Toros

Triunfal regreso de los toros a Olivenza, con una gran faena de Morante

  • Seis orejas se cortaron en la corrida que suponía el regreso de los toros a la localidad pacense

Morante de la Puebla vestido de luces para torear en la Maestranza en 2018.

Morante de la Puebla vestido de luces para torear en la Maestranza en 2018. / Juan Carlos Muñoz

Seis orejas se cortaron en la corrida celebrada esta tarde-noche en la corrida que suponía el regreso de los toros a la localidad pacense de Olivenza después de dieciseis meses de ausencia, y en la que Morante de la Puebla cuajó una gran faena. Con una corrida justa de presencia y con un público ávido de ver torear, Antonió Ferrera cortó tres orejas, por dos de Morante tras una faena bellísima y una de Ginés Marín, que no pudo rematar su actuación en triunfo por el mal uso de la espada ante el sexto.

Para el recuerdo quedará esa obra del diestro sevillano con el quinto, un toro desrazado pero al que Morante cuajó con el capote en un quite por verónicas, ya que de salida el animal no se empleó, y en una faena a más, hermosa de principio a fin, con todos los aditamentos de un diestro que siempre hace gala de la belleza de su toreo. Se había dolido el animal en banderillas pero fue primoroso y torerísimo el comienzo de la faena de muleta, con algún ayudado de rodilla genuflexa y un remate por bajo de una gran belleza, llenando la plaza a pesar de que el toro no aportaba mucha emoción. Pero Morante toreaba con todo y con el alma, y aún sorprendiendo al tendido al volver a los ayudados por alto rematados con el molinete mediada la faena, para luego seguir con naturales de frente y poner la guinda de dos trincherillas y un pase de la firma a media altura, rematando así un trasteo pleno de inspiración y belleza. Antes había sorteado un toro que se vino muy a menos, aunque el de la Puebla dejó detalles como los ayudados por alto con los que comenzó la faena y algunos remates, pero las condiciones del animal impidieron que la faena tomara cuerpo.

Antonio Ferrera fue el triunfador en cuanto a trofeos, pues paseó una oreja del noble toro que abrió el festejo y las dos del cuarto, muy justo de fuerzas. Con temple, el extremeño exprimió al primero, dando distancia y acompañando erguido la embestida para luego acortar el terreno. Al otro, de poca transmisión, sin atacarlo en exceso al principio y haciéndoselo todo a favor, Ferrera le sacó una faena pulcra, entrando luego a matar andando desde veinte metros, lo que le permitió cortar esas dos orejas.

Ginés Marín lució con el capote ante sus dos toros. Vertical y con un acusado sentido del temple, al tercero le corrió la mano con dulzura, muy asentado y compuesta la figura, en una larga faena sin un mal detalle y a tono con su concepto clásico. El que cerró plaza se defendía y también le hizo todo a favor, logrando que embistiera, antes de fallar con la espada.

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