Crisis en el Sevilla de Pablo Machín

Semana limpia para la reflexión

  • La eliminación copera brinda a Pablo Machín un lapso de tiempo para recuperar energías y, sobre todo, limpiar las mentes

  • Desde el último liderato, el 25 de noviembre, el Sevilla ha sumado 10 puntos de 27 posibles

Pablo Machín dialoga con Carlos Martinez y José Luis Silva ante Jordi Guerrero.

Pablo Machín dialoga con Carlos Martinez y José Luis Silva ante Jordi Guerrero. / Víctor Rodríguez

El Sevilla está en un preocupante pico bajo. Pablo Machín atraviesa su peor momento de la temporada. A los malos resultados se les han unido algunos discursos chirriantes que no encajan en un club pujante como el Sevilla. Él fue el primero en advertir que los malos momentos llegarían. Y él debería saber también que hay cosas que no se deben decir, aunque respondan a su visión del fútbol. En éste mandan los resultados y éstos dicen que el Sevilla continúa cuarto, pero cada vez ve más delgado el colchón que tenía no hace tanto. La decadencia se inició desde el último liderato, allá por otoño, y se ha acentuado después del parón navideño, con la disputa de los octavos y los cuartos de la Copa del Rey. Un tramo con más partidos a domicilio junto a la carga competitiva han desnudado al Sevilla.

Ahora, el Sevilla, su cuerpo técnico, los jugadores, incluso los rectores del club, terminado ya el periodo de contrataciones de enero, afrontan una semana para la reflexión. En este sentido, incluso les puede venir bien a todos esta semana sin competición en medio para limpiar las mentes, y también los discursos. Si cuando el Sevilla fue líder era chirriante escuchar de Joaquín Caparrós que “esta plantilla es la mejor de la Liga, la que nos tiene líderes”, ahora es el momento de emitir mensajes tranquilizadores y mesurados, también autocríticos.

Por ejemplo, no estaría mal en incidir en el mal bagaje viajero del Sevilla y reconocerlo abiertamente. Ya no vale aquello que ha reiterado Pablo Machín de que su equipo ha competido en todos los partidos fuera. El esperpento de Balaídos lo desdiría inmediatamente. No es casual que el Sevilla se haya desinflado en el tramo en el que, coincidiendo además con las eliminatorias coperas, más partidos ha jugado a domicilio. A saber, desde que alcanzó el liderato el 25 de noviembre venciendo por la mínima al Valladolid, ha jugado nueve partidos, ha sumado 10 puntos de 27, ha caído por tanto a la cuarta plaza y todo después de jugar seis partidos fuera y sólo tres en casa. En este tramo de competición, ha logrado sólo dos triunfos (ante Girona y Levante en Nervión), por cuatro empates (Mendizorroza, Mestalla, Butarque y Atlético en casa) y tres derrotas (San Mamés, Bernabéu y Balaídos). Y no gana fuera desde el 30 de septiembre.

Es cierto que el Sevilla acumula un déficit de esfuerzo debido al infortunio en las lesiones, sobre todo las óseas. Las musculares sí suelen ser consecuencia directa de ese cúmulo de esfuerzos, al que ha contribuido que cuatro futbolistas, Escudero, Mercado, Gonalons y Amadou, tuvieran lesiones traumáticas u óseas al principio de Liga, impidiendo un mayor reparto de esfuerzos para cuando las piernas estuviesen cargadas. Enero tenía que llegar y ha llegado pidiendo su impuesto.

Un centenar de bajas han aparecido en los partes médicos que consulta Pablo Machín antes de realizar las convocatorias para la Liga. Y eso ha condicionado claramente a un equipo que ha fundamentado su mejor juego en futbolistas de corte técnico, en una medular de exquisitos que no destacan por la fuerza ni el fondo físico. Y eso, sobre todo a domicilio, donde el rival entra con más ritmo y confianza, se ha dejado notar.

Pero por encima de esto, últimamente, se está observando un excesivo apego de Machín a su manual, a su academicismo, como el novel que llega a un entorno nuevo y no se salta las reglas.

Lo mismo que al técnico soriano se le aplaudió muchísimo que a raíz de aquel mediodía en Valencia ante el Levante se saltara su propio corsé, al inventarse una medular con Banega, Sarabia y Franco Vázquez y ubicar arriba a Ben Yedder junto a Andre Silva, ahora se le está notando demasiada atención al manual, por encima de la intuición o el atrevimiento para saltarse sus propias normas. La lectura del partido en Balaídos fue pésima y los cambios (Amadou y Escudero al campo cuando hacía falta marcar) demostraron poco reflejos, por mucho que en el banquillo tuviera poco donde elegir. También tuvo escasez de recursos al inicio de temporada y supo reaccionar con más frescura.

Ahora, el Sevilla, Pablo Machín y su cuerpo técnico y la dirección de fútbol, afrontan un periodo de reflexión, para la recuperación de efectivos y la frescura de ideas. Y también para abandonar los discursos grandilocuentes o faltos de autocrítica. No contribuyen mucho a mejorar el rendimiento de la plantilla y soliviantan al aficionado. La semana que viene ya llega la Liga Europa. La cuesta se empinará de verdad en febrero...

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