Banega se vaciará en el verano del Sevilla

Sevilla FC

Con su compromiso y nivel, el argentino tapa la boca a quienes lo veían ya con la mente en Arabia

Que pueda ejercer de sevillista hasta agosto puede ser clave en Europa

Banega da una indicación en el Villarreal-Sevilla del pasado lunes.
Banega da una indicación en el Villarreal-Sevilla del pasado lunes. / Óscar J. Barroso / Europa Press

Si hay que apostar por un número de la suerte en el Sevilla, es el 10. El que suelen portar los líderes de los equipos. Porque Éver Banega se sigue sintiendo eso, el líder en Nervión. El hecho de que le queden semanas en el club antes de hacer las maletas para llenarlas de petrodólares no ha restado un ápice de su compromiso. Todo lo contrario. Quiere abrochar una despedida digna de su trayectoria con la camiseta blanca. Y ese último esfuerzo puede resultar clave para la cosecha sevillista en la Liga (julio) e incluso la Liga Europa (agosto).

El pasado 25 de enero, el Al Shabab árabe sorprendió a todos, el propio jugador de Rosario incluido, al sacar a la luz pública el acuerdo con el organizador por tres temporadas. Por entonces, Banega ya podía negociar con otro club, ya que restaban menos de seis meses para que expirara su contrato con el club de Nervión. Monchi quería que estampara su renovación pero no a cualquier precio, una condición que la opulencia árabe no le puso sobre la mesa a un jugador que la próxima semana cumple 32 años.

Con el inesperado compromiso por tres campañas con el Al Shabab, que entrena el español Luis García Plaza, Banega, después de haber disfrutado como sevillista dos etapas (la primera fue de 2014 a 2016, antes de volver en 2017 tras su fracasado año en el Inter) ya tenía fecha de caducidad en Nervión: el 30 de junio. Pero el Covid-19 reventó los planes del argentino, como los de todo el mundo. ¿Podía vivir una suerte de prórroga con el Sevilla más allá del fin de su contrato?

FIFA mediante, Éver ha podido prolongar su vínculo con el Sevilla hasta que acabe la Liga el próximo 19 de julio. Y además, podrá llevar su compromiso hasta agosto, en busca de la sexta Liga Europa. La liga árabe que debió parar por la pandemia se va a acabar finalmente del 4 de agosto al 9 de septiembre, la siguiente campaña no arrancará hasta octubre y por tanto Banega no tendrá que integrarse en su nuevo club hasta bien entrado septiembre.

Que Banega pueda centrarse en exprimir sus reservas de energías hasta agosto, antes de sus vacaciones, se antoja una fantástica noticia para Julen Lopetegui. Y para todo el Sevilla, claro. El metrónomo funciona a pleno rendimiento. Tiene ganas y piernas. Y como de fútbol y carisma anda sobrado, el equipo cobra altura.

No lo demostró tanto en el primer partido de esta miniliga, ni más ni menos que el derbi. Lopetegui prefirió ante el Betis sangre joven ante tanta incertidumbre sobre la respuesta de los jugadores a dos meses de confinamiento y otro más de entrenamientos muy condicionados. Fernando, Jordán y Óliver Torres fueron los titulares y bien que carburó el equipo. El argentino salió en el minuto 70 por Ocampos para frenar el gradual acoso de los verdiblancos, cosa que apenas logró.

Pero en las tres jornadas porteriores, Banega se ha destapado. Y eso, por la calidad y ascendencia del rosarino en el juego colectivo, ha disparado las prestaciones del Sevilla. En La Nucía, ante el Levante, ya fue titular y el partido bailó a su son. De hecho, cuando tuvo que ser relevado por Óliver Torres en el minuto 63, los blancos empezaron a dar pasos atrás hasta quedar embotellados y dejar volar dos puntos en aquel desafortunado rebote del balón en Diego Carlos.

Contra el Barcelona, Lopetegui repitió el trío que tan bien había funcionado ocho días antes ente el Betis. Pero esta vez la pelota fue del rival. Hasta que en el descanso, Lopetegui tiró del dorsal 10. Del jugador que porta el llavero del juego sevillista. Fue salir Banega y volcarse el juego. Su pausa, criterio y toque lo cambió todo, hasta el punto de que las mejores ocasiones pasaron a ser sevillistas. Hasta con su pierna menos buena, la izquierda, improvisó un inverosímil cambio de juego, larguísimo y cruzado, que sólo un mal control, otro más, de Ocampos, desvirtuó. Éver fabricó una ocasión de la nada. Otra más.

Finalmente, con los galones de la titularidad recuperados, en Villarreal se reencontró con su mejor versión, sólo deslucida un tanto a balón parado. Su extremo compromiso lo reflejó su forma de ir al choque con un medio de la corpulencia de Anguissa para hacerse con la pelota en la jugada que acabó en el 1-1 provisional de Escudero. Cuando Lopetegui rectificó y el Sevilla mejoró sus prestaciones arriba, ya con Navas, Ocampos y Munir en la segunda parte, el argentino encauzó el juego por los caminos que abría su mente.

El mejor Banega, el que deslumbró con Unai Emery durante dos campañas, o el que manejaba aquel frenético Sevilla de la primera vuelta con Machín (el Mudo y Sarabia cerca del 10 por dentro), estaba de vuelta. Lopetegui ya lo sabe. Ahora está en el criterio del entrenador dosificar las fuerzas del ‘regista’ para que, en las siete frenéticas jornadas de Liga que quedan, sus castigadas piernas no se resientan mucho y su fútbol siga fluyendo. Él está dispuesto a vaciarse incluso en agosto, cuando aguarda la Roma y luego esa estimulante final a ocho de Alemania. El llavero del juego es suyol y hoy disfruta abriendo los cerrojos al tiempo que tapa la boca a los escépticos. Mejor que el Sevilla lo cuide, porque el número de la suerte apunta a ser el 10.

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