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Sevilla

El turismo masivo en Triana divide a vecinos y comerciantes

  • La convivencia se hace complicada en el casco histórico del barrio, donde los precios se disparan, el ruido es constante y la movilidad se hace imposible; mientras, los negocios y los bares agradecen el transcurrir de foráneos

Un grupo de turistas circula por el carril bici del puente de Triana.

Un grupo de turistas circula por el carril bici del puente de Triana. / José Ángel García

Antes de cruzar el puente de Triana, ya se ven regueros de turistas dirección a la otra orilla, con sus pertinentes gorros de paja o gorras bien plantás para soportar al Lorenzo sobre sus cabezas. Van a lo que muchos vecinos del arrabal tildan de "parque temático", a conocer el que es uno de los mayores atractivos que posee la capital por sus edificaciones pintorescas, marcadas por sus corrales de vecinos, su histórica cerámica y su fama mundial de cuna del flamenco, pero "¿qué queda de todo eso en el barrio de Triana? Es un decorado de cartón piedra, donde los corrales ya no existen y los que quedan están cerrados o vendidos al turismo. El flamenco auténtico ha desaparecido y vecinos quedan pocos porque hemos sido expulsados hacia otras zonas más alejadas o directamente a otros barrios porque los precios de la vivienda aquí son altísimos, y del alquiler, mejor no hablar". Francisco Torres residió durante 40 años en Pagés del Corro, linde de la antigua cava. Cuando sus hijos crecieron, les fue imposible seguir viviendo allí y Curro, como le conocen sus antiguos vecinos, vio cómo decidieron irse a otros barrios de Sevilla. Con 79 años, descansa en un banco de San Jacinto, una calle que dice "no reconoce", pero que, sin embargo, está plagada de vida comercial y negocios hosteleros que ven con buenos ojos los cambios acaecidos y la llegada masiva de turistas.

Juan Macías Campanario es el presidente de la Asociación de Comerciantes de Triana. Desde hace más de 30 años regenta un comercio de artículos para baño en Pagés del Corro. Desde la entidad que preside entiende la incertidumbre que la saturación turística pueda ocasionar en los vecinos del barrio, "sobre todo, en la zona peatonalizada donde el comercio tradicional se ha tenido que marchar por el aumento de los alquileres", pero reconoce que "el turismo beneficia a los comerciantes, puesto que hay más opciones de venta".

No piensa así quien preside la Asociación Vecinal Triana Norte, Diego Parra. En la sede de esta organización, ubicada en el Hotel Triana, a diario reciben las quejas vecinales de aquellos que ven cómo la afluencia masiva de turistas ha llenado sus calles y bloques, fundamentalmente el casco histórico –que se concentra en Plaza del Altozano, San Jacinto, Castilla, Alfarería y Pagés del Corro– en apartamentos turísticos que acogen "a un turista de dudosa capacidad adquisitiva y que genera problemas de convivencia con ruidos, fiestas, suciedad. Una situación que lleva a que muchos trianeros se hayan tenido que ir de sus casas rompiendo sus vidas", cuenta Parra, quien añade: "El turismo no ha sido un problema hasta hace diez años. Pero empezamos a ver cómo las viviendas se iban transformando en pisos turísticos. Cómo los contratos de alquiler no se renovaban o se subían de forma desmesurada para dedicarlos a estos fines y cómo los propietarios de esas viviendas empezaron a ser empresarios. Hoy, edificios al completo se dedican al alojamiento de turistas. Lo peor es que ni Junta de Andalucía ni Ayuntamiento han hecho nada durante mucho tiempo dando lugar a pisos turísticos ilegales".

Turistas en Triana. Turistas en Triana.

Turistas en Triana. / José Ángel García

Turismo y los vecinos de Triana

Más allá de la gentrificación histórica del barrio, que ya podría decirse que se ha completado, esta saturación turística también ha repercutido en la hostelería y comercio de la parte más concurrida. "Es innegable el aumento de los precios en la hostelería. Triana se ha convertido en una zona cara para vivir pero también para comer. En San Jacinto, prácticamente, ha desaparecido el comercio tradicional y se han instaurado bares y cadenas hosteleras de dudosa calidad en sus productos a precios desorbitados", reseña Diego Parra, que suma las dificultades de movilidad por el exceso de veladores: "Soy invidente y no puedo pasear por San Jacinto. A los veladores y manteros se suma el carril bici en mitad de la calle. Es curioso porque nosotros, los vecinos, fuimos quienes impulsamos la peatonalización. Ahora, parece que se va a reorganizar la calle, esperemos que sea así y que se pongan más controles sobre las actividades ilegales y los veladores. Un barrio son sus gentes, sus vecinos, sus talleres... es importante que nuestros gobernantes defiendan los intereses de la población y que podamos recuperar nuestras calles y casas".

