Que viene el Coco... Lamela

Getafe - Sevilla | La contracrónica

La entrada del extremo argentino y Rafa Mir afilan y dan el ansiado vértigo a un Sevilla hasta entonces tedioso

Lamela y Bono celebran la victoria en Getafe ante Jesús Navas.
Lamela y Bono celebran la victoria en Getafe ante Jesús Navas. / Afp 7 / Europa Press

El sevillista va a leer y escuchar en un goteo continuo la palabra líder y a medida que lo haga, menos malo le va a parecer el partido que perpetró su equipo en Getafe. Pero a fe que el partido fue pésimo. De los peores de la era Lopetegui. Al habitual juego plano y hasta autocomplaciente le añadió esta vez una alarmante reiteración en los pases errados. Joan Jordán sigue cabizbajo, enfadado consigo mismo, el Papu tuvo que retrasarse hasta cerca de los defensas para tratar de desenredar el juego y lo que hizo fue alimentar el acoso getafense con sus pérsidas. Y Suso y Óscar se convirtieron pronto en perseguidores de sombras.

Terrible el Sevilla titular. Julen, celoso de cuidar el ecosistema del vestuario, mantuvo los galones de quienes han llevado a este equipo a la sexta Europa League y a repetir en Champions. Pero tras el partido, va a rascarse la cabeza más aún de lo que se la suele rascar: fue mala noticia que algunos de sus habituales, como Suso o Jordán, anduvieran desenchufados, pero fue buenísima que Lamela o Rafa Mir le dieran al juego el vuelo que le hacía falta.

Verticalidad

Lamela ha finalizado en gol dos contragolpes, especialidad no habitual con Lopetegui

El extremo argentino ha llegado para apretar a Suso y ya lo hace. El murciano arribó hace pocos días para apretar a En-Nesyri, ser alternativa o, por qué no, acompañarlo en un ataque que con espacios promete muchas alegrías: el subcampeón olímpico mide 1,91 metros, como un tal Fredéric Kanouté, lleva el dorsal 12, como el ídolo franco-maliense, y su gran zancada en carrera lanzada es tan potente como la de ese delanterazo que el recién llegado quiere emular.

Al parecer, Rafa Mir llegó a marcar 34 kilómetros por hora en carrera en un entrenamiento. Cuando corre a tumba abierta no parece tan alto como lo que es. Y en cuanto el Getafe se destapó en su arreón final –con Míchel ya dejó ver en la primera jornada en Mestalla que será más fácil cogerle la espalda–, los sevillistas dibujaron un frenético contragolpe –el segundo certero en otros tantos partidos, tras el 3-0 ante el Rayo que también convirtió Lamela– y evidenciaron que, con el renovado fondo de armario, va a esgrimir por fin una virtud fundamental en este fútbol moderno y físico, una veloz verticalidad.

Muchos cenáculos sevillistas han venido pregonando estos días que las gestiones de Monchi, en espera de que Delaney cristalice en el sexto, han procurado la esperada competencia en diversos puestos para subir otro escalón competitivo. Y por ahora, la entrada de Dmitrovic, Lamela y Rafa Mir así lo han plasmado.

Le queda ahora el turno a los nuevos laterales, Montiel y Augustinsson, que ya se sentaron en el banquillo del Coliseum Alfonso Pérez y que más pronto que tarde, van a gozar de protagonismo tanto por las tablas con que llegan como por el hueco que la propia inercia de la temporada les va a ir dejando: Jesús Navas, por mucho que sea un admirable caso de longevidad, va a necesitar respiros y Acuña, que ayer se retiró mareado, también dejará vacante su rincón a veces. Por ejemplo, ante el Barcelona, seguramente, el próximo día 11 por la extrema dificultad de que tanto él como el Papu y Montiel regresen a tiempo de su periplo con la selección argentina.

No le pasará lo mismo a otro internacional por la Albiceleste que hoy no tiene sitio para Lionel Scaloni, Erik Lamela. Y eso que celebra la afición sevillista, que ya se ha agarrado a los goles del fino extremo para dar rienda suelta a las más desbocadas ilusiones. Como el Getafe no remató entre los tres palos, sólo era cuestión de hacer un gol. Y lo hizo él. Que viene el Coco...

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