El día que Gallardo se la lio a Luis Rubiales

El jugador del Sevilla Paco Gallardo protagonizó ante el Lleida una mañana memorable de regates y fintas al hoy presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF)

Rubiales se niega a pedirle perdón al Sevilla

Gallardo bailó a base de regates a Luis Rubiales en el Sevilla-Lleida de la Liga 2000-01.
Gallardo bailó a base de regates a Luis Rubiales en el Sevilla-Lleida de la Liga 2000-01.

Fue una mañana soleada y calurosa de septiembre de 2000 la que Luis Rubiales, actual presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y entonces lateral izquierdo del Lleida, todavía no habrá olvidado.

El Sevilla purgaba sus pecados en Segunda División y era, como cabía esperar, presa fácil para Canal Plus en su elección del único partido televisado entonces de la categoría en los tiempos en los que Lobo Carrasco se inventó aquello que no paraba de repetir de “una buena presentación de balón”.

A Paco Gallardo le había costado convencer a Caparrós. A Nervión había llegado un portugués pequeñito, Bakero, al que el balón no le pasaba de las rodillas y que, literalmente, no iba. Aunque habían pasado casi tres años, estaba todavía fresca la espantá de José Mari al Atlético y Lorenzo Serra Ferrer acababa de llegar a Barcelona con el capricho de llevarse al diablillo de Bellavista a La Masía. Un Mundial juvenil en Egipto, un Europeo en Suecia... habían sido los escaparates de Gallardo, hasta que el Sevilla, por aquello de lo calentito que estaban los ánimos con la cantera, le hizo un contrato desorbitado para un juvenil.

Pañuelos y cánticos de “¡y no pueden con él!...” inundaron las gradas del Sánchez-Pizjuán

Pero aquella mañana Gallardo puso Nervión boca abajo encarando una y otra vez a Rubiales. Tandas y tandas de fintas para cambiar a su par de perfil constantemente. El regate de Gallardo a ratos recordaba al de Goikoetxea y a ratos el de Figo. Eléctrico, con cambios de ritmo y endiablado en el espacio. Aquel partido no es que Rubiales no pudiera seguirlo, es que no podían hacerlo ni sus propias espinilleras, que constantemente dejaba atrás al haber cortado las medias. Manías de futbolista.

Rubiales ya había visto la tarjeta amarilla en el minuto 20, tras la primera tanda de naturales que arrancó los olés del público. Y empezaba a entender que aquel chaval de pelo largo y medio ensortijado le iba a dar la mañana.

A la siguiente serie de regates, culminada con una penetración al área, el Sánchez-Pizjuán ya coreaba enterito el nombre de su torero: “¡Gallaaardo, Gallaaaardo!”. El extremo dio un pase de gol a Míchel, autor del segundo tanto y asistente a Olivera en el primero.

En la tercera tanda en su duelo con Rubiales, Gallardo entraba ya en la selecta nómina de ídolos blancos. Regates en seco para un lado, para el otro, y vuelta a empezar mientras Rubiales giraba el cuello como la niña de El Exorcista y levantaba el césped de un Sánchez-Pizjuán que se llenaba de pañuelos en las gradas. El “¡y no pueden con él, y no pueden con él...!” no se le había cantado en Nervión a muchos futbolistas. A Moisés, a Montero, a Polster, a Suker y poco más.

Al final, 2-0 y Rubiales se iba cabizbajo al túnel de vestuarios. El Sevilla quedó primero en la tabla con 80 puntos y ascendió; el Lleida, último con 28, dio con sus huesos en Segunda B, de donde, salvo en la campaña 04-5, no ha salido. Un amigo hace unos días me hacía este comentario al recordarle aquella mañana: “Desde entonces le tiene manía al Sevilla...”.

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