Turistas, manteros, peatones y bicicletas se cruzan en la calle San Jacinto. Turistas, manteros, peatones y bicicletas se cruzan en la calle San Jacinto.

Turistas, manteros, peatones y bicicletas se cruzan en la calle San Jacinto. / José Ángel García

De igual manera piensa el antropólogo procedente del "arrabal de los arrabales", el barrio de los Ángeles, Juan Sánchez-Lafuente. Promotor del libro Historias de una vida, que recoge la memoria de vecinos de la zona, su testimonio es el sentir de un barrio que promovió, por ejemplo, la peatonalización de San Jacinto, "para que Triana tuviera su plaza grande", y que vio cómo aquellos que se negaban y manifestaron contra ello hoy "se han llenado de codicia provocando una situación de abuso con la inundación de veladores y los precios al alza".

Esta transformación de Triana, que muchos vecinos de la zona expresan que viene provocada por la afluencia masiva de turistas, también ha derivado en la pérdida de gran parte de su identidad. "Las franquicias, al igual que pasa con los edificios de nueva construcción que se están realizando, no guardan la arquitectura del edificio o taberna típica de Triana. En la calle Castilla te encuentras tapas que podrías encontrar en cualquier parte del mundo y, además, con una estética que resulta estridente", apunta Carmen González, vecina de Alfarería.

Comerciantes, hosteleros y vecinos sí coinciden en que el turismo nunca ha sido un problema, lo que para algunos sí es perjudicial y preocupante es el tipo de turismo que "invade" el barrio "de despedidas de soltero, por ejemplo", con el agravante de la de las dificultades de movilidad tanto en la calle San Jacinto como sus aledaños. "Es alucinante la que se monta todos los días en el puente y en el Altozano. Por el puente de Triana cada vez es más difícil acceder al barrio. Está lleno de turistas que muchas veces pasan en excursiones en bicicleta o en patinete. Se mezclan los que van andando, los que se detienen para hacer una foto y, lógicamente, se acaba invadiendo el carril bici. Al llegar al Altozano, los taxis muchas veces no tienen donde parar y lo hacen donde pueden. Alguna vez he visto cómo han estado a punto de atropellar a algún turista", relata Marta, que vive desde hace unos meses en la calle Castilla.

Manolo García, vendedor de garrapiñadas al principio del puente de Triana. Manolo García, vendedor de garrapiñadas al principio del puente de Triana.

Manolo García, vendedor de garrapiñadas al principio del puente de Triana. / José Ángel García

El turismo y los comerciantes 

Del otro lado, los que ven en el turismo de masas un revulsivo que no hay que dejar escapar. Manolo García vende garrapiñadas al principio del puente de Isabel II en su puesto Garrapiñadas Hugo. Desde hace unos ocho años, sus ventas han crecido un 50%, "sobre todo, por el turismo nacional, aunque también muchos franceses, italianos, alemanes, portugueses... La vida está al alza pero eso no es culpa del turismo. El turismo trae riqueza".

María del Carmen Soriano, farmacéutica de la Farmacia Santa Ana en el Altozano. María del Carmen Soriano, farmacéutica de la Farmacia Santa Ana en el Altozano.

María del Carmen Soriano, farmacéutica de la Farmacia Santa Ana en el Altozano. / José Ángel García

La farmacia es otro de los puntos donde el turista se refugia cuando necesita crema solar, apósitos para las ampollas o antihistamínicos para la alergia. “También preguntan mucho por los test de antígenos, pero los tengo que derivar a clínicas porque lo necesitan para regresar a su país de origen”, cuenta María del Carmen Soriano, farmacéutica de la Farmacia Santa Ana en el Altozano. Como vecina de la calle Castilla afirma que el "turismo es vital para la supervivencia de los comercios y bares que comen de ello. Es una zona turística y como tal hay que aceptarlo. A mí no me molestan".

Antonio, de Floristería Antonio, en el Mercado de Triana. Antonio, de Floristería Antonio, en el Mercado de Triana.

Antonio, de Floristería Antonio, en el Mercado de Triana. / José Ángel García

Centro neurálgico de las compras, el Mercado de Triana es uno de los puntos que más ha modificado sus características y renovado negocios, transmutando puestos de alimentación por bares en gran parte. A la entrada se encuentra Floristería Antonio, regentada por Antonio y Gloria durante 40 años. Ambos reconocen que su negocio es de los pocos que, en la actualidad, "no vive del turismo" y que con el paso de los años han visto "perder la idiosincrasia de Triana". Sin embargo, el Mercado de Triana es un auténtico hervidero de turistas interesados en adquirir productos típicos, tales como el jamón ibérico. "El mercado ha ido cambiando pero a mejor, y Triana también", afirma Israel Bernal, de Charcutería Los Bernales, que añade: "En Triana cada vez hay más gente mayor, como nos quinten el turismo a ver qué hacemos".

