Ahí donde nadie quería venir y de donde nadie se quiere marchar

El Sevilla ha desembocado en un problema de seguridad pública tras años en los que entrenadores y directores deportivos, que hablan entre sí como es natural, han huido de la falta de coherencia futbolística de sus dirigentes

La Policía identifica a dos individuos con antecedentes por el ataque a la ciudad deportiva

Una penosa imagen de ayer: la Policía Nacional en la puerta de la ciudad deportiva.
Una penosa imagen de ayer: la Policía Nacional en la puerta de la ciudad deportiva. / David Arjona / Efe

Nada es casualidad. Han sonado durante mucho tiempo las alarmas y no han sido atendidas. Jugando habilidosamente con los tiempos de la justicia, amparándose en la dejadez y falta de gallardía de los jueces y silenciando a una buena parte de la prensa, el Sevilla actual ha llegado a una situación que ha pasado de ser un sentimiento de frustración colectivo a convertirse en un peligro de seguridad pública. El Sevilla es ahora mismo un polvorín y sus dirigentes han generado tal nivel de insatisfacción y locura colectiva que han conseguido que las autoridades vean un serio peligro de consecuencias imprevisibles.

En la subdelegación del Gobierno, que maneja los activos de seguridad del Estado, hay ya preocupación real de hasta dónde puede llegar el caso. Ya se han producido en el último mes dos episodios lo suficientemente graves como para andarse con ojo. Uno tras el partido ante el Atlético de Madrid, cuando altos ejecutivos tuvieron que ser escoltados para refugiarse en el estadio. Y otro el pasado sábado, cuando varias decenas de aficionados quisieron mostrar su indignación en la puerta de la ciudad deportiva, arrancando la verja de entrada y obligando a los jugadores a pernoctar en las instalaciones. De los dirigentes no se supo dónde durmieron. Sólo se vio salir el coche de Del Nido Carrasco, pero a él no se le vio.

José Castro, Alberto Pérez-Solano y José María del Nido Carrasco.
José Castro, Alberto Pérez-Solano y José María del Nido Carrasco. / Juan Carlos Vázquez

Y como en su día los éxitos personalizados en Monchi, todo es un trabajo fraguado en varios años. El Sevilla se convirtió en ese club del que todos los profesionales del fútbol huían por la absoluta falta de coherencia futbolística de sus dirigentes, a las que sus decisiones, una detrás de otra, los delataban de cara a la afición en general –a la que intentaban siempre contentar para evitar los pitos al palco–, pero también de cara a los actores directos de esta empresa llamada fútbol.

Los entrenadores, como en todos los gremios, hablan entre sí. Los directores deportivos, como en todas las profesiones, se pasan información entre compañeros y el análisis empezó a coincidir entre todos ellos: en el Sevilla no tienen el aplomo y la seguridad en los proyectos que requiere el fútbol. Pese a llevar muchos años pululando por despachos y vestuarios, no son gente de fútbol...

Y el Sevilla empezó a encontrar un problema desconocido hasta entonces. Monchi presumía de que era fácil negociar en nombre del Sevilla porque al futbolista que recibía una llamada, de entrada ya se le iluminaban los ojos. Desde la increíble destitución de Lopetegui –y más aún la estridente situación que se dio cuando dirigió un duelo de Champions sabiéndose destituido y despedido entre ovaciones de la grada–, los entrenadores preguntan antes de venir. Hombre, como para no preguntar...

Mendilibar dejó en evidencia a Del Nido Carrasco, Castro y Orta en un documental de Netflix.
Mendilibar dejó en evidencia a Del Nido Carrasco, Castro y Orta en un documental de Netflix. / netflix

Mendilibar, nacido a 40 kilómetros de la Asteasu natal de Lopetegui, ya lo avisó en su presentación cuando le preguntaron por la renovación en el caso de cumplir los objetivos. “Tenemos que conocernos y ver de qué pie cojeamos. Podemos terminar con buenos resultados pero por lo que sea no congeniamos, ¿para qué vamos a seguir?”, dijo el de Zaldibar como si fuera una premonición de lo que acabaría pasando. Buenos resultados no, nada menos que una Europa League consiguió y, él por lo menos, rápidamente supo de qué pie cojeaban Castro y Del Nido Carrasco. Y Orta, claro.

Hay casos conocidos de entrenadores que rechazaron venir al Sevilla. O bien dijeron abiertamente “no”, o bien pidieron lo que sabían que en Nervión no le iban a dar. Marcelino estaba sin equipo cuando Orta se cargó a Mendilibar, entre algunas cosas, por la presión de Sergio Ramos, –sí, otro de los secretos inconfesables de este Sevilla–, que ni estaba a gusto con defensa adelantada y menos en el banquillo. Vino Diego Alonso, que había impresionado al director deportivo en una barbacoa cuando era jugador... Tremendo.

Rubén Baraja, entre otros, era un candidato que gustaba para suplir a Quique Sánchez Flores, otro entrenador que tuvo claro que debía poner los pies en polvorosa en cuanto lograra la salvación. Gustaba por su trabajo con la cantera en el Valencia sacando talentos como Javi Guerra, David López, etcétera. Prefirió no venir pese a tener una pareja sevillana.

Directores deportivos y entrenadores hablan entre ellos y ha calado el mismo diagnóstico

En ese perfil de austeridad, ser manejable y trabajar con chavales entraba García Pimienta, un técnico con hambre, pero claro, con la única experiencia de una temporada en Primera. Y diez victorias (una más de las que todavía tiene el Sevilla), logrando la última en febrero. Como se le cayó el equipo en la segunda vuelta debió ser un aviso. Pero era cómodo, barato y dócil. Bueno, se quejó una vez y le costó caro. Caparrós, loco por entrenar en España (en su última aventura en la Liga fuera de Nervión estuvo 8 partidos en Osasuna perdiendo 7 y empatando uno), era lo único que encontraron. Iba a ser el escudo ante las iras de la grada. El giro en el modelo era lo de menos...

En cuanto a directores deportivos, ya se ha hablado mucho de las razones por las que se fue Monchi, a quien no se le puede discutir su autoría en los 11 títulos y las 21 finales. Desgastado en su relación con los consejeros delegados y las atribuciones de nuevos asesores, dio un paso al lado para que casi nadie quisiera venir a sucederlo. Dijeron no Braulio Vázquez y David Cobeño, directores deportivos de Osasuna y Rayo, en una situación que recordaba a los años de la última aventura en Segunda, cuando Alfredo, un centrocampista pequeñito y ramplón del Leganés, prefirió El Sadar a Nervión.

Eso sí, los que vienen no se quieren ir y mucho menos los que ya estaban. Orta se gastó millones en rescisiones de contrato, pero no lo logró con Rafa Mir, Jordán, Januzaj, Marcao, Iheanacho... Y bueno, los que mandan, como ya se ha podido comprobar, ni con agua caliente ni no pudiendo salir a la calle...

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