La depresión de La 1

Los informativos se han impregnado de la línea mediocre que envuelve toda la parrilla de la primera cadena, llena de patrocinios y falta de credibilidad

Leopoldo González-Echeenique, rodeado del consejo de administración de RTVE tras su nombramiento.
Francisco Andrés Gallardo

19 de marzo 2014 - 05:00

En enero de 2013, cuando se iba a anunciar la gala del premio Nadal de novela, el Telediario ilustraba la noticia con una imagen del tenista Rafa Nadal de fondo. Una errata más bien venial que causaba risa pero que venía a revelar la descoordinación y tal vez incluso las guerras internas en los Servicios Informativos de TVE liderados por Julio Somoano, que no levantan cabeza en cuestión de audiencia desde su incorporación en dicha responsabilidad en el verano de 2012. Lo han intentado por activa, llevando a la escaleta temas demasiado livianos para la media que ha solido tener la cadena pública; y también por pasiva, haciendo triquiñuelas de cara a los audímetros, eliminando de la medición los sumarios de los minutos iniciales o reduciendo la duración del programa. Ni aun así los noticiarios de La 1 se despegan de los de Antena 3 y Telecinco. La última opción ha sido renovar el aspecto del plató, tal como se estrenaba anoche.

A Pedro Piqueras lo ven de media en los últimos meses sobre los 3 millones de espectadores (con subidas según Pasapalabra y según la programación posterior) mientras que Ana Blanco, que hasta la pasada temporada lideraba en la sobremesa, no pasa de los 2,2 millones. Una diferencia demasiado grande a la que no se le puede culpar el arrastre del programa Corazón, tal como ha pataleado Somoano. En la sobremesa La 1 aventaja por 100.000 espectadores a Telecinco y el empate en cifras generales entre los informativos de las dos cadenas se produce por la tradicional deserción de espectadores en la cadena privada durante los fines de semana.

Un resultado pobre para la primera cadena, pese a la musculatura de recursos de la que aún puede presumir. Los informativos son el faro para las cifras de audiencia del canal público y, sobre todo, para lucir prestigio. Los informativos son el motor de La 1 y ahora están contagiados de la atonía e indiferencia de la cadena pública, pese a que los cambios políticos originan siempre una marcha de espectadores, Nunca TVE había estado en una situación tan deprimente pese a que no se encuentra en su peor momento económico (a la espera del déficit de 2013, sobre los 100 millones, acumula unos 400 millones en números rojos). Los contenidos de La 2, de Clan o de Teledeporte, la apuesta decidida por la alta definición o la riqueza de los contenidos a la carta palidecen cuando la tarjeta de presentación de RTVE son los contenidos del primer canal. Desastroso balance para el equipo del presidente Leopoldo González-Echenique que ya recibió una herencia delicada del periodo transitorio del consejo de administración que, entre otras medidas, paralizó la emisión y producción de ficciones. En una cadena sin anuncios cada vez hay más spots: los patrocinadores de los programas, una imagen que en cierta medida tampoco contribuye al prestigio de una corporación que en 2009 se concibió como libre de cualquier atadura comercial e ideológica. El viaje de vuelta ha sido aún más feroz, con esos comentaristas esponsorizados y esos publirreportajes velados.

Además de unos informativos en la encrucijada, el resto de la parrilla de La 1 no tiene muchos valores de los que presumir en estos momentos. El matinal está conducido por Mariló Montero, en la picota por sus meteduras de pata y un estilo a veces demasiado espontáneo que le resta credibilidad; la sobremesa está sustentada por un formato envuelto en la polémica, el Entre todos de Toñi Moreno; y los programas Corazón y España Directo (formato que incomprensiblemente se tiró por la borda durante la dirección interina), andan por debajo de la ahora escuálida cuota media mensual del 10,4%. En la franja nocturna incluso el buque insignia de Cuéntame cómo pasó se ve cuestionado por las recomendaciones sobre el enfoque del socialista año de 1982 y el resto de espacios estelares no están a la altura de un canal público, como el Mira quién baila o el defenestrado programa de humor Se hace saber. Comando actualidad y otros formatos de reportajes entran en una línea correcta, pero cada vez despiertan más indiferencia que otra cosa. Series como Isabel o ahora Los misterios de Laura parecen zafarse de una etapa gris cuyos números de audiencia sólo vienen animados por el cine o la Champions. No hay ningún contenido propio que sea líder del día en estos momentos, algo inédito en la historia de RTVE. Y gestos como llevar Informe Semanal a la medianoche (en principio para dar su sitio a una opereta como Uno de los nuestros) viene a echar más tierra sobre las decisiones de Echenique, de Somoano y de director de programas, Ignacio Corrales.

La puntilla van a ser los datos económicos, con un déficit en 2013 que podría rondar los 120 millones de euros, por encima de los 113 millones de 2012 y los 29 millones de 2011. El descenso de facturación en las cadenas privadas y en las empresas de telecomunicación no pueden ser sólo la excusa de una gestión deficiente y de un panorama mediático desolador.

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