Israel Bernal, de Charcutería Los Bernales. Israel Bernal, de Charcutería Los Bernales.

Israel Bernal, de Charcutería Los Bernales. / José Ángel García

Llama la atención el paso continuo de turistas por el puesto de especias. Un reclamo para los forastero que en sus países de origen las encuentran a más del doble del precio que aquí. Miguel Ángel Montero está al frente del mismo desde hace 15 años. "Un gramo de azafrán lo vendo a 6 euros y en Estados Unidos, por ejemplo, está a 50 dólares". Es el propio Miguel Ángel quien nos descubre el espacio que ocupa en el mercado un taller de cocina andaluza para turistas. Allí les enseñan los platos típicos de nuestra tierra y los cocinan en directo. "El reservado cuesta unos 500 euros".

Miguel Ángel Montero en el puesto de las especias del Mercado de Triana. Miguel Ángel Montero en el puesto de las especias del Mercado de Triana.

Miguel Ángel Montero en el puesto de las especias del Mercado de Triana. / José Ángel García

Más allá de la cesta de la compra, son otros los negocios que, gracias al turismo, ven aumentar sus ganancias. En la calle San Jacinto, la zapatería infantil Pkes abrió hace unos meses y la peatonalización les animó a ello. "El 90% de nuestros clientes son del barrio y muchos agradecen que se haya abierto un comercio tradicional y no otro bar", detalla Patricia Armario, quien afirma que abren los mediodías y los fines de semana por el tránsitar continuo de turistas que les proporcionan un goteo continuo de compras.

Patricia Armario, de la zapatería Pkes, en la calle San Jacinto. Patricia Armario, de la zapatería Pkes, en la calle San Jacinto.

Patricia Armario, de la zapatería Pkes, en la calle San Jacinto. / Juan Carlos Vázquez

También menos de un año lleva en la calle Castilla la librería Banana Cómics, negocio especializado en el mundo del cómic que ofrece algo distinto a esta zona plagada de bares. Laura Tobío es la encargada del negocio junto a su pareja, José Luis Muñoz. En cuanto a la saturación turística de Triana, afirma tener el “corazón dividido”, puesto que como vecina vive el problema del encarecimiento de la vivienda pero como comerciante le favorece: "Los turistas siempre nos compran para hacer regalos o algunos de nuestros ejemplares que tenemos en inglés".

Laura Tobío, del establecimiento Banana Cómics en la calle Castilla. Laura Tobío, del establecimiento Banana Cómics en la calle Castilla.

Laura Tobío, del establecimiento Banana Cómics en la calle Castilla. / Juan Carlos Vázquez

La opinión de los hosteleros de Triana

Los hosteleros también tienen mucho que decir al respecto, y se muestran favorables a la afluencia masiva de turistas. Las Golondrinas (en la calle Pagés del Corro) es la hermana joven del tradicional bar de Antillano Campos. Aquí explican que "siempre" han trabajado con el turismo y que siempre han seguido sirviendo el mismo producto de calidad. Manuel Sayago es uno de sus trabajadores y no ve en el cliente foráneo ningún inconveniente. "Tiene que haber de todo. Yo también como en franquicias a veces".

Alejandro Carranza, de Bar Juan Carlos, en la calle Febo. Alejandro Carranza, de Bar Juan Carlos, en la calle Febo.

Alejandro Carranza, de Bar Juan Carlos, en la calle Febo. / Juan Carlos Vázquez

Casi 30 años lleva el Bar Juan Carlos abierto en la calle Febo. En esta zona más alejada del casco histórico de Triana el transcurrir de turistas se diluye y es más tranquilo. Hasta este bar, que hoy regentan Alejandro Carranza e Inmaculada Gutiérrez, se desplazan turistas, principalmente, atraídos por su especialidad, el queso (con más de 120 referencias) y las cervezas internacionales (11 tiradores de distintos tipos y más de 40 referencias en botellas), y por su buen posicionamientos en portales y redes. Para Alejandro, "el turismo es positivo, y que se fomente a través de grandes eventos como los conciertos que este mes se están celebrando en Sevilla nos beneficia a todos. Triana sigue siendo un barrio con comercios tradicionales, peluquerías, droguerías... Al final, todos (turistas y trianeros) podemos convivir".

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