A pie de calle
Este programa de policías llega a Canal Sur
Perfil
Icónica Chamorro es la entrega de este domingo de Imprescindibles con la que TVE recuerda a uno de sus rostros que aventaba la innovación cuando el país se mostraba curioso a todo lo que ofrecía la cadena y media pública en los años 70 y 80. Paloma Chamorro fue una figura que rompía todos los esquemas y llevaba al cristal de casa lo más renovador. Lo más provocador. Su semblanza a cargo de Anna Solana y Manuel Arranz no es sólo un retrato de la Movida madrileña, es un viaje desde el suburbano hasta la vida noctívaga que daba brochazos al televisor analógico.
Paloma era uno de los rostros del UHF de la transición: cuando dejó de ser un segundo canal fantasma que se captaba por las grandes capitales y que vía modernización de la red de repetidores enseñaba a ser la recortada alternativa a la Primera Cadena en los pioneros televisores en color.
En sus primeros años en TVE formó parte de Galería o Cultural 2, programas de marcada vocación minoritaria para un canal que se veía a cachos. Fichada por Ramón Gómez Redondo por entonces era la encargada de cubrir exquisitas exposiciones plásticas a lo largo del continente y a entrevistar a primeras figuras de las artes que no volvieron a contar con tan estelar y monográfica aparición en una TVE que le limpiaban todos las telarañas.
De formar parte del Encuentros con las Letras y las Artes de Sánchez Dragó, la sección de Chamorro voló sola y se convirtió en un transgresor Trazos en 1977, con aquella cabecera del intrigante gato que se movía por un tubo transparente que cambiaba de colores. Un programa de vanguardia en todos los aspectos en una Segunda Cadena que apenas daba cuatro horas de programación. TVE vivía su transición, que tardaría en culminar.
Su revista también se llamó Imágenes, con un erudito como Santiago Amón (padre de Rubén Amón) entre los críticos, contenidos muy elitistas y a estas alturas casi impensables en una cadena generalista de hoy. Lo más impensable para su tiempo fue que los grupos de música y los creativos más heterodoxos del Madrid de principios de los 80, de un país que se desperezaba en lo cultural por delante de lo social, tuvieran su parcela, y en directo, aunque fuera por esa Segunda Cadena arrinconada.
La Edad de Oro, sincero homenaje a Buñuel en su nombre, está entre los grandes programas de la historia de RTVE: por inédito y transgresor. Por imprevisible. Paloma Chamorro llevó al extremo su divulgación por lo nuevo y lo genial y a exaltar así la libertad de expresión, hasta límites que hoy, 40 años después, serían provocadores y escandalosos. Sus programas le dieron satisfacciones y también más de un quebradero de cabeza como la denuncia por "profanación" por un videoclip de Moon Child, con la cabeza de un cerdo en un crucificado, que causó congojas y más de un cabreo "entre mentes sensibles", defendió. La causa se extendió durante nueve años.
La Edad de Oro, que compararíamos a ojos de hoy como la versión adulta de La bola de cristal, con sus actuaciones tan ahumadas y aromáticas, casí al límite de inventarse el odorama con aquellas imágenes. Aquel espacio era la diana de la oposición al PSOE contra la llamada Tele Roja, la TVE (aperturista, europeísta. Y guerrista) del director general José María Calviño.
Los martes por la noche, con coqueteo de late-show, hasta traspasar con creces las doce, desde los electrificados pelos de Chamorro (fresca, capaz de pastorear a sus invitados ilustres cuando se salían de cuadro) se auparon Siniestro Total, Gabinete Caligari Loquillo, Alaska (que aparece en el documental de hoy) y los Pegamoides, Golpes bajos, hasta ser la ventana española para Lou Reed, The Smiths (en sendos conciertos grabados). Fue el altavoz para creadores como Nazario, diseñadores como Manuel Piña o para que Almodóvar con McNamara cantara y elaborara un cortometraje.
La Edad de Oro fue un verano eterno de la cultura que duró de mayo de 1983 a abril 1985, cuando fue aparcado tras tantas polémicas (como el líder de The Lord of the New Church fornicando con la guitarra) y soponcio. De todos los que impidieron seguir con esta Edad de Oro Chamorro (fallecida en 2017) se acordó en su despedida del programa. Sus posteriores proyectos, La estación de Perpiñán (homenaje a Dalí en su nombre) o La realidad inventada fueron entrevistas grabadas, con evidente calidad pero sin alcanzar el nivel sísmico de aquel fumado espacio en directo.
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