Sevilla-Eibar | Jugadores uno a uno

La importancia de los minipartidos

  • El Eibar supera claramente el modelo de Machín con sus armas de siempre, sin inventar nada.

  • No todo puede achacarse al cansancio si el rival tiene superioridad numérica en todo el campo.

La Pizarra.

La Pizarra. / Departamento Infografía

Obviemos el estado de locura en el que acabó todo y que permitió al Sevilla de Machín rescatar un punto quizá inmerecido. Un análisis futbolístico requiere reflexionar sobre las causas que llevan a un equipo a perder el control de la situación o, mejor dicho, a no tenerlo nunca.

Y también obviemos el cansancio. Porque no es el cansancio. No lo es cuando además el grupo ha tenido su primera semana limpia de competición desde hace mucho tiempo; no lo es cuando acaba en seis minutos y con uno menos en el campo (expulsión de Banega) más fresco que el rival y desbordándolo en su área.

No es el cansancio. Es mantener los noventa minutos a dos delanteros cuando el rival estaba generando desde el inicio superioridades numéricas muy lejos de esos dos puntas; es la incapacidad para cambiar la orientación del juego y bascular ante la presión adelantada del Eibar; es la falta de mecanismos para saltar esas dos líneas de presión; es, una vez superada, encontrar el pegamento para llevar el balón a esos dos delanteros intocables; es el repliegue cansino de Promes en un mal desempeño en el costado derecho (mejoró en el izquierdo); es el ir y venir sin llegar a ningún lado de Roque Mesa...

Mendilibar, sin cambiar nada de su modelo de siempre y sin inventar nada diferente, se comió literalmente a la libreta de Machín. Planteó una presión en altas intensidades en la salida del balón de la defensa local y generó infinidad de superioridades en todo el campo. Ganaba minipartidos a base de tener más futbolistas que el rival en parcelas distintas en las que siempre había un jugador más (o dos) vestido de azulgrana, lo que le permitía ganar los duelos, minar la moral de los blancos, crear dudas y encender a la afición en contra de los suyos.

Defensa

Banega se vio siempre superado en número. Al Sevilla, mientras el juego se desarrollaba en campo propio, le era inútil mantener a dos delanteros arriba porque la batalla la perdía muchos metros atrás. Aparte de hacerle siempre un dos contra uno al argentino, Mendilibar le buscaba las cosquillas al esquema de tres centrales con Orellana abriéndose a la espalda de Escudero y haciendo dudar a un Wöber aún algo verde en cuanto al ritmo de competición en España se refiere.

También en la segunda mitad el sistema defensivo sufrió en tres o cuatro transiciones ataque-defensa que no aprovecharon los armeros para sentenciar.

Ataque

Sólo a la desesperada, cuando Machín cambió a dos centrales y con dobles extremos en ambas bandas, el Eibar cedió. Antes hubo incapacidad para sacar el balón y burlar la presión que el rival ejerce con dos puntas (como siempre hace el Eibar). No aparecieron recursos para que el balón saliera de atrás y tampoco para que hubiera conexión pese a los intentos y el pundonor de Ben Yedder en la primera mitad.

Virtudes

La fe y la reacción final cuando peor pintaban las cosas, con un futbolista menos.

Talón de Aquiles

Muchas cosas que reflexionar. No todo es cansancio.

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