Análisis

¿Quién tiene la piel más fina: Pablo Motos, Luis Enrique o Irene Montero?

Irene Montero, Luis Enrique y Pablo Motos

Irene Montero, Luis Enrique y Pablo Motos

Si tener una bandera española en un aula escolar española se convierte en un motivo de conflicto entre alumnos y profesores es para que los adultos se lo hagan mirar. Lo sucedido en Palma de Mallorca es una muestra de la falta de cintura que pueden mostrar algunos docentes, directivos y padres. Ha pasado en un colegio de La Salle, corporación religiosa que tiene otros problemas históricos más graves para resolver. Y lo sucedido por lucir una bandera oficial en una clase no debería de convertirse en un interesado tema de debate.

Un Mundial de fútbol hace aflorar los patriotismos porque sencillamente se despiertan los legítimos sentimientos personales, de pertenencia, de identidad, a través de un acontecimiento global. Ahí es donde en esta sopa cálida los extremos de una y otra parte, que venimos sufriendo durante muchos años, intentan herir y pegar tajos. Los logros de la selección de fútbol, que a fin de cuentas son vibrantes representaciones de cada país, se han de disfrutar y mandar a córner cualquier politización. Y precisamente los medios no han de interferir ni emborronar más allá del análisis deportivo. Ya metidos en la fiesta todo lo colateral debería diluirse como tregua.

Es incomprensible la salida de tono de Paco González, en la COPE, criticando que la selección vaya de rojo al completo en la fase previa. Sus roces personales con el seleccionador, Luis Enrique, vienen con sus palabras a agriar innecesariamente al oyente. Si se quisiera imponer que la selección vistiera de azul cobalto o verde aguamarina se podría justificar lo de atacar a la selección. La COPE zamarreaba también en el pasado Mundial de Rusia llamado de forma inevitable al desastre.

Ya José María García se encargaba de zarandear el ambiente de la selección en los Mundiales, pasó en México 86 con las primas; en Italia con los egos de los jugadores; en Estados Unidos y Francia con su pique con José Ramón de la Morena poniendo como herramienta ejecutora al lamentable seleccionador Clemente. Los líderes de la radio deberían de salir más del estudio para tomar oxígeno fuera. Algunos con el Mundial se ponen tensos. Le pasó al propio Paco González en Sudáfrica, que acabó mal con la SER y fue repescado por Telecinco para narrar el triunfo. El mayor mérito que tenía Vicente del Bosque era su capacidad para servir de pararrayos cuando los medios españoles se crispaban contra su equipo. El de Salamanca tiene la piel gruesa, adiposidad compuesta por paciencia y frialdad.

Luis Enrique no es tanto de piel fina como que destila aire despectivo hacia los preguntadores en las ruedas de prensa. Con su ego tan potente, como siempre lució en el césped, le ha venido bien tener su propio canal de expresión. Su perfil en Twitch le permite ir a su aire y aunque se le ha criticado que quiera hacer la competencia a los streamers, o dejar de lado a los medios, esta conexión directa acerca al público, y rebaja tensiones, para quien se siente líder principal (y obligatorio) de la selección.

Irene Montero, para ser ministra, tiene la piel finísima. Las competencias de su Ministerio son materia de alta sensibilidad y de esa manera, con mesura y cuidado, habría que conducir todo lo que son legislaciones, campañas, convencimientos. Cuando se tienen argumentos de peso no es necesario responder con ataques a la mínima indisposición, que es lo que ha venido sucediendo con esta tiular.

Su última campaña ha despertado reacciones de incomodidad y a su vez ese clima ha generado nuevas críticas polarizadas. En este caso la piel más frágil ha sido la de Pablo Motos, que se ha dado por aludido en el spot en el que un presentador hace una pregunta de índole picarona a una invitada. El Hormiguero siempre ha querido ser una fiesta de amigos, de amigotes en algunos momentos, durante tantas horas y durante tantos años es comprensible que en ocasiones se meta la pata. Y Motos se ha creado una imagen de tipo machista de la que va a ser complicado desprenderse. Al querer defenderse del spot lo que ha originado es la multiplicación de las reacciones contra él, cuando sus detractores tienen acopiadas intervenciones y preguntas. Algunas de ellas, fuera de contexto, parecen aún más hirientes. 

En otras ocasiones, como sus protestas cuando era literalmente perseguido durante el confinamiento (una agencia de noticias le hacía marcaje para captarle con la mascarilla bajada), eran justas por lo que observábamos como una campaña de desprestigio. Pero en esta ocasión alguien tendría que haberle hecho ver a Pablo Motos que en su currículum tiene una serie de momentos que le pesan en la imagen (la de él y la de la cadena, Antena 3, que debe asumir los gajes de ser la cadena líder en estos momentos). En la campaña contra El Hormiguero hay intereses laterales más allá de la losa machista que atenaza al valenciano. La más beneficiada del discurso de Motos ha sido la propia Irene Montero, que ya estaba totalmente arrinconada por su desafortunado trabajo (o dejación de trabajo) con la ley de Sí es Sí. Con las redes, tan virales y encendidas, cualquier crisis magnifica su efecto.

En ambas figuras, la ministra y el presentador, se aprecia poca actitud de autocrítica, lo que desprestigia a cada uno por su lado, pero ahora es Pablo Motos y su entorno los que deben reconducir la situación.

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