Sevilla-Alavés | La crónica

Éste sí es un equipo de Caparrós

  • El Sevilla recupera la senda victoriosa ante un Alavés que pasó de ser un rival directo a estar en las antípodas de los nervionenses

  • El dominio de los anfitriones fue absoluto y se quedó incluso corto en el tanteo final

Roque Mesa y Sarabia celebran el gol conseguido por el canario.

Roque Mesa y Sarabia celebran el gol conseguido por el canario. / Antonio Pizarro

Paso adelante de gran trascendencia para el Sevilla. El cuadro nervionense sí se pareció esta vez muchísimo más al patrón que siempre ha caracterizado a las escuadras de Joaquín Caparrós y minimizó hasta someterlo a un Alavés que era un rival directo antes de arrancar y que evidenció que, a día de hoy, se halla en las antípodas en lo referente al momento de forma y también al potencial de sus futbolistas. Al final fueron los goles de Roque Mesa y Sarabia los que decidieron, pero la realidad es que las distancias sobre el césped fueron mucho mayores hasta parecer siderales en la mayoría del litigio.

El fútbol de la contemporaneidad no admite apenas tiempo para el análisis, todo transcurre de manera trepidante y tanto Caparrós como los suyos necesitaban un triunfo convincente después de la sensación de fracaso que les dejó la derrota contra el Valencia. Enfrente, además, estaba un equipo que estaba por encima de la clasificación y eso podía complicar las cosas, pero la realidad es que el bálsamo no pudo ser más reconfortante para la causa sevillista. Porque, por mucho que no sea extrapolable al futuro, igual que el 0-1 del pasado domingo por cierto, que esto puede dar muchas vueltas, la realidad es que las diferencias entre el Sevilla y el Alavés fueron siderales.

Seis futbolistas que no fueron titulares contra el Valencia partieron de refresco en el once de Caparrós

Los blanquirrojos, con seis hombres en su once inicial que no habían partido en la alineación contra el Valencia, fueron metiéndose en el campo del rival desde el principio y la verdad es que llegaron a convertir la disertación en un auténtico monólogo. El dominio fue absoluto desde el minuto uno hasta que se llegó al intermedio sobre el 46 y lo raro fue que no se materializara con más contumacia en el electrónico del Ramón Sánchez-Pizjuán.

Porque Gonalons, sobre todo el francés, y Roque Mesa fueron robándole todos los balones a un Alavés que se veía impotente en ese planteamiento que buscaba a la pareja formada por Calleri y Borja Bastón para a través de la captura de los rechaces tratar de salir para buscarle las debilidades al Sevilla. En absoluto fue así, Kjaer y Carriço estuvieron valientes, y también acertados, en los duelos individuales mientras que quienes barrían la pelota eran los dos medios centro locales.

Ése fue el origen de todo para el campo se fuera volcando hacia la portería de Pacheco y para que el dominio de los anfitriones llegara a convertirse en abrumador en diferentes fases de este acto inicial. Los saques de esquina fueron numerosos, siempre sin un remate acertado salvo en uno que salva Laguardia tras un tremendo disparo de Munir. Y la pelota siempre fue con velocidad hacia el costado derecho, donde la sociedad formada por Sarabia y Jesús Navas fue desquiciando poco a poco a Rubén Duarte.

Eso sí, en el debe de los blanquirrojos estaba su incapacidad para originar un peligro que desequilibrara definitivamente al Alavés. En el haber, en cambio, figuraba el orden necesario en las tareas de recuperación, algo que es un mandamiento principalísimo en la manera de ver el fútbol por parte de Joaquín Caparrós. Así, Juan Soriano vivía de una manera plácida y todo se conducía a originar un ataque detrás de otro.

El fútbol no fue brillante, pero el Sevilla pisó a fondo y se protegió bien siempre

Por supuesto que el fútbol no era brillante, tampoco fue necesario, al Sevilla le iba a bastar con pisar el acelerador a fondo y con protegerse con solvencia para evitar cualquier susto. Hasta que esa paciencia le dio sus frutos, justo cuando había empezado a incorporarse Roque Mesa a zonas más avanzadas para originar superioridades por ahí. Una pelota que le llegó a Sarabia, la enésima, la ofreció atrás el madrileño para que el medio centro canario conectara un disparo imposible para Pacheco.

Cierto que rozó ligeramente en un adversario para convertirse en un disparo letal, pero qué más da. El esférico se alojó entre las redes y el sevillismo, por fin, podía festejar su primera ventaja casera con Caparrós en su segundo retorno. Desde ahí todo cambió definitivamente y la segunda mitad volvería a mostrar el catálogo de las ideas, esta vez muy positivas, del entrenador utrerano.

Porque el Sevilla jamás iba a sufrir y siempre se mostraría como un equipo tremendamente superior a ese Alavés que le pelea las plazas europeas. Tras un par de remates intencionados de Munir y de Ben Yedder llegaría, ya en la recta final, el golpe definitivo. Bastó con que Rog apretara, Gonalons tocara a la primera hacia Munir, éste conectó con Ben Yedder y el parisino se la puso a Sarabia. Lección de no sobar el cuero, de hacerle sangre al contrincante y dos a cero. Sin ser “el mejor equipo de la Liga”, la tropa de Caparrós sí supo plasmar en el campo su superioridad y rentabilizarla, que es de lo que se trata en esto.

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