El reto de transformar vidas con una economía solidaria

Cáritas Sevilla cuenta con una empresa agrícola de inserción social que ofrece 30 contratos al año

Por las aulas de su Centro Diocesano de Empleo pasan anualmente más de 600 personas en situación de exclusión

Mucho más que el reparto de comida gratis

Katile durante junto a las tomateras en el invernadero de Bioalverde.
Katile durante junto a las tomateras en el invernadero de Bioalverde. / M. G.

Coger cada día coche, tren y metro para llegar a su puesto de trabajo no es obstáculo para Ana María Muñoz. "Tengo un trabajo y eso es lo que yo soñaba", afirma modesta.

A Katile le cuesta hablar del pasado porque su vida ahora tiene un sentido que durante mucho tiempo no encontró. "Siempre con un apoyo se puede seguir adelante", repite.

Fernando tiene la ilusión de recuperar la vinculación al mundo laboral que un día tuvo y poder sacar a su familia de uno de los barrios más marginales de Sevilla donde ahora apenas puede pagar el alquiler. "Yo trabajo de lo que sea", expresa con determinación.

Laura, tras un accidente laboral que marcó el devenir de su vida, sueña con poder montar su propia empresa de construcción formada sólo por mujeres. "Ese es mi objetivo personal y creo que lo conseguiré", afirma convencida.

Ronald, Esmerling y Jeanhelys huyeron de una situación delicada en su Venezuela natal y sólo quieren ver la luz al final del túnel. "Cuando salimos de nuestra tierra, quedamos en un vacío y en un limbo. Son unas cargas emocionales que te hacen ver que estás perdido", confirman.

Ponen voz a aquellos a los que la vida les colocó entre las cuerdas en un momento dado y a los que luego les brindó la oportunidad de conocer el resultado del lado más solidario de las personas. Todos están en el cámino de lograr sus metas o han llegado a ellas. Gracias a Cáritas Española. Coinciden en que la ayuda recibida por la ONG católica les ha hecho "mejores personas".

Ana María, Katile, Fernando, Laura, Ronald, Esmerling y Jeanhelys son una pequeña representación de las 687 personas que durante 2024 participaron en alguna de las líneas de actuación del Centro Diocesano de Empleo de Cáritas en Sevilla, de los que 255 realizaron alguno de los 15 cursos formativos que se impartieron, y un minúsculo porcentaje de las 65.484 personas a las que el organismo acompañó en la búsqueda de trabajo en toda España, de las que reinsertó laboralmente al 20%. Forman parte de la familia que conforma el equipo de Economía Solidaria, que no ha parado de crecer en los últimos diez años, de reinventarse y de modernizarse hasta convertirse en uno de los mayores promotores de empresa de inserción del país.

El director de Cáritas Sevilla, Miguel Ángel Carbajo, explica que hay dos grandes grupos a los que su organización han estado prestando especial atención. "El de familias de origen extranjero que, pese a tener cualificación y experiencia, no pueden acceder a un puesto de trabajo por su situación administrativa irregular o por la falta de homologación de título de formación y el de las familias cuyos sustentadores viven en una situación de exclusión cronificada", afirma.

A través de su programa de empleo, Cáritas actúa como puente entre las empresas que buscan personal de inserción y aquellos que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Ofrecen formación, orientación y acompañamiento para facilitar su reintegración en el mercado laboral. Sus proyectos generan 3.115 puestos de trabajo, de los cuales 2.564 fueron ocupados por personas en situación de exclusión social en 2024. Para ello cuenta con 68 iniciativas de economía social y 267 líneas de negocios en diferentes sectores repartidas por toda España.

La de Sevilla se llama Bioalverde y, digna de la tierra en la que se encuentra, la agricultura ecológica es su motor económico. Son varias acciones que convergen en una: desde la siembra hasta la entrega puerta a puerta en domicilio o en restaurantes u hoteles o la venta directa en las dos tiendas físicas que la empresa tiene en Sevilla, una en la misma finca, en Montequinto, y otra en Nervión. Ambas, facturan más de 20.000 euros al mes.

