¿Qué le debe Rosa María Calaf a Llongueras?

Intrahistoria de TVE

La corresponsal ya jubilada fue entrevistada por Carlos del Amor en La 2

Rosa María Calaf
Rosa María Calaf

La televisión es, ante todo, imagen. Desde los tiempos del blanco y negro. Y si no que se lo pregunten a Rosa María Calaf, que lo explicó con una claridad rotunda hace unos días a Carlos del Amor en La matemática del espejo, en La 2. La mítica periodista desveló cuánto le debe a Lluís Llongueras, que la convenció de lo importante que era, además de atraer con la palabra, hacer lo propio con la imagen, y se dejó hacer, presentando siempre looks que no dejaron a nadie indiferente.

Tanto es así, que cuando llegó la televisión en color la Calaf continuó destacando por sus peinados y sus mechas. Poco importaba que el común de los espectadores no captase con nitidez los mensajes que profería, esas frases cargadas de yuxtapuestas que tanto señaló un servidor en décadas pasadas, cuando Rosa María estaba en activo y todavía no era objeto de homenajes.

También resultó relevante, en esa conversación confesional, asistir al visionado de unas imágenes de una Calaf reportera primeriza, vestida con minifalda, comentadas por ella misma, incidiendo y reivindicando la importancia de aquel look. Algo que uno pone en entredicho teniendo en cuenta que en la calle los planos del periodista, en cualquier entradilla, se realizan de cintura para arriba.

Añado yo de mi cosecha por qué, ahora que estamos en lo más crudo del crudo invierno, al menos en Madrid, que es donde se realizan los informativos nacionales, las presentadoras tienen que ir sin mangas y bien fresquitas como si fuese agosto, mientras que los presentadores van tan tapados como siempre. ¿Por qué no dicen nada acerca de ello las feministas?

Que la Calaf, que fue una de las pioneras en las corresponsalías intercionales de TVE, (aunque en primera instancia tenía pensado hacer carrera diplomática) se entretuviese hace cincuenta años en pelearse con los jefes por ponerse vestidos cortos no me cuadra. No imagino a su compañera Carmen Sarmiento entrando en ese juego. Menos aún a Paloma Gómez Borrero.

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