Mallorca - Sevilla

Ni argumentos ni respeto: El olor a cadáver es cada vez más fuerte (1-0)

Varios jugadores del Mallorca discuten con Ocampos, Rakitic y Juanlu.

Varios jugadores del Mallorca discuten con Ocampos, Rakitic y Juanlu. / Cati

El olor a muerto penetra por las rendijas de las ventanas del Sánchez-Pizjuán mientras la afición ya no sabe a quién mirar. Diego Alonso, que se ha dado más prisa en imitar la imagen de estilista de Simeone con un traje impecable e íntegramente negro que de hacer respetar a los suyos, suma una decepción más. Hasta siete en la Liga, diez en total... en otro alarde de bloqueo táctico, con sólo un cambio hecho a los 80 minutos sin más recurso que poner a Sergio Ramos de delantero centro.

Entre todos –no se salva nadie– han logrado que al Sevilla nadie lo respete. Porque estamos de acuerdo que es indignante el gol que le anularon en Mallorca y que hubiera al menos dado un punto –menudo botín–, pero ¿quién duda de que el gol de Pedrosa hubiera subido al marcador si el equipo estuviera cuarto o quinto clasificado? Distinto sería si le estuviera soplando el cogote al Real Madrid o al Barcelona, pero ésa es otra historia.

El caso es que otro sinsentido del VAR imposible de entender privó al Sevilla de un gol totalmente legal en un remate de Pedrosa que desvió con la baja espalda En-Nesyri. Sin embargo, entre Gil Manzano y Alberola Rojas decidieron que fue en el codo en ese movimiento tratando de apartarse.

Pero es una consecuencia más de lo que es este Sevilla. Porque ya con mochuelos sobrevolando su cabeza, el entrenador uruguayo vive días en los que continuamente tiene que tragar saliva. Después, tiene hasta razón en que su equipo no juega mal, propone, centra... pero no es sólo centrar. Es un equipo vulnerable, que cae de bruces al primer duelo y que no sabe defender. Y eso no lo ha sabido mejorar después de los dos meses que han pasado desde que se fue Mendilibar.

Y ve Diego Alonso cómo el vestuario se le vacía por la puerta de la enfermería. Jesús Navas es el alma de nunca se rinde; Suso, el mejor abrelatas; Nyland, si no se demuestra lo contrario es el portero más fiable; lo mismo pasa con Badé en el centro de la defensa; Fernando es Fernando pese a que los años se le han echado encima; Acuña, a pesar de sus chispazos temperamentales, es una referencia en ataque... Y ninguno de ellos estaba en la isla de Palma. Pero todo eso cualquier aficionado sevillista puede considerarlo vanas y peregrinas excusas para un club que manejó el cuarto mayor presupuesto de la Liga para elaborar su plantilla, una plantilla de Champions.Seguro que Javier Aguirre daba algo por tener a la mitad de los once futbolistas que sacaba el Sevilla de inicio y el propio Diego Alonso hace unos meses ni podría imaginar a quienes iba a tener el honor de dirigir la palabra entre las cuatro paredes de un vestuario de la Primera División española.

Pero en este Sevilla da igual quiénes sean los elegidos. Es tan vulnerable que no da la sensación de controlar un partido en todas sus situaciones ni con un Tercera clasificado en la zona baja de su grupo como el Astorga, que si no es por Dmitrovic le hubiera dado un dolor de cabeza bajo el frío leonés el miércoles.

Mejilla colorada a los 10 minutos 

En la hierba de Son Moix ya tenía la mejilla colorada a los diez minutos, los que tardó el equipo local en fabricar media ocasión y castigar el feble sistema defensivo de los nervionenses. Habían salido con intención los de Diego Alonso, con un disparo cruzado de Ocampos tras una muy buena combinación con Lukébakio y al minuto después con un trallazo de Gudelj, pero en un mal centro de Maffeo en su primera subida, con un mal control incluso de Samu Costa, Larin hizo bingo con un zurdazo que sorprendió a Dmitrovic.

Nadie, sin embargo, que sepa del estado actual del Sevilla iba a sorprenderse por ello. Con el uruguayo es un equipo que trata de abrir mucho el campo, que busca tocar y agradar, pero que carece de las piezas para cerrar por dentro. Es de suponer que sabrán en este cuerpo técnico que un rival con defensa de tres y dos carrileros lo normal es que genere superioridades numéricas en el centro del campo y en los alrededores de Soumaré –no sólo ayer– hay siempre un latifundio por el vicio que tienen todos los centrales veteranos: acularse atrás para que, por manos del demonio haya un duelo en carrera y no les pase lo que a Nianzou ante el PSV.

Pero es el problema de los equipos que se construyen de delante hacia atrás y no desde atrás hacia delante. El Sevilla quería mandar en el partido, se veía, pero no podía. Para colmo, anta la pasividad de Alberola Rojas, Lukébakio tenía que marcharse con la rodilla maltrecha por una plancha de Nastasic que no tenía ni el tibio castigo de una amarilla. Y para los que se indignan con las andanzas de los del silbato, también se quedó sin señalar un agarrón de Raíllo a En-Nesyri tras un muy buen centro de Januzaj.

Había salido el ex realista como versión light del belga y se sumó en busca en un intento de que el engranaje funcionara. Casi al momento Ocampos tuvo una ocasión clara al rematar un gran centro de Rakitic y Juanlu también lo intentaría justo antes del descanso haciendo trabajar a Rajkovic.

Indignación sevillista

Pero aún le quedaba al sevillista más sufrimiento y, sobre todo, más indignación, ya que anular el tanto que anotó Pedrosa es una aberración a la lógica. Rozó el cuero levemente en En-Nesyri para despistar a Rajkovic y el equipo arbitral, tras aviso de Gil Manzano y revisión de Alberola en el monitor, tomó la decisión más increíble: invalidarlo. Un sinsentido, sí, pero que no debe tapar lo grave es la situación del Sevilla, que pudo encajar el 2-0 en un mano a mano que evitó Dmitrovic.

Mucho cuidado porque el olor a cadáver es cada vez más fuerte.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios