Sevilla-Athletic

El Sevilla no frena en su descomposición (0-2)

  • El equipo de Quique Flores abre el año con una nueva frustración, cierra la primera vuelta a un punto del descenso y crispa otra vez a la afición

  • Sergio Ramos se encara con un hincha en directo y De Nido Carrasco estrena su cargo de presidente con gritos en su contra

  • Sergio Ramos: "Respeta a la gente y cállate ya, anda"

Suso, en pleno lamento.

Suso, en pleno lamento. / Juan Carlos Muñoz

El Sevilla no frena en su proceso de descomposición. Como si se tratara de una maldición, nada hace que cambie la dinámica perdedora. Ni la llegada de un nuevo entrenador, ni el nombramiento de otro presidente ni, por supuesto, que el que firme en los mercados sea un nuevo director deportivo. La maldición no es otra cosa que un trabajo mal hecho a todos los niveles, lo que desgraciadamente tiene a la sociedad en una situación alarmante fruto de una cadena de decisiones que viene de muy atrás y que lo único que ha tratado es de huir de lo sigue sin escapar: los gritos en la grada hacia la gestión y en esa nueva versión tan temida o más como la música de viento que son las redes sociales.

El Sevilla abre el año en su estado que ya es natural, derrotado, cierra la primera vuelta a un punto de descenso y con la afición una vez más pidiendo la dimisión de la directiva. Mala cosa para un presidente que tomaba la vara de mando sólo unos días atrás. Y encima, para poner la guinda, el capitán Sergio Ramos se encaraba en directo en televisión al final con un aficionado que le recriminaba su actuación mientras era entrevistado por DAZN.

Un cóctel explosivo que viene a recordar el debate que trajo su contratación, a la ligera ante los temores de las tres primeras derrotas y pese a los antecedentes de su mala relación con una parte del sevillismo.

Y es que parece que nada puede salvar al Sevilla. Ni el reconocimiento de Fernando, ni el estreno en su nuevo sillón de Del Nido Carrasco, ni el sueño de entrenador cumplido por Quique en su estadio de juventud... iban a cambiar nada. A la hora de la verdad, los buenos propósitos se quedan en palabras huecas cuando un equipo de verdad se planta en el campo enfrente de este Sevilla de mantequilla, o de nata ahora que en las pastelerías vuelan los roscones de Reyes. Un Athletic de verdad que practicaba otro deporte distinto al que intentaba su oponente se comía desde el primer minuto a los discípulos de Quique Flores, que encima perdía en las horas previas por un problema personal, según anunció el club, a Soumaré, uno de los pocos con capacidad para chocar en la plantilla.

Nico Williams, toda la primera parte solo

Valverde, otro zorro viejo que de los banquillos que cumplía en Nervión 500 partidos en la Liga, sabía sacar partido del escaso tiempo de aprendizaje que el Sevilla ha tenido para jugar con una defensa de tres centrales. Es verdad que es un esquema que da sensación en determinados partidos de más empaque, pero que necesita un acoplamiento que no es fácil de adquirir con los espacios muertos entre carrilero y central de su perfil. Y eso lo explotó como y cuando quiso Nico Williams, que recibía siempre el balón con metros para maniobrar. Se hizo indetectable para Juanlu y Badé primero y cuando se cambió de banda para Pedrosa y Kike Salas. Y ahí fue creciendo el Athletic ante un equipo que es un flan y que físicamente también está varios escalones por debajo. El Sevilla ni se hizo fuerte por dentro, siempre llegando tarde a la presión y nunca leyendo el pase para apretar al receptor, ni por fuera, asaeteado por la velocidad y el descaro del menor de los Williams, quien en pocos partidos encontrará más facilidades que en el Sánchez-Pizjuán.

De esta forma, el Sevilla prácticamente si pasó del centro del campo antes del descanso. Sólo un demarraje de Pedrosa... situaciones de intentos en duelos individuales en las que los jugadores del Athletic se las saben todas.

Y así, no podía más que llegar el gol de los bilbaínos. En una de ésas en las que Williams recibía sin nadie a cinco metros –muchas veces lo hacía con quince– inició en la banda de Pedrosa la jugada en la que Ruiz de Galarreta le puso un balón de oro a la cabeza de Mikel Vesga, quien –para variar– estaba sin marca en el área para rematar a la escuadra. Antes ya había avisado el propio Williams en una gran pared de tacón con Berenguer en la que finalmente remató solo ante Dmitrovic fuera.

Lesión de Gudelj

Las sensaciones eran, como siempre, muy malas en Nervión. Encima, en un feo gesto Gudelj al intentar arrancar defendiendo una jugada a balón parado se lastimaba la rodilla izquierda. Como era de esperar, el equipo se iba al vestuario entre cánticos de “directiva dimisión”.

Quique no cambiaba, pese al resultado y la imagen ofrecida, nada a la salida tras el descanso, que además acababa con el Athletic a punto de hacer el segundo gol. Nico Williams, una vez más solo, lanzaba un trallazo al larguero y tras varios rechaces el 0-2 no subía al marcador gracias a una intervención de Dmitrovic y también a que ni Sánchez Martínez ni el VAR veían unas manos claras de Juanlu al darle una patada al aire y rebotar el balón en el suelo antes de dar en la mano del jugador.

Ésa es otra. Extraño, preocupante, hasta hilarante... hasta tres veces los jugadores del Sevilla le dieron, en su falta de cálculo, una patada al aire. Por no decir la de veces que ejecutaban un pase al un rival en vez de a un compañero y hasta estaban a punto de perder la verticalidad al intentar controlar un balón.

El Sevilla estaba a merced del Athletic, un equipo de verdad, que ha usurpado el hueco que los nervionenses tenían en ese segundo vagón tras los grandes y que han dilapidado pese a contar –aún es así, aunque durará poco– con el cuarto mayor presupuesto de la Liga.

Lo intentó Quique con algunos cambios, pero lo cierto es que tampoco tiene mimbres en un plantel mal construido, con siete u ocho centrales para que tres profesionales estén con un poco de suerte en el banquillo –Nianzou, Gattoni y Marcao– para que el mejor central sea un chaval de la cantera. Mientras, en otras demarcaciones el cuerpo técnico no tiene dónde tirar.

Rakitic arañó una falta que Sergio Ramos (no perdona ni una) mandó a la barrera. Fueron Suso y Kike Salas los que estuvieron más cerca del gol, en especial en un zapatazo del canterano que encontró una espectacular intervención de Unai Simón cuando aún había tiempo para al menos salvar un punto.

Pero la miseria sólo llama a la miseria y en una jugada fatalmente defendida tras una falta de Rakitic en la banda el Athletic asestó el puntillazo definitivo. En la segunda jugada de esa acción de estrategia un centro de Ander Herrera lo remataba solo Paredes ante la permisividad de Nianzou.

El Sevilla no frena en un proceso de descomposición que ya no sorprende, pero sí preocupa. El episodio de Sergio Ramos encarándose a un aficionado ante toda España es un empujón más al vacío... en una caída hasta no se sabe dónde.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios