David Galván destaca ante el 'himalaya' de El Montecillo
El novillero isleño, de buen corte y certero con la espada, fue ovacionado en su lote · Víctor Barrio, entregado, no pasó de discreto · Vanessa Montoya, muy verde
GANADERÍA: Novillada de El Montecillo -propiedad de Francisco Medina y encaste Juan Pedro Domecq-, en conjunto muy bien presentada y de comportamiento desigual. Los mejores novillos, en cuanto a juego, fueron primero y tercero. TOREROS: Víctor Barrio, de grana y oro. Estocada (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada (saludos). David Galván, de azul y oro. Estocada (saludos). En el quinto, estocada (saludos). Vanessa Montoya, de marfil y oro. Tres pinchazos y doce descabellos (silencio tras dos avisos). En el sexto, dos pinchazos, pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio tras dos avisos). INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Domingo 22 de mayo de 2011. Casi tres cuartos de entrada en tarde calurosa. En banderillas, saludaron Raya, en el tercero; y Duarte y Limón, en el quinto.
Al perro flaco todo se le vuelven pulgas. Lo escribo por los tres novilleros que ayer actuaron en la Maestranza, todavía tiernos, que se las tuvieron que ver con una novillada de El Montecillo, que supuso más que montecillo, un auténtico Himalaya para ellos. En la escalada, la lidia, destacó el gaditano David Galván, torero de buen corte y con valor, que maneja bien la muleta -meritoria por su pequeño tamaño- y que se mostró certero con la espada. Su compañero, el segoviano Víctor Barrio, no pasó de voluntarioso; entre tanto la sevillana Vanessa Montoya fue engullida por su lote.
David Galván, con el castaño que tuvo como primer oponente, uno de los astados menos imponentes del encierro, sufrió una colada escalofriante -pareció cruzarse el torero inadecuadamente- y un revolcón con el capote. Con la muleta, realizó una faena en la que, tras un inicio titubeante, con un desarme, intercaló muletazos de gran calidad. Brilló en una serie al natural y dos preciosos pases de pecho. El epílogo fue de nota, con unos hermosos ayudados. Mató de estocada entera y saludó tras una fuerte ovación.
Al colorao quinto, un toro en trapío, le dieron duro en varas. El animal llegó a la muleta muy aplomado, escarbador y rajado. Galván, que brindó a Ramón Vila, comenzó su faena de manera torerísima, con muletazos a media altura. Fue presentar la franela al toro con la diestra, y el burel lo mandó hacia las nubes. Un serio aviso para comprender que la lidia no sería escalar una liviana colina. El joven torero no se arredró: acortó distancia e intentó obligar al novillo. Fue una labor digna, impregnada de valor. De nuevo mató de eficaz estocada y saludó tras una fuerte ovación.
Víctor Barrio, con el que abrió plaza, un dije, que resultó manejable, pese a que se estrelló violentamente contra un burladero, concretó un trasteo desigual.
Ante el castaño cuarto, un tío, Víctor Barrio se entregó a fondo. Recibió al novillo, que resultó manso, con una larga cambiada de rodillas a portagayola -se tuvo que arrojar a la arena- y comenzó su labor muleteril con dos muletazos por la espalda arriesgados. La labor se desarrolló junto al portón de caballos, donde se refugió el astado.
Vanessa Montoya dio una imagen paupérrima, de torera muy verde para un compromiso fuerte. Con muchas carencias, para colmo no sabe matar, se queda en la cara del novillo, con el peligro que ello supone. Ante el serio y astifino tercero, al que zurraron fuerte la badana, se mostró con aires pintureros, pero no consiguió nada positivo, pues las series apenas contenían muletazos. Ante el castaño sexto, que se emplazó de salida, se inhibió y fue su banderillero, Raya, quien recogió al toro. Montoya porfió sin frutos con un astado entablerado y volvió a dar un mítin con los aceros.
El festejo, que alcanzó las dos horas y media, resultó bastante pesado, en una tarde muy calurosa. Únicamente ante el imponente Himalaya ganadero de El Montecillo, un joven espada escaló, por momentos, con valor y acierto en la lidia: el isleño David Galván.
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