TV-Comunicación

El inglés no era el problema

  • Barei con su puesto 22º llegó a empeorar el desastre con Edurne y es la séptima vez en este siglo que España acaba en la cola de la clasificación.

Por ir terminando de descartar razones por las que los cantantes españoles no consiguen la complicididad con el televoto de Eurovisión hay que descartar la barrera del idioma. De hecho, la ganadora de este año, Jamala, de Ucrania, con 1944, interpreta parte de su tema en tártaro. El bable aguarda una oportunidad. Francia ha mandado al festival incluso canciones en bretón o en corso, aunque tampoco tuvieran éxito.

No es cuestión de idioma, sino más bien de calidad, de innovación y de sorpresa ante el mosaico continental. Ni el "ié, ié" de Edurne (21º puesto) ni el Say yay! de Barei (22º) revelaban complejidad musical, escenográfica o coreográfica. Fueron canciones del montón y, efectivamente, quedaron amontonadas entre el público, aunque el jurado reconociera a la madrileña con el 16º lugar e incluso con 12 puntos desde Italia. Pero al acabar la actuación eurovisiva de España, un año más, se repitió la indiferencia. Estos cuatro años se resumen con un último lugar (El sueño de Morfeo y su desafinada interpretación) y otras dos ocasiones por debajo del puesto 20. En el presente siglo ya son siete veces en el furgón de cola. Los desastres eurovisivos ya no sólo calibran el interés y exportación de nuestra música comercial, sino también el de la misma televisión. La pobre puesta en escena de Barei, previsible y mediocre, dejan en mal lugar a TVE, que podría haberse llevado el regalo de la organización de 2017 en caso de la victoria australiana. A RTVE, a España, le interesaría organizar Eurovisión. Este Eurovisión actual, pero da miedo pensar en cómo lo podríamos hacer.

Descartado por fin el idioma de la ecuación, a partir de ahora no deberíamos desaprovechar nunca más la musicalidad de una lengua que tiene más de 500 millones de hablantes. No somos un país del montón, aunque algunos lo crean.

Cotejando que los décimos puestos de Ruth Lorenzo y Pastora Soler han sido los mejores logros eurovisivos de los últimos diez años el camino debe seguir siendo ese: intérpretes y voces de primer nivel, tal vez sin compositores que hacen partituras en proceso industrial. La personalidad nacional también debe seguir siendo un ingrediente de la fórmula. También está el mensaje, la intención. Con números musicales (canción, coreografía, escenografía, contexto) que escapen de los lugares comunes de amor pastoril y similares. Y reflejar una España más diversa, en lo cultural y social, que no se ha reflejado en estos años. No es por ganar o quedar mejor: es por estar a la altura del más exigente programa de entretenimiento de cada año.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios