2006-2010: De la cumbre de El Cid al adiós del viejo Manzanares

25 AÑOS DE TOROS EN SEVILLA (II)

El gran maestro alicantino dijo adiós a la profesión en el arranque de un lustro que, entre otros acontecimientos, contemplaría el inicio del idilio de su hijo con el coso sevillano

25 años de toros en Sevilla (I): 2000-2005, llegaban nuevos aires a la calle Adriano...

Manzanares se iba a retirar inesperadamente de la profesión el 1 de mayo de 2006
Manzanares se iba a retirar inesperadamente de la profesión el 1 de mayo de 2006 / Arjona

EN 2006 ya había pasado un lustro del aterrizaje de los cuñados Canorea y Valencia, consolidando un modelo de gestión que aún gozaba de las bondades de la burbuja del ladrillo. Sería un año, lleno de matices, en el que faltó El Juli y en el que Enrique Ponce se mostraría heroico con una dura corrida de Zalduendo para firmar su actuación más trascendente en la plaza de la Maestranza sin cortar un solo trofeo. Tampoco hay que olvidar los cuatro orejones que se llevó Salvador Cortés en la mejor tarde de su vida. Pero hay otro hecho trascendente que ya figura en los anales de la propia plaza de toros: fue la definitiva retirada del toreo de José María Manzanares, que hizo que su hijo Josemari le cortara la coleta después de despachar el segundo de sus pésimos toros de Alcurrucén –tuvo una agria discusión con los ganaderos, los Lozano, que también eran sus apoderados- en la mixta preparada para la presentación de Cayetano Rivera Ordóñez como novillero.  

Los carteles de 2007 ofrecieron pocas sorpresas pero sí se tradujeron en una gran feria. El Cid, en la cresta de su propia ola, cuajó una de la mejores faenas de su vida a Borgoñés, un inolvidables ejemplar de Victorino Martín que puso en bandeja la cuarta salida por la Puerta del Príncipe del diestro de Salteras. Pero aquel ciclo también fue el escenario de la revelación de Alejandro Talavante, que había tomado la alternativa el año anterior. En la memoria se ubica nítidamente aquel natural interminable en las tablas de Sol a un toro de Torrealta llamado ‘Soleá’. Aquel momento preparó el ambiente para la posterior salida por la Puerta del Príncipe con la corrida de Núñez del Cuvillo, el mismo día que Morante cortó dos orejas después de ser abroncado en su primero. Pero hubo más acontecimientos, como la triunfal despedida sevillana de César Rincón, que desorejó a un gran ejemplar de Torrestrella; la primacía ecuestre de Ventura o los primeros cortejos de Manzanares con la que iba a ser su plaza. Para el recuerdo, la gran faena a un toro de Zalduendo que le valió un doble trofeo. Comenzaba el idilio… 

El Cid alcanzó con 'Borgoñés', un toro de Victorino Martín, una de sus mayores cumbres en la plaza de la Maestranza.
El Cid alcanzó con 'Borgoñés', un toro de Victorino Martín, una de sus mayores cumbres en la plaza de la Maestranza. / Archivo A.R.M.

2008, el año de las lluvias torrenciales 

El Cid, que contrató cinco tardes aquella temporada, se convirtió en la base indiscutible de los carteles presentados el 31 de enero de 2008 que incluían la presencia de Manzanares y Talavante a cuatro bolos. Aquellas combinaciones volvieron a tener el morbillo de escuchar, por boca de los empresarios, los pormenores de la ausencia de José Tomás en base a “la insalvable petición económica” del diestro de Galapagar que también incluyó las habituales exigencias de un torero por delante y la ausencia taxativa de las cámaras de televisión. Ramón Valencia, que aún actuaba en comanda con su cuñado Eduardo Canorea, reveló la escasa sintonía que entonces reinaba con el torero proclamando que “si alguien le ha faltado interés por estar en Sevilla es el propio José Tomás”. 

