calle. Paola trabaja con cuatro personas mayores y acude a cada casa varias veces durante la semana.

Rafael contempla el árbol delante de su balcón.
Rafael contempla el árbol delante de su balcón. / Juan Carlos Vázquez

La historia de Rafael da para una novela. Llegó a tener una empresa con 50 trabajadores a su cargo. Se encargaba de las instalaciones eléctricas de viviendas y otros edificios. Hizo todo el sistema de electricidad de varias urbanizaciones de Sevilla y estuvo trabajando en Maspalomas en el radar de la NASA que participó en el proyecto Apolo 11. Ya jubilado, se sacó el título de ingeniero técnico y ahora estudia inglés.

"Fui un adicto al trabajo. Mis vacaciones eran ir de obra en obra. He vivido bien, he ganado mucho dinero". Pero llegó la separación de su mujer y decidió dejarle todo. "Creí que podía empezar de cero y no fue así". Por si fuera poco, el gestor que le llevó durante años la administración de la empresa le estafó. No cotizó lo suficiente y la pensión que le ha quedado "es para echarse a llorar". Aún así, con uno de sus últimos trabajos pudo comprarse el piso en el que ahora vive, en la avenida Federico Mayo Gayarre. "Lo pagué al contado".

Al gestor aquella estafa le costó la vida. Enfermó en menos de dos años y murió. Se descubrió que había estafado a otro cliente. Y Rafael no podía reclamarle nada a un muerto, así que se quedó con una pensión mísera y vive solo. Tiene dos hijos, pero viven fuera. Una en Madrid y otro en Málaga. Su hija le hace cada mes una compra grande por internet y se la envían a casa. Paola le ayuda con las más pequeñas.

La responsable del programa de atención a mayores de Cáritas Diocesana en Sevilla, Noemí García.
La responsable del programa de atención a mayores de Cáritas Diocesana en Sevilla, Noemí García.

Es en estos momentos donde se nota el trabajo fundamental de Cáritas Diocesana de Sevilla. La organización sigue atendiendo a los más necesitados a través del teléfono, y continúa con los repartos de alimentos. Pero la atención a mayores no podía hacerse a distancia. Actualmente hay 23 personas en este programa, aunque ha habido momentos de hasta 30. Son 18 mujeres y 5 hombres, la mayoría vecinos de la zona de Tres Barrios, Amate y Su Eminencia. Son los lugares de Sevilla donde hay una población más envejecida que vive sola, que no tiene familia o la tiene lejos de casa y no puede asistirla. En otros barrios deprimidos puede que haya más necesidades sociales, pero sí hay redes familiares que sustentan algo a los mayores.

La responsable del programa es Noemí García, que explica que "el denominador común de estas personas es la soledad". A todos los participantes en esta iniciativa se les exige que hayan solicitado al menos las ayudas de la ley de dependencia. Si no lo han hecho, se les ayuda a hacerlo. "Son personas con escasos recursos, que no pueden costearse una atención privada". García destaca la labor de la red de voluntariado de Cáritas. "Los voluntarios son quienes detectan los casos y también quienes están encima de los trabajadores para cualquier cosa que les haga falta".

Paola deja a Rafael y éste mata el tiempo en el banco de las pesas. "Hago todavía mis pinitos, aunque sufrí una lesión en la espalda, que no era nada grave pero cometí el error de operarme y quedé peor de lo que estaba. Pero bueno, sentado en el banco sí puedo aún hacer algo". Se asoma al balcón para la foto. Delante hay un árbol que Rafarel adora. "Este árbol me da la vida".

stats