Sevilla - Copenhague | La crónica

El golazo de Isco le da valor al Sevilla-Copenhague (3-0)

  • Los sevillistas consiguen su primer triunfo del curso en el Ramón Sánchez-Pizjuán al resolver al final un duelo que tuvieron nada claro

  • La rosca del malagueño en el minuto 88 hizo que el partido mereciera la pena

Isco celebra el golazo que aseguraba el triunfo sevillista.

Isco celebra el golazo que aseguraba el triunfo sevillista. / Antonio Pizarro

Minuto 88 del partido, de otro mal día para la causa sevillista, Isco recibe un balón en el ángulo superior del área grande del Copenhague, otea el horizonte se perfila y todos los seguidores de la fe balompédica nervionense ya pueden comenzar a gritar con fuerza un verdadero golazo del malagueño. La rosca con la derecha va perfecta, supera a Grabara y se cuela cerca de la escuadra, no exactamente donde se quitan las telarañas. El Sevilla suspiraba de alivio al asegurar ahí su primera victoria oficial como local del curso 2022-23 y, de paso, dejaba sellado el visado para meterse en la Liga Europa, la competición que se entretuvo en ganar hasta seis veces, seis, como se rotulaba en los carteles taurinos para valorar el número de toros.

Sólo el golazo de Isco merecía el pago de una entrada por ver este Sevilla-Copenhague, pero que nadie se llame a engaño con el tres a cero que registraba al final el electrónico del Ramón Sánchez-Pizjuán. Los sevillistas habían pasado unos apuritos de cuidado e incluso se salvaron de lo peor no sólo por el pobre nivel del campeón danés, también por la alianza con las diferentes zonas de la madera de la portería de Dmitrovic junto al Gol Norte. Primero, en un remate del joven Clem que se fue al poste (49’); después, en un cabezazo al larguero de Diks (82’) con todo a su favor para empatar.

Pero el fútbol es así de caprichoso y seguro que ha habido otros días en los que fue al revés, en los que el Sevilla acopió méritos con sus llegadas para haber ganado y finalmente se tuvo que resignar a no saborear aún el triunfo junto a sus seguidores en el presente curso. Se viene de inmediato a la cabeza la noche del Valladolid, sobre todo en la primera mitad, en ese sentido, pero no, entonces se registró un 1-1 y este martes lo que se contabilizaba en el acta del francés Benoit Bastien era un rotundo tres a cero favorable a los sevillistas.

A partir de ahí los resultadistas, entre los que se incluye quien esto suscribe, tienen que darle el mayor mérito posible a que el Sevilla de Sampaoli por fin haya sido capaz de alegrarle una noche a los seguidores que lo apoyan desde los graderíos del Ramón Sánchez-Pizjuán. Lo consiguieron gracias a la eficacia de la segunda mitad, a haber sabido aguantar los malos momentos sin sufrir daños mayores y también a aprovechar dos o tres llegadas claras que tuvieron. En-Nesyri, que parece que sí desvía el centro cerrado del Papu Gómez (61’); Isco, con su excelente rosca (88’); y, ya con el tiempo a punto de expirar, Montiel, que remachaba un balón rechazado por el portero danés tras un disparo de su compatriota Lamela (91’).

En-Nesyri observa el balón en dirección a la portería en el 1-0. En-Nesyri observa el balón en dirección a la portería en el 1-0.

En-Nesyri observa el balón en dirección a la portería en el 1-0. / Antonio Pizarro

El Sevilla, por fin, era capaz de salir triunfador en su propio estadio y, paradójicamente, lo lograba después de una primera parte espantosa a pesar de que un disparo del Papu Gómez en un buen pase de Isco en el minuto 1 parecía aventurar que todo iba a transcurrir por unos derroteros bien diferentes. Después habría un disparo más de Suso al que no llegó Dolberg por poco (6’) y desde ahí prácticamente la nada.

Sampaoli había optado por una rotación menor. Sólo cuatro futbolistas entraban en la alineación titular respecto a la que partió contra el Real Madrid y, además, uno de ellos era el portero Dmitrovic, que cuenta poco a la hora de dosificar los esfuerzos físicos. Sólo Papu Gómez, Suso, los dos teóricos extremos, y Dolberg eran los únicos que ingresaban. En definitiva, los tres teóricos delanteros en ese 1-4-3-3 que eligió el entrenador argentino, aunque muchas veces se van alterando los dibujos para demostrar que el fútbol nada tiene que ver con las barras del futbolín y dependiendo de la posición de Isco se pasaba a un 1-4-2-3-1 o un 1-4-4-2.

Lo que sí es cierto es que el Sevilla salía con once futbolistas, como todos los equipos y con la intención de ser protagonista, aunque con el paso de los minutos Sampaoli entendería que no merecía la pena correr tantos riesgos atrás y en no pocas ocasiones se inclinó por ordenar un fútbol más directo con pase arriba de Dmitrovic para que los suyos buscaran los balones en el centro del campo. Era otra de las consecuencias de esa horrible primera mitad en la que parecía imposible que el Sevilla fuera capaz de dominar al endeble equipo danés más allá de un fútbol de tocar sin ninguna profundidad.

Montiel golpea el balón del 3-0. Montiel golpea el balón del 3-0.

Montiel golpea el balón del 3-0. / Antonio Pizarro

Todo fue diferente tras el intermedio. Para empezar, porque En-Nesyri ingresó en el puesto del frío Dolberg y también, por qué no decirlo porque el Copenhague tuvo tres acciones clarísimas para haberse adelantado. Clem estrelló el balón en el poste, después Dmitrovic le hizo una parada complicada a Haraldsson y en la última el delantero danés o no tuvo fuerza o no tuvo calidad para aprovechar que había arrancado desde el medio del campo con todas las posibilidades del mundo de plantarse en solitario delante del guardameta serbio.

No fue así, afortunadamente para el Sevilla, y lo que sí llegó en medio de ese amago de tormenta fue el centro del Papu Gómez y el intento de remate de En-Nesyri para colocar el uno a cero en el marcador. Por segunda vez en esta temporada, el cuadro sevillista iba por delante en el marcador, pero a diferencia del debut de Sampaoli contra el Athletic esta vez no llegarían las tablas y sí ese golazo de Isco que servía para respirar de alivio y garantizar, al menos, la presencia de la bola sevillista en la Liga Europa.

Un compromiso menos, por tanto, antes de que llegue ese verano que provoca el Mundial de Catar y que quien corresponda, léase Monchi, pueda arreglar, no parchear, una plantilla tan mal confeccionada. Pero, bueno, al menos queda el consuelo de saborear un golazo de Isco que mereció el pago de una entrada o haber estado dos horas viendo este Sevilla-Copenhague.

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