Sevilla FC

Realidad y evolución

  • La derrota del Sevilla en el Wanda pone los pies en el suelo a la vez que marca el camino de un proyecto ambicioso en el que aún falta por recorrer

Simeone gesticula delante de varios jugadores del Sevilla.

Simeone gesticula delante de varios jugadores del Sevilla. / Juanjo Martín / efe

En el Sevilla continuamente se está hablando de crecimiento, de ambición, de exigencia... y nadie duda que esa mentalidad es la que ha hecho que la sociedad esté donde está actualmente. Y es digno de elogio que esa idea siga impertérrita en el interior de sus dirigentes. Por eso, cíclicamente hasta no viene mal una enseñanza como la que le tocó asimilar al equipo de Julen Lopetegui el pasado martes en el Wanda Metropolitano.

Ante un líder más que sólido de la Liga española, el Sevilla ofreció hasta buenas sensaciones. No se rindió, llevó el peso del juego con incluso mayores porcentajes de posesión (66,1%), tuvo ocasiones, lanzó doce córners y le jugó de tú a tú como lo hizo en septiembre ante el Bayern Múnich, pero pese a todo ello regresó a la capital hispalense con la sensación de que aún está lejos de la situación que viven ciertos clubes en España, con dos en los que todo el mundo piensa y junto con los que ha logrado instalarse el Atlético de Madrid.

Al equipo de Simeone, el hombre sobre el que el club rojiblanco ha montado la magnitud que hoy disfruta, le bastó con dominar las áreas, con contar con futbolistas a los que el Sevilla simplemente no tiene acceso por presupuesto, y con ser un roca en defensa sin ningún tapujo para montar una línea de seis con otra de tres por delante más un punta que también trabaja como nadie por lo que era imposible, o muy difícil, encontrar una rendija por la que penetrar y aprovechar una debilidad del contrario.

El Sevilla ha puntuado muchas veces en terreno colchonero. Sin ir más lejos, el pasado curso sumó un punto en un momento crucial de la temporada (precisamente fue el último partido que se disputó con público en el Wanda Metropolitano) con un 2-2 que fue fundamental para creérselo durante el trabajo llevado a cabo en el confinamiento y que dio sus frutos después con la clasificación para la Champions League con la cuarta plaza alcanzada en la Liga.

Pero ya se sabe que del pasado no se vive. El Sevilla recibió una lección en el Wanda de la que debe extraer aspectos positivos. Se trató de una cura de realidad que tampoco tiene por qué variar las coordenadas de destino en el rumbo que la entidad sigue.

Sí que, no obstante, deja desfasadas ciertas declaraciones de algunos dirigentes. Los más altos cargos, desde el presidente, José Castro, hasta los dos directores generales, Monchi y José María Cruz, han hablado abiertamente de “ganar una Liga”. ¿Se referían a ésta o a la de unos años en adelante? Desde luego, fueron vertidas antes de que la temporada discurriera con suficientes jornadas como para poner a cada uno en su sitio a los que hablaban de que el Sevilla podía ganar la Liga. Después, ya nada más se supo.

Ni siquiera el mismísimo Simeone negó que los nervionenses puedan luchar hasta final de temporada en el grupo que va a pelear por el título, pero el 2-0 que el equipo de Lopetegui recibió el martes debe servir para que esa evolución hacia un crecimiento mayor incluso que el experimentado hasta ahora siga su curso.

El Atlético lo ha hecho. Sólo basta con ir creciendo en estructuras y tener muy claro el camino. La exigencia, la ambición sin límites, el no rendirse nunca, el levantarse ante los fracasos... son las mejores herramientas para lograr todo lo que esta entidad se proponga, pero no serán suficientes sin un presupuesto al que ahora mismo no tiene acceso este Sevilla.

El Sevilla es uno de los ocho mejores clubes de Europa. Lo dice el coeficiente UEFA por encima de presupuestos mucho mayores. De lo que no tiene culpa el club ni sus dirigentes es que, de los siete que le preceden, tres son españoles. Y quizá eso le resta dimensión a lo hecho hasta ahora.

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