Una corrida impresentable
A Roca Rey le gusta triunfar en Sevilla con novillos de Victoriano del Río. Se olvida de que es matador de toros. Ya el año pasado abrió una barata Puerta del Príncipe con toros de esta ganadería y le debió gustar tanto que este año ha intentado repetirlo. No lo consiguió, gracias a Dios, pero cortó dos orejas que sus voceros oficiales calificarán de triunfo histórico. No se lo crean.
La corrida de Victoriano del Río fue, simple y llanamente, impresentable e indigna de esta plaza. Cómo fue admitida es difícil de entender. La señora presidenta y su equipo, los veterinarios y la empresa -ay, la empresa- deberían dar explicaciones y poner todos sus cargos a disposición de la afición. No se preocupen, no lo harán. Como los políticos, aquí no dimite nadie. Tampoco la plaza, donde ya casi no quedan aficionados, lo pedirá. Una plaza entregada donde ya se ha perdido la más mínima exigencia y que, poco a poco, se está convirtiendo en una plaza de pueblo más. Sevilla, quién te ha visto y quién te ve.
La corrida, como digo, fue chica y anovillada, inválida y descastada, que apenas se picó. Esto de no picar los toros es otra de las novedades del toreo posmoderno. Se trata de que al toro se le pique lo menos posible, en el mejor de los casos se le señala el puyazo. En muchos, ni eso. Se podría decir, parafraseando al torero Manuel Domínguez: lo único que importa es la muleta, lo demás desperdicio. Entre tanto novillo destacó el tercero, una sardina que había cumplido cuatro años en el mes de marzo al que literalmente no se picó y que en la muleta resultó de una calidad extraordinaria. El novillo, codicioso, embestía humillado y con ritmo abriéndose al final de cada muletazo. Repetía sin fin, embistiendo con la inocencia bobalicona de los novillos, que es lo que era. El toro o novillo soñado. Roca lo toreó, tanto por la izquierda como por la derecha, a placer hasta la estocada final. Fue una gran faena, merecedora sin duda de las dos orejas, si Roca fuese novillero, que no es el caso. Si quiere seguir por esa senda le recomendamos que, en vez de anunciarse en la Feria de Abril, se anuncie en las novilladas veraniegas. Con el sexto, el más toro de la corrida, y que también repitió con nobleza en la muleta, estuvo correcto destacando especialmente en el toreo al natural. Mató mal y por eso no cortó otra oreja, que el público triunfal ya pedía, y que le hubiese permitido abrir otro año más una anovillada Puerta del Príncipe.
Miguel Ángel Perera estuvo perfecto ante el que abrió plaza. Dominador, técnico, siempre bien colocado, los muletazos, tanto por la derecha como al natural, se sucedían largos, hondos, templados, rematados con profundos pases de pecho. Mató, como en toda la Feria, de una gran estocada. La faena, sin embargo, no transmitió, parecía que estaba toreando de salón. Faltaba la emoción del toro bravo. Poco o nada pudo hacer en su segundo, igual que Juan ortega en sus dos toros, inválidos y descastados, en los que entre enganchones apenas nos dejó destellos de su indudable clase.
A una gran figura del toreo como Roca Rey se le debe exigir, aparte de hacer películas, más en el ruedo. No puede venir a Sevilla con estas corridas, lo minusvaloran. Se debería acordar de Gallito y su anécdota el día de su debut en Madrid con la novillada del Duque de Tovar. Seguro que él público se fue a la Feria, contento, hablando de la faena de Roca Rey. Yo salí de la plaza descorazonado tras una triste tarde de soledad.
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