Toros

Luque y Morante, muy por encima de unos 'torrestrellas' que aguan la tarde

Con todo y por todo se desmontó una tarde con seis toros sin alma de toros. Sin esa hidalguía que da la nobleza y con muchas complicaciones en algunos casos para estar delante. Siete toros, contando esa preciosidad de sobrero que salió para sustituir al incierto tercero, que se llevaron por delante las pretensiones de una terna en la que esta primera de feria había depositado todas las esperanzas lógicas que se pueden esperar de un Morante en racha, un Luque en sentido ascendente y un debutante como Ortega que, cuando torea y se pone de verdad frente a un toro, gusta.

Las tres orejas son balance más anímico que artístico. Luque se las arrancó materialmente a la tarde por quedarse quieto, hilvanar los pocos apuntes toreros que le dejó su lote, el más violento y geniudo de la tarde, y meter la espada donde el acero mata.

Luque cortó dos orejas, Morante una y Ortega se marchó de vacío con el peor lote del encierroEl torero de La Puebla certifica su gran estado y anima la encerrona del sábado en El Puerto

Andaba el tendido en ser educado con los toreros. En dar por buenos que los dos primeros toros aunque sin prestancia de toro bravo habían permitido la suavidad de Morante y el empeño de Luque en imponerse a la variable embestida de su primero. Cuando salió el tercero en peor sintonía que los dos anteriores la tarde se visualizó un poquito más agria. Con Juan Ortega sin cogerse los pulsos con el ejemplar más cuajado de todos.

Morante dejó resuelto el aperitivo de la tarde lanceando en buen son la embestida boba y espesamente dulzona de su primero. Faena fácil, sin impertinencias ni brusquedades. Morante por encima de la condición de su oponente y sin molestar en esa decisión de buscar más la templanza por el pitón derecho, en donde el flojito torrestrella molestaba menos y mantenía al menos esa nobleza que aspiraba a seguir la muleta hasta el final.

La estocada caída le dejó en su manos una oreja que desde luego premia más los méritos que el de La Puebla llegó a alcanzar frente al molesto cuarto, donde, después de sortear algún tantarantán por ese pitón derecho que cazaba moscas, Morante apostó por darse tiempo y acabó por encontrarse con esos detalles que le adornan en extremo una faena al toro bueno y le justifican la tarde frente al malo. Ahí terminó ese toreo encontrando el eco de unos oles que el tendido no había tenido ocasión de entregar en demasía. Encontró eco la insistencia de sobar y sobar hasta robarle la poca gracia que tenía el de Torrestrella cuando echaba la cara arriba queriendo quitar el engaño. Estocada fulminante y p'alante que se iba la tarde después del parón que le había dejado Ortega sin acople con el genio de su primero. No será un debut que recuerde el trianero, aunque La Merced sí se quedó con la lidia soberbia de Andrés Revuelta con ese toro y los dos vibrantes pares de Jorge Escribano que la plaza agradeció.

La tarde se agarró a la decisión y firmeza que Luque le había dejado dicha en el recibo capotero de un toro que, mientras duró embistiendo, mostró en el son que viene Luque dejando escrita la temporada. Un toreo con seguridad ante una embestida que nunca vino definida y ante la que el de Gerena no puso ninguna traba para quedarse quieto.

Se apretó en esas verónicas de recibo sin ceder terreno y volvió a reivindicar su torería en una faena muy seria obligando y llevando por bajo a un toro que le permitió también la pinturería que Luque suele gastar. Mando y riesgo. Las dos componendas en la que se justifica esa oreja arrancada a ley en una labor muy firme.

Si su primero no tuvo gracia, el segundo tuvo aún menos cosas. Sin clase, sin ese ritmo en la embestida que permitiera tirar de él hasta el final y engancharlo en esa ligazón que es capaz de alborotar una faena, Luque tuvo que venir a inventarse literalmente esa faena en la que el guión no te permite conformarte, aburrirte de tanta media embestida, de tanta indolencia de bravura. Luque fue el que más de verdad se arrimó para darle un poquito de sabor a ese guiso que para abrir feria salió soso.

El brindis de Juan Ortega para cerrar la tarde se agradece por la cortesía y porque al menos ahí se le vio más vehemente por agarrarse a la odisea de sacarle muletazos al burro manchego que al menor descuido casi le rompe la cara. No había de donde tirar y para molestar con aburrimiento lo sensato fue asumir que el lote más infumable de un mal conjunto le había tocado a él. Porca miseria cuando la tarde cantaba que más arte y torería no cabía en un festejo.

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