El proyecto en su totalidad, unido a otro de de reciclaje textil con el que comparten espacio, cuenta con un presupuesto de 2,2 millones este año "a beneficio cero porque todo se reinvierte en el crecimiento del mismo", indica Carbajo. A nivel de empleo, "ha hecho posible que 30 personas hayan accedido en el último año a un puesto de inserción en la empresa que, a día de hoy, cuenta con más de 19 personas que trabajan de manera directa", añade.

Fernando Rodríguez, su gerente, señala que, en 2015, la finca de 30 hectáreas certificadas en agricultura ecológica era un sembradío de trigo en el que trabajaba tan sólo una persona y por unos meses al año. "Hoy además de alojar huertos, zona de viveros y un centro de formación, esta tierra le da la oportunidad de obtener contratos de inserción", añade.

Katile en la finca donde trabaja en Bioalverde.
Katile en la finca donde trabaja en Bioalverde. / M. G.

"Siempre con un apoyo se puede seguir adelante"

Katile tiene 33 años, es una de las personas que forman parte de esta iniciativa desde su origen y tiene una máxima que le acompaña durante la mayor parte de la entrevista: "siempre con un apoyo se puede seguir adelante", afirma. Ocupó un puesto de inserción en Bioalverde y ahora forma parte de la estructura de la empresa donde se encarga de acompañar y apoyar a los nuevos trabajadores que se incorporan a la empresa.

La incorporación a Bioalverde ha supuesto un antes y un después en la vida de este joven maliense. Llegó a Europa en 2013, con 21 años. Antes de empezar a trabajar en la empresa, vivía en un centro de acogida para inmigrantes y no contaba con los recursos necesarios para acceder a una vivienda propia. Reconoce que el camino no ha sido fácil, especialmente al enfrentarse a barreras como el idioma y la falta de formación previa. Sin embargo, con paciencia y esfuerzo constante, ha logrado alcanzar sus metas. Katile habla poco del pasado, pero sí de sus perspectivas de futuro. "Sé que estoy en un proyecto muy bonito y no quiero pensar en que esto se acabe", confiesa. Encuentra una gran satisfacción en poder acompañar y apoyar a otras personas que se encuentran en situaciones similares a la que él vivió en el pasado. "Disfruto acompañando a las personas que lo necesitan de la misma manera que yo fui acompañado", concluye.

Ana María Muñoz, trabajadora de la empresa de inserción laboral de la red Cáritas en Sevilla, Bioalverde.
Ana María Muñoz, trabajadora de la empresa de inserción laboral de la red Cáritas en Sevilla, Bioalverde. / M. G.

“Por mi edad, no tenía ni una entrevista; me sentía invisible”

La de Katile puede ser la historia de Ana María Muñoz, de 57 años y dependienta referente de la tienda de Bioalverde en la finca, o de Fernando, que a sus 59 años ocupa un puesto de inserción social como peón agrícola, pero con un matiz. Para ellos, la edad se convirtió en un foco de discriminación en el mercado laboral. Ana cuenta que antes de acudir a Cáritas, con poco más de 40 años, se sentía invisible para los empleadores. "Me preguntaba si nadie iba a leer mi currículum y me iba a dar la oportunidad de explicarme y de ver mi experiencia la tengo. Y me di cuenta de que era la edad", lamenta.

Tras divorciarse y verse en una situación económica complicada, Ana acudió al párroco de su pueblo en busca de ayuda. "Estaba en una situación ya delicada. Había agotado todas las prestaciones y no sabía dónde acudir", relata. De la parroquia fue derivada a Cáritas Empleo, donde una trabajadora social estudió su caso y le asignaron un orientador. Allí recibió formación para mejorar su currículum y prepararla para las entrevistas de trabajo. Tras un par de intentos, consiguió una oportunidad. Entró en Bioalverde como personal de inserción, con un contrato previsto de entre 2 y 3 años. Sin embargo, su dedicación y buen hacer propiciaron que, al finalizar su contrato, se quedara en el equipo técnico como dependienta referente, apoyando también al encargado en la gestión de las dos tiendas. "Llevo ya cuatro años y medio aquí", afirma orgullosa.

