Sevilla FC

La maldición de la que cuesta escapar

  • La historia del Sevilla con la Supercopa de Europa se mueve entre el ‘casi’ y el orgullo, con tres títulos que rozó y que se esfumaron tras dejar una excelente imagen

  • Budapest trajo al recuerdo las citas de Tiflis y Trondheim

  • La crónica: El orgullo cotiza cero en el fútbol

Rakitic desciende del avión que trajo al Sevilla de vuelta de Budapest.

Rakitic desciende del avión que trajo al Sevilla de vuelta de Budapest. / Sevilla FC

La sensación con que se quedaron los futbolistas del Sevilla este jueves en Budapest tras la hombrada de plantar cara a todo un campeonísimo como el Bayern Munich no es nueva. El sevillismo ya sabe lo que es volver con orgullo de una final de Supercopa europea.

De hecho, lo ocurrido en el Puskas Arenas ha pasado más veces y la sensación empieza a ser, más que de orgullo, de fastidio, desembocando también en un pensamiento de autoexigencia y de empezar a escudriñar dentro de uno mismo y ver qué no se ha hecho bien o del todo bien para que el campeón sea otro y no un Sevilla que lo mereció en una, dos y hasta en tres finales del torneo que condecora al campeón de campeones y que enfrenta al campeón de la Europa League con el de la máxima competición continental de clubes organizado por la UEFA, la glamourosa y deseada Champions League.

No es la primera vez. Ante grandes equipos como el Barcelona o como el Real Madrid el Sevilla mereció más suerte y que en las vitrinas del nuevo museo del Ramón Sánchez-Pizjuán se puedan visitar no una sino cuatro Supercopas de Europa.

Desde 2006, cuando los de Juande Ramos sorprendieron al Barcelona con un 0-3 inimaginable entonces, este torneo le ha sido esquivo, y hasta cruel, a los nervionenses. Primero la fatalidad ocurrida con la desaparición de Antonio Puerta fue la excusa ante el Milan. Estaba muy reciente el trágico suceso y los cuerpos se resintieron, pudiendo con los corazones, que deseaban brindar el triunfo al compañero fallecido

Luego, en la ciudad galesa de Cardiff se intentó pero no hubo mucho que hacer ante un equipo como el Real Madrid de Cristiano Ronaldo, que venció sin apenas dar opción a los entonces entrenados por Unai Emery.

Pero en las dos siguientes la cosa cambió. En Tiflis y en Trondheim el Sevilla mereció un triunfo y ofreció una imagen que se pareció mucho más a la del jueves en Budapest ante el Bayern Múnich. Especialmente en el recuerdo está aquella final en la que Messi salió al rescate del Barcelona. Sin él probablemente el Sevilla hubiese resultado campeón, pues fue capaz incluso de igualar un 4-1 en un partido vibrante y emocionantísimo que acabó 5-4. Finalmente la aparición del crack argentino fue la mano a la que se agarró el equipo azulgrana y que dejó a los sevillistas con la miel en los labios. Orgullo fue también la palabra más repetida pero de orgullo no se alimentan los campeones.

Como también le ocurrió con el Sevilla de Sampaoli en agosto de 2016. Después de amagar durante toda la pretemporada con coger el petate y marcharse a Argentina de nuevo, el pequeño entrenador de Casilda se encontró con una final y un escaparate a la que no estaba dispuesto a renunciar y ahí también el Sevilla compitió hasta el punto de forzar una prórroga aunque a falta de pocos minutos para el final, como con En-Nesyri ante el Bayern, el título estaba en el bolsillo.

Pero aquello fue más bien no saber guardar la viña. El Sevilla ganaba a los 72 minutos de juego con un 1-2 con tantos de Franco Vázquez y Konoplyanka, pero el fútbol alegre de Sampaoli y Lillo se tornaba en osado sin reparar en cómo se las gasta un grande como el Real Madrid. Sergio Ramos empató en el descuento, en el 93 cuando el Sevilla acariciaba el título con la yema de los dedos, y en el último minuto de la prórroga, en 119, Carvajal abortó incluso cualquier posibilidad de decidir el ganador en la tanda de penaltis, que ya también veía cerca el sevillismo.

Nunca se sabe si el destino le volverá a dar la oportunidad al Sevilla. Sería la séptima ocasión. Si el crecimiento del club sigue la hoja de ruta marcada por Monchi y los gestores, lo normal es que la entidad compita en la Champions, donde ganar un título son palabras mayores, pero nunca se sabe qué puede pasar y el magnetismo que este club tiene con la Europa League es digno de estudio. Pero que algo raro, cualquiera sabe si sobrenatural, pasa con la Supercopa.

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