En los carteles de aquel año también llamaban la atención la ausencia de Morante en Resurrección –se anunció en Madrid sin ahorrar críticas a los Pagés- o de los toros de Núñez del Cuvillo por desavenencias económicas. Alguien dijo que aquellas combinaciones habían quedado gafadas por el polémico cartel que había pintado Miquel Barceló para anunciarlas. Hasta siete festejos se llegaron a suspender durante una temporada especialmente lluviosa en la que brilló por su ausencia la ansiada lona que la empresa Pagés se resistía a emplear. Pero… ¿Qué pasó en abril? Manzanares afianzó su romance con la afición sevillana y se mostró pletórico con un toro de Juan Pedro. También hay que recordar un gran trasteo de Perera –seguramente el mejor del ciclo- con un sexto de El Ventorillo. Tampoco fue mala feria para El Cid, El Juli o aquella faena arrebatada de Morante….  

Los carteles de 2009 verían la luz el 23 de febrero aunque la empresa, en contra de su propia costumbre, ya había anunciado a bombo y platillo antes de Navidad que Morante y El Cid dirimirían un atípico mano a mano con los toros de Victorino Martín que luego no pasaría a mayores. En el ambiente pesaba la ausencia de Perera, indiscutible triunfador de la temporada 2008. El extremeño había pedido la corrida de Resurrección, convertida en condición insalvable para contratarse en Sevilla. Se habló de los habituales tiras y aflojas con Tomás, de la demorada presentación de Cayetano como matador, las negociaciones con la televisión, las nuevas localidades de Sol y la lona de estreno…

El caso es que la feria se acabaría resolviendo por y para Manzanares y Morante aunque El Juli, sin contar en los premios oficiales, realizó el trasteo más importante del ciclo. Eso sí: el Manzana fue el triunfador numérico sin lograr alcanzar las mismas cotas que el año anterior. Morante, excelso con el capote con los victorinos, alcanzaría sus mejores cotas con un ejemplar de Juan Pedro Domecq. También cortó una valiosa oreja con un espeso ejemplar de Jandilla. Talavante pasó aquel año entre claroscuros y El Cid comenzó su declive. Las cumbres quedaban atrás.

Eduardo Canorea y Ramón Valencia en la presentación de los carteles de 2010.
Eduardo Canorea y Ramón Valencia en la presentación de los carteles de 2010. / Archivo A.R.M.

El fin de una década 

Las combinaciones del abono de 2010 se pusieron de largo un 10 de febrero aunque desde finales de diciembre ya se conocía la composición pictórica que había ideado Luis Gordillo para anunciar esa temporada basada en carteles macizos para aquel momento. Morante, El Cid, Luque, Manzanares y Perera ajustaron cuatro tardes por montera. El extremeño, además, regresaba a la plaza de la Maestranza después los desacuerdos del año anterior accediendo, por fin, a la demandada tarde del Domingo de Resurrección.  

Hubo que hablar, un año más de la ausencia de José Tomás y Canorea lo hizo remitiéndose al comunicado emitido por la propia la empresa Pagés: se daban por rotas las negociaciones con el diestro de Galapagar por la insalvable diferencia entre la oferta de la empresa y las pretensiones económicas del torero. Pero hubo más novedades, como la drástica reducción de 2.000 localidades al concluir la remodelación del graderío de Sol y las gradas pares de Sombra. 

¿Qué pasó en el ruedo? El Juli y Manzanares dieron sentido a aquel ciclo. El madrileño, que fue declarado triunfador absoluto, lo hizo abriendo la Puerta del Príncipe con la corrida de El Ventorrillo y brillando a enorme altura con un codicioso y boyante ejemplar de Torrealta. El alicantino, por su parte, logró una envidiable regularidad en los tres compromisos contraídos con una cosecha de cuatro apéndices a la que hubo que sumar los perdidos por la culpa de la espada. Era su tercer año triunfal en Sevilla… Tampoco se puede olvidar la raza de Morante y su emocionante pelea con un sobrero de Javier Molina, los chispazos de Oliva Soto, la contundencia de Diego Ventura… 

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