Fernando en un momento de su trabajo en Bioalverde.
Fernando en un momento de su trabajo en Bioalverde. / M. G.

“Nunca había trabajado en la agricultura y hoy sé que tengo otra salida”

Fernando es un ex montador de telas asfálticas de Carabanchel que vio truncado su futuro con la crisis económica y la falta de oportunidades en su sector le llevó a quedarse en paro de larga duración también pasados los 40. Es entonces cuando decidió dar un giro a su vida y formarse en agricultura a través de un curso de Cáritas. Así llegó a Bioalverde. "Ahora en septiembre haré tres años aquí", señala orgulloso. Aunque reconoce que le gustaría poder quedarse en la empresa de manera indefinida, es consciente de lo complicado que resulta en los tiempos que corren. "Eso es muy difícil", lamenta.

El madrileño es un ejemplo de perseverancia. Acudir al centro parroquial del barrio de San Pablo fue clave para poder acceder a ayudas de alimentación y formarse para encontrar un nuevo empleo. "Iba e iba y un día me hablaron de unos cursos de formación por si quería que me avisaran por si me interesaba alguno. Salió el de agricultura, terminé el curso y quedaron contentos con mi labor", explica", relata agradecido. Otra de las claves que mejor definen a Fernando es su polivalencia y capacidad de adaptación. "Yo soy muy polivalente, yo valgo para todo", asegura. De hecho, además de su experiencia en construcción y agricultura, también cuenta con formación en almacén y jardinería.

No es la única iniciativa de Cáritas para la inserción social. El Centro Diocesano de Empleo, en el barrio de Palmete, imparte cursos de hostelería, cuidado de personas dependientes, energía renovable y construcción, pero también procura dar un acompañamiento integral en materia de orientación laboral y seguimiento personal, para garantizar que una vez conseguido el puesto, se sostenga en el tiempo. Recibe cada año a unas 600 personas en situación de exclusión social, de las que casi una tercera parte consigue reinsertarse en el mercado de trabajo. En él, un equipo multidisciplinar se encarga del acompañamiento en materia de orientación laboral, formación e intermediación.

Laura García durante su formación en el centro diocesano de empelo de Cáritas Sevilla.
Laura García durante su formación en el centro diocesano de empelo de Cáritas Sevilla. / M. G.

“Cáritas me ha permitido retomar mi pasión por la construcción”

Laura García, Ronald Medina, Esmerling Jaspe y Jeanhelys Cruz son los anfitriones. Laura es sevillana, de Las Cabezas de San Juan. Cuenta que ha encontrado en Cáritas la oportunidad de retomar su pasión por la construcción. Con 20 años de experiencia en la construcción, Laura enfrentó un duro revés cuando sufrió un accidente en el Museo de Camarón en San Fernando. Las lesiones que le quedaron la alejaron de su pasión, y ahora, con un juicio pendiente para 2026, busca reinventarse y seguir adelante. Desde el accidente hasta la actualidad, la sevillana ha pasado por momentos difíciles. Aunque al principio no era consciente del daño psicológico que había sufrido, gracias a la ayuda especializada que recibió en Cáritas Sevilla, pudo enfrentar sus problemas. "No conocía la labor que hacían en Cáritas, pero hoy puedo decir que fue llegar aquí, hablar con ellos y empezar la remontada", reconoció.

A pesar de las dificultades, ha seguido adelante trabajando como "manitas" en casas particulares para subsistir. Fue la necesidad y el deseo de independencia lo que la llevó a buscar ayuda en Cáritas, donde descubrió que la organización no solo proporcionaba alimentos, sino también oportunidades para desarrollarse profesionalmente. Actualmente, se encuentra en calidad de alumna en el centro, donde está adquiriendo conocimientos y titulaciones en diferentes áreas de la construcción, como fontanería, electricidad, albañilería y pladur.

Jeanhelys Cruz en la cocina del taller de hostelería.
Jeanhelys Cruz en la cocina del taller de hostelería. / M. G.

