Manzanares, una oreja, y Morante lo borda con el capote

El torero alicantino consigue un trofeo en su primero y el sevillano da un recital de buen toreo a la verónica

Morante de la Puebla, en una verónica al segundo toro de su lote en la plaza de Santander.
J. M. Núñez / Santander

30 de julio 2011 - 01:00

GANADERÍA: Toros de El Pilar, escasos de presencia y lo que es peor, fundadas sospechas de afeitado. Lo mejor del ganado, su nobleza. TOREROS: José Antonio 'Morante de la Puebla', bronca y ovación. Leandro Marcos, silencio tras aviso y ovación. José María Manzanares, oreja con fuerte petición de la segunda y palmas tras aviso. INCIDENCIAS: Plaza de toros de Santander. Lleno.

José María Manzanares cortó la única oreja del séptimo festejo de la Feria de Santiago, en Santander, en el que Morante de la Puebla bordó el toreo a la verónica.

Buena corrida la del Pilar, aunque insignificante por lo del afeitado. Parece mentira, lo que va de un día a otro. En la víspera se lidió un encierro de Torrestrella de aquí te espero por su apabullante cuajo y seriedad, naturalmente de pitones aparentemente intactos. En función del toro, en este caso de las cornamentas, habría que valorar también los méritos de los toreros. Manzanares cortó una oreja y hubo muchos motivos para hablar también muy elogiosamente de Morante aún sin haber tocado pelo. Pero las cosas en su sitio: el toro sin pitones parece menos toro, e incluso no es tal. Fechorías aparte -también conviene dejar claro que la culpa no es del pobre animal-, Manzanares hizo una faena muy bella a su primero, aún sin estrecheces, con mucha limpieza y gran estética, basada en el temple. Lucieron todos los muletazos, quede claro. Pero se notó mucho el recurso, o defecto según se mire, de esperarle con la muleta retrasada para que el medio muletazo aparentara más. Después de recorrer mucha plaza, echó mano todavía de dos circulares invertidos que tienen poco que ver con ese estilo suyo que intenta ser tan depurado. Mas hubo algo muy serio, la estocada recibiendo, perfecta de ejecución y colocación, en todo lo alto y de efecto letal. Clamorosa petición del doble trofeo, que, no obstante, el presidente dejó en uno solo. El sexto fue un toro de mucha clase, con un tranco excelente, pero con muy escasa fuerza. Manzanares se empeñó en torearle, a fin de cuentas para no llegar a nada.

Lo grande vino con Morante, que, después de ganarse una sonora bronca en el primero por su absoluta inhibición, bordó el toreo de capa en el cuarto. Seis verónicas y media, y remate, de las que el poeta llamó de alhelí. Menudo alboroto. Y todavía más fiesta en un quite de cuatro y media. Lástima que la faena de muleta no tuvo continuidad. El toro, llevando la cara suelta, obligó en ocasiones a ciertas prisas por parte del torero. Mejor por el pitón derecho ya que por el izquierdo reponía. Hubo pasajes de mucha consistencia, aunque en conjunto lo que sobresalió fueron los detalles. Pinturas esporádicas de gran belleza. No remató con los aceros.

Leandro Marcos no hizo una apuesta seria en ninguno de sus toros. Su primero duró poco, pero así y todo hubiera valido más que de sobra si no es porque el hombre estuvo más precavido de la cuenta, además dejándose enganchar en muchas ocasiones. El quinto fue toro bueno, pero otra vez la faena no tuvo suficiente calado. Se empeñó Marcos en torear de las rayas para adentro, de modo que el toro tampoco sacó todo lo bueno que apuntaba. Hubo prestancia y cierta suavidad, buena apostura en ocasiones, pero sin estrecheces. Y entre esto último y que el animal andaba capitidisminuido de defensas, la gente no entró en la faena.

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