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Entrevista con Pablo Motos
Como Isabel Díaz Ayuso desmanteló la cúpula de Telemadrid para colocar a directivos afectos de prolongada trayectoria partidista su televisión autonómica apenas la ve gente. Por eso, para hablar y para que la vean tiene que irse a Antena 3. A falta de lo que digan los audímetros en la mañana del miércoles, lo de este martes habrá sido de traca (los datos, 3,6 millones de espectadores, 23,2%, y en algún momento la vieron 7 millones de seguidores, nada mal para ser una conversación).
La entrevista de Pablo Motos a Ayuso se extendió hasta las 23.15, porque además de la charla hubo tiempo para Trancas y Barrancas (coincidió en la facultad con sus actores) y un margen para que la presidenta jugara a reconocer canciones (se lo pusieron fácil).
Motos estaba entregado a la su entrevistada desde el primer minuto y la presidenta, en día festivo, tenía claro su objetivo de acudir a El Hormiguero para aclararse en sus intenciones de disponer de la presidencia del PP madrileño y mostrar su imagen más fresca, juvenil y de buen rollo. Formal y leal pero dispuesta a brindar con una caña. Ella sigue siendo la que fue pese a sus obligaciones, la chica que acude al bar de abajo, que tiene un tatuaje escondido en el costado, que fumó algún que otro porro para comprender de lo dañinos que son, o que guarda un limón triste en la nevera.
Confesiones amistosas, con arranque de al menos aparente sinceridad, que en su caso no rechinan, la verdad. La presidenta iba con un conjunto de apariencia de cuero negro y pendientes generosos. Una vecina en la terraza, un placer que reclama como el ocio más español posible. Ella acude al despacho de lunes a viernes, cena en casa siempre que puede (y si puede, mejor en ese bar de abajo donde vamos todos los españoles), y los fines de semana, barbacoa y "música española", amigos, familia. Ayuso es desenfadadamente perfecta. Motos se deja llevar en sus masajes y en este caso, con un público que se quemaba las manos aplaudiendo, aún más.
Estos son mis poderes, la conexión con la gente, expuso a su manera Isabel de España, centrada en Madrid, sin ganas de aferrarse a ningún sillón y con su lealtad ("soy leal", insistía) a prueba de recelos. Sabrá irse cuando llegue el momento, porque la política debería ser sólo una carrera de relevos. Con el alcalde Martínez-Almeida ha limado asperezas y espera que Pablo Casado no se guíe por asesores celosos. Hasta Motos le admitía con su pregunta en que lo lógico es que ella presida el PP madrileño como sus homólogos gallego y andaluz.
Sobre si tiene bloqueado en el móvil a Teodoro García-Egea en estas tiranteces genovesas, Ayuso hablaba de un móvil antiguo donde se ve desbordada de mensajes y de otro en el que ella no tiene vetado a nadie para hablar. Justificaciones algo engorrosas. A Pablo Iglesias no le echa de menos (ni casi nadie, ¿verdad?) pero sabe que seguirá rondando "haciendo el mal", y que está curtida en aguantar descalificaciones y burlas de los medios afines al Gobierno. Pero sí, a Iván Redondo, el funesto ex asesor monclovita, sí que le bloquearía, admitió. Con el presidente Pedro Sánchez tiene el trato correcto que obligan los respectivos cargos. Cuando habla con él lo ve "muy seguro de sí mismo, encantado" pero cuando habla "sabes que te está mintiendo". No, claro, no está "contenta con él".
En realidad salvo justificaciones y confesiones de amiga todo lo demás es lo que le hemos venido escuchando durante meses, antes y después de su revolcón electoral, y sus argumentos sobre la economía, los impuestos e inversiones en Madrid, "uno de los motores de España", son los que ocupan los titulares desde hace tiempo, pero en esta ocasión se oían en el prime time del entretenimiento. Y todo el mundo parecía encantado. La popularidad de Ayuso se había enfriado algo así que esta aparición entre hormigas le ha venido bien para reafirmarse y mostrar su valor intacto.
Se explicó sobre lo sufrido en la pandemia, meses de angustia, y recordó que fue por delante en muchas medidas pese al cabreo del Gobierno y que no hubo ningún enfermo que muriera solo pese a no estar rodeados de sus familiares.
Sobre Toni Cantó y su Oficina del Español, la presidenta dice que va "a tope" y que la copia el Gobierno. Ella es muy española y mucho española, nuestro idioma es una fuente de ingresos aún por explotar más.
Volvió a contar lo de los paparazzi en su escapada balear, sus cuitas con los tacones en el reloj de la Puerta del Sol de Rafa Nadal (que podría haberla llevado en brazos, lamentó no haber tenido la ocurrencia en ese momento) y sacó a colación que para ella "Julio Iglesias es el otro rey".
En la música es donde Díaz Ayuso podía auparse para demostrar que su pose de amiga de terraceo es real. Habló de los grupos que le encandilaban de joven y que sigue cantando en los karaokes aunque ella "canta como un gato mojao". Los sones que le marcaron por siempre, los de Depeche Mode.
Ella es la imagen de un Madrid abierto, libre (libre de intoxicaciones), enrollado, en una Movida domesticada de terrazas, cervecitas y música callejera. El Madrid de nuestra vecina favorita.
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