“He tocado muchas puertas y aquí encontré ayuda”

Ronald, Esmerling y Jeanhelys comparten una historia de fondo: la huida de la situación actual de su país, Venezuela. Jeanhelys apenas tiene 18 años, y las ideas muy claras. Llegó a Sevilla en septiembre del año pasado junto a su padre, huyendo de la crisis en Venezuela. A través de una parroquia conocieron los cursos que ofrecía Cáritas y ella se interesó por el de hostelería. "Nos han ayudado a la hora de soltarnos con las bandejas, nos han enseñado a servir desayunos, cafés", comenta sobre su experiencia en el curso que inició en febrero. Su objetivo es poder trabajar en el sector mientras estudia comercio internacional.

Esmerling Jaspe.
Esmerling Jaspe. / M. G.

“Me vi muy pérdida; no sabía cómo aplicar mis habilidades”

Ronald y Esmerling, por su parte, han sufrido la dificultad de abrir puertas a pesar de su elevada cualificación formativa. Ella, diseñadora gráfica en su país, se sentía perdida sobre cómo aplicar sus habilidades en este nuevo contexto. Se vio en situación de calle con dos niños pequeños y acudió a Cáritas en la parroquia de la Oliva. Allí encontró el apoyo necesario para comenzar su proceso de inserción social y laboral. Tras una primera experiencia laboral en supermercados, hoy tiene un trabajo en una tienda de bazar que se ajusta a sus necesidades y habilidades. "Algo que me encanta porque justamente en esa orientación me di cuenta de que ser polivalente, estar aquí y allá, me enriquece muchísimo", comenta. Además, ha logrado la ansiada conciliación familiar y laboral gracias al apoyo recibido.

Ronald Medina junto a unas placas solares durante el taller de renovables.
Ronald Medina junto a unas placas solares durante el taller de renovables. / M. G.

“Sé que esta oportunidad me hace mejor trabajador y mejor persona”

A Ronald Medina, su Cáritas parroquial en el barrio de la Macarena lo derivó al centro diocesano de empleo porque buscaba una mejora laboral. Allí se interesó por el curso de energías renovables, que ve como un complemento a su titulación como Ingeniero de Telecomunicaciones del que está a la espera de homologación en España. "La energía renovable va a tener bastante campo y más la formación que tengo anterior, la voy a complementar. Es una oportunidad única que me ha dado Cáritas", señala Medina, quien lleva dos meses y medio en la formación que culminará a finales de julio con prácticas profesionales incluidas.

"Creemos en un modelo económico que busque el bien común", resume Ana Heras, coordinadora del equipo de Economía Solidaria de Cáritas Española. Heras reconoce que "se hace evidente" que estas personas desarrollan su vida en un contexto en el que no tienen las mismas posibilidades. "El empleo siempre ha ocupado un papel significativo para Cáritas", destaca Heras. Además, se trata de un pilar clave para la inserción, pero la directiva recordó que para cumplir "esa función integradora", debe ser "un empleo digno".

La labor de Cáritas en este camino es de acompañamiento de las personas que, por sus procesos vitales, sean los que sean, no han podido adquirir las competencias necesarias. Con las empresas de inserción buscan que las personas aprendan a trabajar trabajando: son firmas sin ánimo de lucro en las que la mitad de los empleados son personas en peligro de exclusión que pueden estar como máximo tres años, para que el proceso les permita después incorporarse al mercado laboral ordinario. Son programas personalizados con la persona y sus habilidades y potencialidades como protagonistas.

"Cuando nos referimos a la economía solidaria, pensamos en un mercado laboral con valores, en un sistema de finanzas éticas, en un comercio justo y un consumo responsable. Sabemos que el alcance actual de estas iniciativas es insuficiente, casi testimonial, pero evidencia que como sociedad podemos autoexigirnos una ética en todo lo que afecta a la economía. Una economía que escucha, que cuida, que suma y que cambia. Esta es la economía que queremos y por la que trabajamos a diario", concluye el director de Cáritas Sevilla.

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